Decía el ateniense Demóstenes que “No hay nada más fácil que el autoengaño. Ya que lo que desea cada hombre es lo primero que cree”. Y, efectivamente, los partidos políticos en España se han convertido en fábricas de crear deseos con los que atrapar a las personas para que crean en ellos. Es algo más que un adoctrinamiento, es algo que se acerca más a la inoculación de una sustancia adictiva, un creo que hace ver en ellos, especialmente los de más nuevo cuño, la salvación de la patria, o lo que unos u otros consideran “su patria”, y que pasan por dibujar unos intereses personales por encima de las posibilidades de nuestro país.
Lo sucedido hace sólo unos días en Vallecas no es sino la consecuencia de un guión fruto de la redacción interesada de dos partidos que necesitan alimentar ese credo por encima de cualquier cosa. Las encuestas dan una bajada tremenda a PODEMOS y a VOX en Madrid, al primero en favor (aunque bastante relativo) de PSOE y de Más Madrid, y al segundo a favor del PP de una Ayuso muy crecida en su absolutismo personalista. El PP sabe que debe hacer creer a la ciudadanía que van a votar a Ayuso y no al PP de las corruptelas. La marca del PP en Madrid no es el PP, sino Ayuso, encumbrada en su fornida batalla contra los infieles de la izquierda.
Pero lo más llamativo es el relato de lo sucedido en el “obrero” barrio madrileño. Unos lo excusan en la provocación de los de Abascal y lo justifican en una lucha absurda contra un fascismo que, más allá de ser anacrónico, nada tiene que ver en la profundidad de las propuestas de un partido que, defendiendo posturas arcaicas y místicas, se ha posicionado a la derecha más extrema del ideario político de nuestro país levantando más que sospechas sobre sus vinculaciones y sobre sus pretensiones; otros lo defienden en base a su derecho a manifestarse y moverse por cualquier lugar del territorio madrileño y del derecho a expresar y mostrar sus ideas en libertad, hasta el grado de ser capaces de provocar (porque provocar provocaron).
Es blanco y en botella que del resultado de la lucha de unos contra los que consideran fascistas y del plante y chulería de los otros para hacerles saltar iba a haber dos beneficiados, los extremos allí representados. Lo cierto es que unos actuaron de forma políticamente correcta, porque presentaron un acto registrado y aprobado ante la subdelegación del Gobierno de Madrid y ejercieron su derecho democrático a expresar públicamente sus ideas, aunque haya muchos a los que no les gusten, y otros intentaron evitar ese derecho, en primer lugar con su presencia y amenazas y posteriormente por medio de la violencia.
Los primeros, blanco y en botella, sabían dónde iban y sabían la oportunidad que les ofrecía el momento de enervar a los otros hasta el extremo de que pudieran suceder hechos poco dignos y los otros iban a coartar la libertad política de aquellos a toda costa para demostrar la fuerza de un movimiento antifascista que ni tiene sentido en un Estado democrático ni su razón de ser real y cierta en base al momento histórico primero y en segundo lugar a la realidad pura y dura que desprenden las propuestas de VOX que, nos gusten más o menos, vayan contra los Derechos Humanos en algunos aspectos o supongan una sumisión confesional absurda y fuera de contexto… es un partido legítimo, legal y votado por millones de españoles, entre ellos más de un 12 por ciento del barrio al que fueron a desarrollar su actividad política.
¿Sería posible que un sistema de partidos como el nuestro pudiera permitir, de forma legal, la existencia de un partido fascista? La respuesta es que no. Pero si alguien tiene duda puede consultar un debate que publicó el nada sospechoso diario El País en 2018 en el que se pronuncian tres grandes expertos sobre este tema. Los tres coincidían en que el fascismo no existe hoy en día y que es un movimiento propio del espacio de entreguerras y que no tiene cabida ni en el tiempo ni el espacio político actual. Asimismo sitúan a la formación en una ultra derecha dentro del abanico político de nuestro país, más a la derecha del PP, y dentro de esas nuevas formaciones en Europa, aunque lejos de partidos como los griegos de Amanecer Dorado.
Luego, si no existe el fascismo, aunque sí el extremismo ideológico (no menor que el que expresa en el otro lado del arco PODEMOS), ¿cuál es la excusa? Tan sencillo es como descubrir que ambos se necesitan. Sin la aparición de PODEMOS el partido de Abascal no hubiese salido del semi anonimato, no hubiesen podido crear esos relatos convertidos en deseos en la población de un país, de una patria y de una defensa de aquello sobre lo que ven amenazas. Primero el miedo, luego la solución y, finalmente el voto. Exactamente igual funcionan los de PODEMOS o Más Madrid, a los que les vino genial y oportuno el crecimiento de VOX, porque se había creado el enemigo ante el que crecer. Había que resucitar esa lucha antifascista, elevar al contrincante a nivel de enemigo de todos. Ahora me gustaría que aquellos que me leen hicieran una reflexión sobre las veces que se haya podido escuchar a Abascal o a los de Abascal hablar honrosamente sobre Franco o el franquismo y las veces que hayan escuchar a Iglesias y a los suyos sobre Lenin, Stalin, Chávez, Maduro o Fidel Castro, históricos sangrientos dictadores la mayoría, como héroes del pueblo. No tengo más preguntas, señorías.
Pero en política es más fácil convertir a un acosado en héroe que deslumbrar con ideas, proyectos. Saber esconder la suciedad del pasado tras la efigie de Ayuso es el mayor logro del PP en muchos años. Y, sin duda, no es algo que se produzca en beneficio de la ciudadanía como fin, ni mucho menos. El PP y su futuro dependen del resultado de estas elecciones estratégicamente adelantadas para mostrar esa fuerza… y más aún si con la jugada se logran recuperar votos perdidos por lo anteriormente expuesto de un Ciudadanos castigado por no saber transmitir lo que cualquiera que se informe sin prejuicios puede, al menos, comprender, aunque al final no lo comparta.
Ciudadanos, por su parte, expone ante los frentismos de unos, ante el falso heroicismo de una Ayuso que se mostró como una traidora de sus propios socios de Gobierno, un partido el naranja que ha llevado a los madrileños muchos beneficios durante estos años, entre ellos uno de los más destacados es el molesto control de ese Gobierno de un Partido Popular que ha dejado claro no debemos dejar a su aire, y menos aún en Madrid.
Con un candidato muy alejado de ser cercano al ideario de los de Sánchez (fue retirado como abogado del Estado en el caso del 1-O cuando quiso introducir, por convencimiento profesional, la violencia entre los argumentos contra los procesados), Bal representa la moderación y el buen hacer, el hombre capaz de llegar a acuerdos que beneficien a los Madrileños, de ejercer el mejor de los controles a un hipotético Gobierno del PP, y un líder alejado de estereotipos populistas. Bal representa al político realmente al servicio de los ciudadanos por vocación personal, profesional y demostrada en su tiempo en el Congreso.
Ante todo esto creo que la gran incógnita para el 4M será el de la participación y ésta dependerá en gran medida de la situación epidemiológica que en estos momentos no es nada halagüeña. Cuidado, Ayuso, te vaya a suceder un 14-F catalán y te encuentres con que tus resultados no sean tan magníficos como los esperas. La dirigente del PP ya conoce por encuestas (estén más o menos cocinadas) su capacidad de recabar apoyo. Pero ante una crisis sanitaria en auge desconoce la capacidad de la izquierda de movilizar el voto y las consecuencias del descenso en el voto sobre los resultados finales. Mejor que, a partid de ahora, cuide mejor de los de Ciudadanos porque pueden ser su llave de oro. Si tuvieran que depender por completo de los de VOX mucho me temo que estaría cavando su propia tumba política… y lo sabe.
Ahora, que cada cual siga auto engañándose ya que es lo más fácil, como decía Demóstenes, y más si considera que han conseguido que se crean sus artilugios estratégicos para poder hacerte creer que lo que representan es lo que necesitas y lo que necesitas es lo mejor para todos.
Periodista, Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos por la Universidad de Granada, CAP por Universidad de Sevilla, Cursos de doctorado en Comunicación por la Universidad de Sevilla y Doctorando en Comunicación en la Universidad de Córdoba.
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