
El otro día tuve una acalorada discusión, por la otra parte que no por la mía, que apenas me inmuté, con una persona que se pudo a defender a uno de los bandos de la consabida época de la guerra civil / dictadura franquista. La fórmula de defensa, algo muy habitual, es la negación de los pecados propios y la exagerada y excesiva dramatización en la condena de los pecados del opuesto. Esto, por supuesto, acompañado, sin que yo hiciese pronunciamiento ideológico alguno, de acusaciones a mi persona por ser de la parte más al extremo imaginable de ese punto de pensamiento político, y cuando yo me limitaba a exponer hechos probados y llevados a la memoria de los libros, los de antes y los de ahora, de historiadores contrastados, de hechos probados
Este hecho, tan dramático y tan serio para mí, me llevó a diagnosticar, una vez más, hasta qué punto estamos en una sociedad enferma y hasta qué punto las ideologías se han convertido para tanta gente en el sustento emocional y vital que los mantiene con vida social. Qué aburrimiento y qué pérdida del verdadero sentido de la vida.
Si a unos se les dices que Franco fue un dictador asesino, un totalitarista misógino y castrado, a la vez, por su debilidad ante las mujeres que marcaron su vida, su madre y su mujer, casi la mitad de este país me comerían. Pero si comentas que la Segunda República, especialmente en su último periodo, fue un desmán descontrolado, un desatino falto de pluralidad, pero también de control en una sociedad que se iba a pique y en el que las fuerzas de izquierda menos democráticas pretendías hacerse con el poder a la fuerza de eliminar a los que consideraban sus mayores obstáculos, la Iglesia católica y los terratenientes o a la burguesía, y que de sólo los primeros mataron a cerca de 70.000 y de los segundos las Checas en Madrid son muestra del interés lejos de la Ley de imponer un cambio de régimen, de uno democrático a otro totalitarista a la sombra de la URSS, te comen, para luego escupirte y pisarte.
Miren, poco hay tan absurdo como mezclar valores absolutos e ideologías porque, a lo largo de la Historia todas las ideologías han presentado posiciones totalitarias, antidemocráticas y repugnantemente inhumanas.
En nombre de las ideologías y de las ideas políticas se ha asesinado a mujeres, niños y hombres inocentes, por las derechas y por las izquierdas pero, sobre todo, por aquellos que hicieron uso de esas ideas para acaparar el poder y dar rienda suelta a la imposición de su visión personal del mundo y de sus propios países. Y todos tienen en común algo sin lo cuál no se entenderían esos micromundos, la ambición por perpetuarse en el poder.
Muchas veces, de hecho, he comentado que los extremos ideológicos no se producen sobre un plano, sino sobre un círculo en el que estos se dan la mano por la parte de atrás compartiendo mucho más allá de lo aparente, porque son más proyectos personalistas que ideológicos, y la ideología se convierte en el armazón que sostiene a aquellos que, por interés o por fe ciega, confían en esos proyectos políticos.
Hoy en el mundo, por desgracia, nos encontramos con dos proyectos de este tipo que se encuentran disfrazados por una democracia enfermada por el descontrol desmedido de unas ideas que parecían buscar más el enfrentamiento con el opositor que la solución real de los problemas. Putin y Trump representan en la escena geopolítica a los dos monstruos que, sin límites y completamente amorales, pretenden controlar no sólo sus países, sino también someter al mundo, especialmente a Europa, previamente debilitada por la inoperancia de una política de pasillos y de intereses ajenos a los de la ciudadanía gestados en despachos a cambio de intereses ocultos. Es el espacio en el que se han movido y se mueven a su antojo muchos gobiernos europeos a los que parece que la nueva etapa les ha cogido por sorpresa.
Y sí, entre las características de los nuevos líderes está el patriarcado más rancio y repugnante, una visión belicista e impositiva del mundo en el que las personas son fichas de un ajedrez del que sólo hay un rey y el resto peones. El que no cumpla, será eliminado.
Una vez más, en Europa, han conseguido el efecto justo contrario de todo aquello que pretendían. Disfruten lo conseguido y prepárense para lo que viene.
PD. Nada puede hacerte más libre que no tener que depender de la creencia ciega en ninguna ideología.
Periodista, Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos por la Universidad de Granada, CAP por Universidad de Sevilla, Cursos de doctorado en Comunicación por la Universidad de Sevilla y Doctorando en Comunicación en la Universidad de Córdoba.
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