El terremoto de la Superliga europea: mucho ruido y pocas… soluciones

Queridos amigos de Minuto Crucial, el fútbol ha temblando en estos días. Tras el anuncio del nacimiento formal de la Superliga, las opiniones se han sucedido (la mayoría en contra), y hemos pasado de pensar en un futuro diferente en el balompié europeo a una espantada general que ha derrumbado el sueño de los clubes más potentes del fútbol continental. Pero es el momento de analizar en profundidad lo sucedido, los distintos puntos de vista, los aciertos y errores de cada cual y buscar el punto en el que todos podrían verse integrados.

Vaya por delante que me voy a basar en lo que conocemos y en mi opinión personal e intransferible, por lo que no represento a nadie que no quiera verse representado. El amago de escisión de los clubes que firmaron el acuerdo de la Superliga viene de años atrás, tras observar que en la Champions League el reparto económico era insuficiente para ellos y que algunos de los partidos carecían (a su juicio) de interés debido a la diferencia de competitividad y rendimiento entre las distintas ligas nacionales. Esta situación se ha visto agravada por la crisis del Covid 19 y el hecho de que los cambios anunciados en la máxima competición continental no se implanten hasta 2024.

Por otro lado, la UEFA, FIFA y estamentos nacionales han defendido a ultranza (lógicamente) su modelo actual, alegando que la Superliga era elitista, cerrada y que deben prevalecer los méritos deportivos y no los compromisos institucionales o fundacionales. El hecho de que la Superliga sólo diera 5 plazas para méritos deportivos y 3 invitaciones sin un criterio claro y definido fue el punto fundamental donde se apoyaron estas críticas.

Hasta aquí, todo claro. ¿Cuál es entonces el gran problema? En mi opinión, las formas de proceder. Por un lado, la Superliga se anuncia con un vídeo promocional el día anterior a la aprobación de las modificaciones en el formato de la Champions, con argumentos dirigidos mayoritariamente a los clubes grandes e incisivos en el tema económico, lo cual crea un rechazo entre los aficionados. Por otro lado, la UEFA y la FIFA contestan con amenazas de expulsión de competiciones nacionales e internacionales y el veto a los jugadores de esos equipos en competiciones de selecciones nacionales. Es decir, mucho envalentonado y poco talante conciliador, es decir, lo habitual cuando hay dinero de por medio.

Además, la repercusión de todo este asunto ha llegado al punto que siempre es necesario evitar en el deporte: la interferencia de los políticos. En Inglaterra, Boris Johnson atacaba la Superliga de forma directa y trataba de ejercer presión sobre los clubes de su país. Y en España, los «Reyes de la demagogia y el bien común de los españoles», es decir, Podemos, los nacionalistas vascos y catalanes y Bildu (entiéndase la ironía) hablaban incluso de expulsar a Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid de la Liga, sin tener ni la más remota idea del impacto que ello supone en el fútbol español y en toda la industria asociada. Nunca aprenden.

Pero bueno volvamos al fútbol. En este punto propongo mi solución para crear el término medio que intente, y ojalá lo consiga, contentar a todos. Mi idea sería mantener la Champions League, pero con un formato totalmente diferente. Para ello, este formato estaría conformado por clubes de las 9 ligas más importantes por Coeficiente UEFA de Europa, de tal forma que las tres mejores tengan 4 representantes, la cuarta y quinta tengan 3, la sexta y séptima cuenten con dos representantes, y las dos con menos coeficiente estén representadas solamente por el campeón. Es decir, 24 equipos. A continuación, la fase de grupos estaría dividida en 4 grupos de 6. Y aquí llega uno de los puntos clave: estos grupos deberían ser determinados por sorteo puro, sin condicionantes previos, que permita enfrentamientos de gran nivel desde el principio. Y de cada grupo, los 2 mejores equipos pasarían a un cuadro final, a desarrollarse en una única sede en un intervalo de 7-10 días, con cuartos de final, semifinales y final. Por otro lado, este formato puede ser perfectamente extrapolable a la Europa League y a la Conference League, con una participación de 48 y 72 equipos respectivamente, englobando a todas las federaciones a través de fases previas y plazas proporcionales a su Coeficiente UEFA. Evidentemente, si las Ligas mejoran o empeoran en su coeficiente, pueden tener más o menos representantes en cada competición.

Para acabar, si es bueno dejar claro algo que es una realidad: el fútbol profesional no deja de ser un negocio, pero algo atípico. Un negocio basado en la pasión, en el sentimiento de los aficionados y en la incertidumbre provocada por este componente en los clubes menos poderosos o con otro modelo de trabajo. En definitiva, el fútbol es un tesoro de la gente que los dirigentes deportivos tienen el deber de salvaguardar, por encima de sus propios egos.

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