Ríos de tinta han corrido ya sobre el candidato de Vox a la presidencia de la Junta de Castilla y León y, como ocurre siempre, para escudriñar hasta el último aspecto de su vida personal y, sobre todo, de su timeline de Twitter. Nada se pasa por algo cuando se trata de desprestigiar a cualquier persona que de el paso adelante para encabezar una candidatura del partido de Santiago Abascal por el bien de su país. Juan García-Gallardo Frings, un joven y formadísimo abogado ya sufre en sus carnes lo que hemos tenido que soportar todos los representantes de Vox en nuestras instituciones. Ya conoce de primera mano cual es el comportamiento de la bestia alimentada con el dinero de todos pero que únicamente sirve a un siervo: el globalismo y sus infinitos tentáculos disfrazados de buenismo complaciente con los que tienen su bota en el cuello del ciudadano de a pie.
No solo sirvan estas líneas de este humilde columnista y concejal para enviar mi más sincera enhorabuena al que es ya el compañero candidato a una de las regiones más maltratadas por la dichosa Agenda 2030 que pasa por encima de la agricultura y ganadería española, motor indiscutible de la España rural y, por ende, del conjunto de la economía nacional. Tengan también su significado en la enésima denuncia a la prostitución mediática que pasa por alto auténticos dejes totalitarios y, porqué mentir, delictivos de representantes y candidatos de otras formaciones políticas. Y es que en este país hemos tenido que soportar durante años al enemigo número uno de la libertad: al admirador de la ETA y asesor del genocida Chávez. Pablo Iglesias ha sido tratado como una suerte de «libertador» de la clase obrera cuando no es sino su principal castigador. Un malévolo personaje que admitió su deseo de «azotar hasta que sangrase» a una periodista como Mariló Montero. Un sinvergüenza metido a político que se emociona cuando agreden salvajemente a uno de nuestros policías. Un mercernario del odio elevado a la categoría de héroe por los mismos que hoy sacan de contexto tuits de Juan García-Gallardo escritos con sorna cuando tenía 20 años -hace 10-.
La lacra que sufre España con sus grandes medios es insoportable para los que amamos la Libertad. Y son «grandes», precisamente, por contar con el apadrinamiento público y notorio de los lobbies dominantes de este país -incluidas las instituciones- y están encaminados a encumbrar a la izquierda progre y a un Partido Popular que luce orgulloso su bandera de lucha contra la «emergencia climática» y contra el verdadero patriotismo, el de mirar por los españoles y su futuro por delante de todo lo demás. Pero todas estas puñaladas traperas a todo aquel que no les baile el agua no son más que elementos definidores del miedo, del terror, que provocan las encuestas -las reales, las que no se publican por no ser lo suficientemente favorecedoras a sus propios intereses-. La calle tiene un idioma distinto -y opuesto- al de los despachos. Se respira distinto. Y lo saben. La suerte del poderoso lobbie mediático está unida en su destino al del bipartidismo. Y por eso lloran en forma de ataques indiscriminados y sin resultado alguno a todo lo que «huela» a Vox.
Terror a Vox y terror a que se apueste por grandes valores jóvenes que hipotecan su presente y parte de su futuro a la defensa de los valores de la Agenda España. El que un abogado de 30 años vaya a estar al frente de una nutrida representación de diputados en las Cortes de Castilla y León duele y mucho y es que uno de los valores que imperan en Vox es el de la férrea defensa de que a nuestros jóvenes se nos permita, al menos, tener las mismas oportunidades de desarrollar una vida familiar y laborar próspera que tuvieron nuestros padres. Es profundamente injusto que los jóvenes únicamente sirvamos para seguir pagando la deuda pública que Partido Popular y PSOE han dejado caer sobre los hombros de los españoles como una losa de hormigón imposible de levantar. Y no solo nos justo sino que maldice nuestra capacidad de progresión como Nación y nos coloca en una clara situación de desventaja en la competitividad con el resto de países extranjeros que caminan unidos a la destrucción de occidente como puede ser China, principalmente.
Vox apuesta por los jóvenes y ha quedado suficientemente demostrado que no solo lo hace para el marketing político en campaña electoral. Es una apuesta de fondo y forma que da traslado a la sociedad en general que otra manera de hacer política es posible y que hoy por hoy dicha posibilidad únicamente pasa por un partido. Y serán los jóvenes los que llenen la «España vacía» si se favorece lo suficiente el campo como para que deje ser un sector maltratado por, entre otros, el Ministro de Consumo, el infame Alberto Garzón. Y serán los jóvenes los que creen las empresas que guiarán la economía española si dejan de ser lastrados con infinitas regulaciones «proclimáticas» y una carga fiscal que las aboca, tarde o temprano, al cierre. Y serán los jóvenes los que formen las familias que acaben con el «invierno demográfico» que vive España y que justifica la sustitución poblacional por inmigración irregular que tanto favorece el establishment. Pero todo sabemos que este panorama implicaría un marco de libertades y un crecimiento económico que ataría de pies y manos a un cuarto poder que, aterrado, solo sirve ya para implantar el miedo en las cabezas de los españoles.
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