Propósito de enmienda

Hay un eco mistérico, casi místico, en el acto de pasar del año viejo al nuevo. Es una puerta que se abre, (¡abracadabra!), justo al filo de las 12, hacia una luz que nos llama. ¿Recuerdas cuando se le prendía fuego al calendario, con apenas una hoja, la que correspondía al mes de diciembre? Volaba desde el balcón como bengala rutilante, crepitante hasta llegar al suelo, consumido en una laminilla negra y arrugada. En resumidas cuentas: ¡adiós infausto 2021!, ¡bienvenido seas, 2022! ¡Querido amigo!, ¡coge papel y lápiz! A un lado, escribe el “debe” y, al otro, el “haber”. Son dos columnas perfectas, en perfecto orden, como ejércitos en formación, a punto de entrar en combate. ¡Es tanta la demanda y tan desmayada la oferta! ¡Atento a lo que prometes, que te conozco! No te vayas a enmerdar en tu propósito de enmienda.

Después de las comilonas navideñas, lo más urgente suele ser perder peso. Juras, por la memoria de tu padre, que estás dispuesto a quitarte esos tres o cuatro kilitos de grasa. El segundo puesto del ranking lo ocupa el tabaco, y el tercero el alcohol, aunque fumes en pipa y no bebas mucho, más allá del cuartillo de vino y de una cerveza o dos al día. La cuesta de enero ya será bastante viacrucis, por lo manirroto que eres. Y, a todo esto, la luz, ¿está más cara o más barata? ¡Últimamente no hay cristo que se aclare! ¡Uno no sabe si encender la calefacción o el aire acondicionado!

Un decidido cambio de imagen no te vendría mal. Eres demasiado igual a ti mismo desde hace demasiado tiempo. Un buen corte de pelo ayudará, y algo de color en tu indumentaria: y que no te conozca ni la madre que te parió. Resulta imperativo empezar a ahorrar un poco. Se acerca la jubilación, ¡cuántos objetos inútiles poblando tu paisaje doméstico! Hace tiempo que no metes ni una triste moneda en el cerdito de barro. No recuerdas cuándo abandonaste la costumbre de guardar allí las perras gordas. Dices que te contendrás, pero nunca lo haces. En esta Navidad has tirado la casa por la ventana. ¿De verdad hacía falta correr con todos los gastos? Después te quejas y el cinturón te aprieta a ti, y no al revés.  

Quizá antes de que acabe el siglo puedas olvidar, ¡por fin! Ya son… ¿cuántos?, ¿veinte?, ¿veinticinco años? No fue nada y fue todo, al menos para ti. Y ahí sigue su fantasma, incólume, como niebla mental persistente. Empezar a decir “no” se hace improrrogable. Contestar a todo que “sí” es venderse muy barato. A ver: ¡repite conmigo!, ¡no!, ¡no!, ¡no! ¿Lo ves?, ¡no es tan difícil! Claro que una cosa es prometerlo y otra cumplirlo. Te embarcan y ¡hala!… ¡catapún! De tan flojo, van a pensar que eres idiota. ¿Tú me escuchas?, ¡pues no lo parece! Y trátate ese tic, que me canso solo de verte. De los talleres me hablas a menudo, pero nada de nada: taller de tapicería, taller de pintura, taller de interpretación… Pilates, yoga, Aikido, Tai-Chi… No dirás que no tienes dónde elegir, para ahuyentar esa soledad que te cercena. Reconozco que lo de ir a Florencia es más complicado. Sí, ya sé, eres fóbico y no coges aviones. Tendrías que hacer el trayecto en coche y no sabes conducir. Bueno, búscate un compañero de viaje y santas pascuas. ¿No eras tú el que quería experimentar el síndrome de Stendhal? Siempre he creído que no es más que un éxtasis de los de toda la vida. Por eso no te hagas mala sangre. ¡Paparruchadas de los turistas y los gafapasta!

El cese de las hostilidades me parece prioritario. Los antiguos decimos enterrar el hacha de guerra. Al fin y al cabo, ¿es tan grave lo de tu hermana?, ¿qué fue exactamente lo que dijo? Has de reconocer (aunque la humildad no es tu fuerte) que tú no te quedas corto. ¡Pero si la llamaste burra delante de mí! ¡Y ojito!, ¡que los animalistas acechan el uso del idioma! Tendrías que haberla acusado de un agudo grado de ignorancia o déficit de conocimientos. Perdónala y serás perdonado. Eso sí, al cabronazo aquel, ya sabes a quién me refiero, ¡ni agua! Lo que te hizo no tiene nombre. Apunta en tu lista: no volver a mirarle a la cara. ¡Hazlo ahora mismito!

Comprobar el estado de salud también es importante. Estás como un roble, admitido, pero nunca se sabe. Hace años que no pides una analítica, ¡coño!, ¡no me mires con ojos de cordero degollado! ¿Tanto miedo te da lo que te diga el galeno? Cualquier pretexto te sirve para no ir al ambulatorio. Y haz testamento, no remolonees. Mi agenda está repleta de tachaduras. ¿Cómo que de qué te hablo?, ¡de los muertos!, ¿de quién va a ser? Por cierto, a la rubia aquella le gustas, te lo digo yo. Podrías llamarla y quedar para tomar un café. No me vengas con que eres una piltrafilla para dártelas de mártir. Soy tu amigo más íntimo, ¿recuerdas?, y no te encuentro tan modesto. Tienes toda la razón: consejos vendo y, para mí, no tengo. Pero no se trata de mí: ahora se trata de ti, ¡o te lanzas o te quedas para vestir santos!

Podrías llegar a ser un hombre nuevo, pero sólo si dejas de huir. Mira hacia atrás: ¡nadie te persigue! Se acerca tu catarsis, tu renacimiento, tu bautismo, si observas mis indicaciones, que son el eco de las tuyas. Primero te lamentas y luego te emperras: no es más que un trampantojo, dices, un engañabobos, un burdo truco de magia blanca. Rematas la faena moqueando y lloriqueando porque otra vida ya no es posible. Cuando acabe este 2022, nos veremos las caras. ¡No jures en vano!, ¡cada año que pasa, te creo menos! Y no te comas los doce meses como las doce uvas: corres el riesgo de atragantarte.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*