Hermana, yo sí te creo, pero solo cuando me conviene

Mucho se ha hablado, y desde luego después de la entrevista concedida, mucho más se seguirá hablando de Rocío Carrasco. Hace mucho tiempo que existen dos frentes muy diferenciados, unos se posicionan a favor de ella (los amigos más íntimos), otros a favor de Antonio David prácticamente la gran mayoría de telespectadores. 

Durante años, hemos escuchado con atención la historia de él. Donde ella, mala madre donde las haya, una bruja conspiranode, que junto a su nueva pareja querían arruinarle la vida. Ese cuento, yo ya me lo sé. Lo que no entiendo es como Mediaset y toda su plataforma dan cabida a este tipo de personajes. Abanderados del feminismo y fervientes defensores de la LIVG… en cambio, consienten abiertamente que desde sus programas se ponga en duda la capacidad como madre de nadie (tampoco entendería que lo hiciesen con un padre) y se juzgue o denigre de sobremanera a cualquiera que no entre en sus juegos.

Para eso están los juzgados, los peritos psicosociales y un largo etcétera que aún y con toda la formación, en muchos casos dejan mucho que desear. Con esta mujer se han ensañado todo lo posible, y todo porque mediáticamente ella caía peor que él. Se ha vendido la película que una mujer maltratada debe estar destruida, siempre cabizbaja. Y el maltratador lleva escrito en la cara que es uno de esos ogros. Y no, hay muchas mujeres maltratadas y hombres que salen cada día a la calle con la cabeza bien alta, con una barrera bien formada para que nadie pueda notar el sufrimiento pasado, y muchos maltratadores y maltratadoras que son el encanto personificado en público, el alma de la fiesta.

Hablo desde la experiencia. Decidí ver la primera entrega de los capítulos que ofrecía Mediaset. Sentí asco. ¿Cómo pueden banalizar hasta este punto la historia de una mujer para hacer campaña y contar patrañas sobre una ley que no ha servido para nada más haya de generar odio entre hombres y mujeres? Porque hay discursos que ya los he oído antes y como yo cientos de hombres o mujeres. La violencia no va en el género, si no en la persona, y muchas veces en la educación recibida. 

Hemos llegado a un punto en el que la sociedad se ha dividido y en la que ha perdido el problema de base. Por un lado, tenemos a todo el colectivo feminista adoradoras de la LIVG, por el otro a los detractores (en muchos casos tachados de fascistas) argumentando las denuncias falsas. De esa manera, polarizando se olvidan del problema y también de encontrar las soluciones. Para quienes hayáis seguido mis artículos sabréis que en su día fui una víctima más. Para el estado un número que engrosa su lista. Pero nada más. 

Quien ha pasado por un caso así, ya sea hombre o mujer, sabe que está ley está hecha para el sinvergüenza, indistintamente del género. Cuando una mujer denuncia, sí es cierto, tendrá que pasar por el calvario de demostrar lo que cuenta, contar la misma historia una y otra vez a diferentes personas, lo que conlleva a revivir constantemente lo sufrido. Si quien denuncia lo hace en falso, le dará lo mismo tener que explicar constantemente, puesto que ello no le causa ningún dolor. Simplemente será una historia aprendida para conseguir un objetivo, en muchos casos escaquearse de una custodia compartida.

Porque no se equivoquen señores lectores, eso de que en el momento que hay una denuncia se retiran las visitas por completo, es una patraña. Se reducen, sí, pero no se retiran. Por lo que, al hombre denunciado, si lo han hecho en falso, por el momento le quitarán la posibilidad de poder disfrutar a tiempo parcial de sus hijos, pero como contrapunto, hay que decir que la mujer que denuncia siendo cierto y salvo en los casos de mayor gravedad, tendrá que soportar entregar cada ‘X’ días a sus hijos a quien laha maltratado, sabiendo que expone su vida y la de sus hijos, así como la salud mental. La salud mental parece la gran olvidada en toda esta historia, no es algo material que se pueda palpar, ni podamos ver, pero está. Está claro que las visitas de los menores son un cómputo obligación-derecho. Tanto para los progenitores como para los infantes. Pero ¿Dónde se protege en este punto a los menores? Por ningún lado. 

Nos siguen vendiendo la historia de caperucita y el lobo para seguir viviendo del cuento unos cuantos adeptos a los chiringuitos con pocas ganas de trabajar. Pero en realidad, ni se protege a la mujer víctima, ni se protege al hombre de las denuncias falsas, ni mucho menos se salvaguarda a los menores de unos y otros. Estos últimos son los más indefensos en toda esta historia, se quedan expectantes, sin que nadie los escuche. Con una justicia que lo único que hace, con todas sus trabas, es exponerlos más al conflicto. Por todo esto, se hace necesaria una ley que proteja a todos los miembros de una familia. Y unos trámites judiciales mucho más rápidos en todos estos casos, donde se deje de criminalizar tanto a las víctimas como a los inocentes. 

Señores políticos dejen de polarizar y trabajen de una vez. Trabajen por una ley justa e igualitaria de verdad, que no discrimine por sexos. Una que de verdad proteja a las víctimas y por ende a los menores a su cargo. Que los juzgados hagan su trabajo, y que obliguen a cumplir las sentencias sin que sean las víctimas las que tengan que volver a pasar por juicios para que se cumplan. 

Sólo espero que la valentía que ha tenido Rocío Carrasco sirva para abrir los ojos a la sociedad. Es necesaria una ley que proteja a las víctimas pero que no las distinga por género o edad. Ojalá este esfuerzo de contar y revivir una historia tan dura no caiga en vano por la manipulación de una cadena de televisión.

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