La hipocresía feminista

El martes 25 de noviembre se conmemoraba el Día Internacional contra la Violencia de Género, también denominada como violencia machista… pero siempre sucede cuando se trata de un hombre blanco a una mujer del mismo o distinto origen, a la vez que descartan la posibilidad de señalar aquellos casos que son perpetuados por hombres de religión musulmana o provenientes de algún país del continente sudamericano, aunque la gran mayoría de las situaciones sean cometidas por árabes.

También las que se autodenominan como feministas tienden a descartar los casos en los que la maltratadora es una mujer, ya sea física o psicológicamente, ya sea a un hombre como a otra mujer, incluso cuando lo hacen a sus propios hijos, independientemente del motivo por el que lo hagan, ya sea desequilibrio mental, pura maldad o ambas, algo que, a mi juicio, es completamente injusto.

Quienes acaban reuniéndose a las marchas feministas del 8M y el 25N, en la inmensa mayoría de los casos, son socialistas que apoyan ciegamente a Irene Montero o Ana Redondo sin cuestionarse nada de lo que ambas digan o vean, también por muy perjudiciales que sean las leyes que han elaborado o elaboran. Está claro que, en ningún caso, denunciarán los casos de aquellos niños que estén siendo maltratados por sus progenitoras, lo que incluiría lavar el cerebro de los niños o niñas para romper toda relación con su padre.

Y, además, tampoco les importará si este lavado de cerebro es perjudicial para otra mujer, como puede ser la abuela, si esta se trata de la madre del padre de los menores. Eso sin contar que les da absolutamente igual el número de denuncias falsas que pueda haber hacia hombres que no han cometido delito alguno y que acaban quitándose de en medio por el calvario que tienen que pasar por asuntos legales. También, socialmente, cómo quedan señalados aquellos hombres buenos como si fueran auténticos monstruos.

A la vez que se unen a marchas para denunciar lo maltratadas que se encuentran las mujeres en países europeos, las feministas de la mentalidad de Redondo o Montero no denuncian lo que supone ser mujeres en países islámicos o las agresiones perpetuadas por aquellos pertenecientes al continente africano a mujeres españolas.

Todo esto resulta aún más grave porque algunos prefieren defender el descontrol de la inmigración, justificando en ocasiones que estas personas huyen de guerras y deben ser acogidas, aun cuando no siempre sea cierto. Al mismo tiempo, se sorprenden del aumento de la inseguridad en muchas ciudades del país y culpan a “la ultraderecha”.

Y Es verdad que cada año son menos quienes se suman a estas marchas, y eso se debe a que han perdido credibilidad. Ese es el lado positivo dentro de un panorama marcado por la contradicción de tener, según ellos mismos afirman, “el gobierno más feminista de la historia”.

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