La odisea del supermercado

Vamos a dejar por un momento el mundo de la política, las vacunas, la violencia y todo eso que hace que se generen cambios, nada agradables, en el sistema nervioso autónomo y en el sistema endocrino. Hoy vamos a relajarnos y hablar de los supermercados (sí, los fachas de VOX cuando no tenemos gatitos para comer no nos queda más remedio que ir al súper).

Ir a comprar al supermercado se ha convertido en una empresa casi épica. Para adquirir adecuadamente los elementos garabateados en la, siempre incompleta, lista de la compra uno debería ir al supermercado con un séquito de expertos, pero los de verdad, no los expertos en “expertitud” como los del gobierno.De veras, no exagero.

Ante la sección dedicada a la higiene personal, por ejemplo, me aturden tales problemas existenciales que en más de una ocasión he tenido tentaciones de llamar a mi dentista para consultarle sobre mis necesidades bucales. Porque, ¿Qué es lo que realmente necesito? ¿Un aliento más fresco, menos sarro, una sonrisa más blanca, una acción anti-bacterias, unas encías más fuertes? Pues yo necesitaba una pasta dentífrica pero ahora que lo pienso… no sé.

Pero bueno, superado este obstáculo y tras elegir, leemos el siguiente artículo: cepillo de dientes … ¡Horror! Porque significa que debemos comenzar de nuevo: blando, medio, duro; cerdas normales o para masajear encías; que limpie o no la lengua; mango normal o ergonómico, rígido o basculante; cepillo manual o eléctrico … y otros tantos minutos perdidos. Seguimos con nuestra lista: champú y suavizante … más dudas del tipo: ¿Quién soy? ¿Qué necesito? ¿Qué quiero? Porque la elección es múltiple … Cuero cabelludo normal, graso, seco; cabello ondulado, rizado, encrespado, liso, coloreado; champú con vitaminas, con ácidos frutales, con partículas de seda… suavizante con o sin aclarado, 2 en 1 o normal, para cabellos apagados o sin volumen, puntas abiertas, etc., etc., etc. que diría el rey de Siam. Necesitas un curso de autoconocimiento antes de estar preparado para ir a hacer la compra.

El problema reside en que cada sección conlleva más de lo mismo, desde los productos de higiene personal hasta los productos de limpieza del hogar, pasando por todo tipo de artículos. Algo que me sorprende son la cantidad de olores que pueden introducir en las más variopintas mercancías. Existen suavizantes para la colada con olor a melocotón, detergentes con olor a limón, fresa o manzana, ambientadores que perfuman la estancia dejando «un suave aroma a flores”; todo huele a frutas o flores, excepto … las frutas y las flores.

En el apartado de verduras y frutas frescas la única fragancia perceptible es, en ocasiones, la del producto que usan para limpiar donde, curiosamente, no utilizan productos con olor a frutas o flores. Con una venda en los ojos y sirviéndome, exclusivamente, del olfato, no lograría distinguir un limón de una piña ni un tomate de viña de un melón, la fruta en las grandes superficies no huele. Claro que ahora, con la mascarilla, no quiero decir a qué huele el mundo, que después de casi dos años ya podrían haber inventado un “arbre magique” adaptable al interior del bozal. Al menos los melocotones olerían, aunque fuera a pino. Con las flores pasa exactamente lo mismo. ¿Quién no se ha sorprendido, en alguna ocasión, ante un colorido ramo de flores por el penetrante aroma de las mismas? Eso pasa porque ya no estamos acostumbrados ya que muchas no huelen, pero qué podemos esperar en un mundo donde las compresas huelen a nubes.

Entrando en la nebulosa zona de los productos alimenticios es donde se hace gala de un libertinaje casi obsceno a la hora de insultar a la naturaleza … La mayoría de los productos expuestos han sido aderezados artificialmente con una serie de condimentos, los cuales, se dice, son sumamente beneficiosos para nuestra salud. Así encontramos yogures con bífidus, plus de proteínas, con azúcar, edulcorante o nada; leche con calcio y vitaminas añadidas, ácido fólico, sales minerales, entera, semi y desnatada; galletas con Omega3 (yo pensaba que Omega3 era una peli que regalaban con las galletas), zumos a base de concentrado…claro, si gastáis la fruta en hacer gel de ducha luego no hay para los zumos. También están los que llevan anti-oxidantes, éstos fijo los inventó un fan de Terminator; anti oxidantes ¿en serio? Pero si lo que hay que idear son zumos a los que no se les vayan las vitaminas, esto cualquier abuela te lo dirá.

Pues otro curso al que apuntarse, dietética o química, porque menudo dolor de cabeza. ¡Si hay hasta sal sin sodio! ¿Pero qué brujería es esa? ¿Sal sin sal? Vale, que sí cerebritos, lo sé, se hace sustituyendo el sodio por sales de potasio…que lo llamen, no sé, “pal” o algo, basta de coger nombres que ya existen para confundiral personal, que al precio que están ciertas cosas ya se podrían estrujar las meninges.

Diversificar y ofrecer múltiples variedades de un producto resulta estupendo, sí, pero a veces se pasan con la inventiva. ¿El último ataque de risa?  Unas lonchas de queso «inteligentes”. Sinceramente, vistos los niveles a los que puede llegar la estupidez humana lo que menos me sorprende es que el queso pueda ser inteligente, pero me da un poco de miedo tener algo así en la nevera. Imagina que voy a coger una loncha y él, que lo sabe, (porque es inteligente) se me tira al cuello, en defensa propia. ¡Quita, quita…! Queso  de toda la vida, tonto.

Mira, las «Pantera Rosa», esas no engañan, ya sabes que no hay panteras de color rosa y, además, desde que la compras hasta que le hincas el diente sabes, sin necesidad de leer los ingredientes, que el pastelito tiene más en común con una Barbie que con las magdalenas de la abuela, solo le falta «Mattel» impreso en el coloreado glaseado, además no son inteligentes, cosa que tranquiliza. En definitiva, que voy por el súper con cara a lo Kurt Cobain, hastiada por las múltiples dudas que debo plantearme y con el miedo de confundirme y volver a casa con el “Chucky queso” inteligente. Una odisea.

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