Democracia uno más uno

Siempre dije que una Democracia perfecta no es aquella en la que más se vota sino aquella en la que todo lo que se vote, se vote en libertad. Y esa libertad incluye, como asunto inexcusable, el pleno conocimiento de aquellos que votan de todo lo relacionado con lo que se vota. Un conocimiento que debe ser real, exacto, sin contaminaciones ideológicas ni con la plasmación de intereses particulares o políticos en el discurso. Saber escuchar, en unas elecciones al Gobierno de un país, un mitin político, debe ser saber y tener conocimientos sobre cómo funciona el Estado, quién posee las competencias legislativas, cómo funciona la economía, quién elige a los jueces y de qué modo, qué consecuencias puede tener la aceptación de las propuestas de la candidatura… y tener capacidad crítica.

Democracia, libertad, conocimiento y justicia son los instrumentos de convivencia más importantes y más peligrosos cuando son manipulados. Y, normalmente, el destrozo suele comenzar con el ataque al conocimiento. Construir una sociedad del desconocimiento es desarrollar una sociedad con la falta de libertad a la hora de elegir su camino, una sociedad fácilmente manipulable a la que instrumentalizar no sólo a través de unas elecciones, sino a través de un adoctrinamiento con el que dirigir la voluntad de la ciudadanía hacia los propósitos de quién ostenta el poder.

La ecuación es tan sencilla como conseguir que los ciudadanos sólo aprendan a sumar uno más uno. Así no podrán realizar más sumas ni sabrán de fórmulas ni divisiones, multiplicaciones ni restas, sólo uno más uno, que son dos. El paso siguiente consistirá en resumir todas las fórmulas matemáticas a la simpleza de esa suma para que el resultado siempre dé dos y para que para los manipulados ciudadanos no haya otra solución que la que le plantean. Así puede resumirse lo que, en España y en gran parte del mundo, está ocurriendo, especialmente en los últimos años.

La primera de las sumas en la que se insiste es que hubo una guerra civil y que quiénes ganaron constituyeron una dictadura y abusaron de su poder asesinando a inocentes durante mucho tiempo. Ese uno más uno da como consecuencia que sólo hay un bando malo y que el otro es el bueno; porque otra cosa de la que se abusa constantemente es del maniqueísmo totalitario. Bien, sin restar razón, ni dársela, a esta ecuación, se obvia de la fórmula, que es mucho más amplia, el contexto histórico, la situación política y social en el país en la II República o los terribles abusos y crímenes que en ella se cometieron en nombre de la ideología comunista de parte de aquellos que ostentaban el poder, la existencia de las checas, asesinatos por motivos religiosos, acusaciones por cuestiones de interés personal, fusilamientos sin juicio… precisamente en una II República de la que pocos saben que reinstauró la pena de muerte o que llevó al a cárcel al Gobierno de Cataluña, de aquél entonces, por sedición.

La segunda y tercera de las sumas tiene como objeto acabar con la transición democrática. Si al Rey lo designó Franco como su sucesor, el Rey era impuesto por un dictador, por lo que es un Rey ilegítimo; uno más uno… dos. Sin embargo, se obvia que sí era el heredero legítimo de la corona española, que nunca ejerció funciones legislativas más allá de las necesarias para propiciar la transición y un Gobierno legítimo y democrático, y que renunció al poder que le había sido otorgado por esa dictadura y por ese dictador. Y, por supuesto, que fue legitimado a través de la Constitución, tanto él, como la institución monárquica como el sistema de Gobierno, la monarquía constitucional. Por otra parte, si la transición la había hecho un heredero de la dictadura, uno más uno, no podía ser legítima, obviando todo lo anteriormente mencionado.

La cuarta y la quinta ecuaciones vienen a decir, por un lado, que si el golpe de Estado del 36 había derrotado a una república, la república debía ser devuelta por haber sido interrumpida de forma abrupta y por la fuerza. Este uno más uno obvia que los diferentes sistemas de gobierno en la Historia de España se han sucedido, casi siempre, por cambios a la fuerza. De hecho, los mismos que piensan esto no se esconden de opinar que a la monarquía habría que echarla a la fuerza, y no precisamente de forma democrática, la mayoría de las ocasiones. No sería la primera vez.

Y, como no, si pasamos a un periodo democrático en el que nace un partido en el que se integran asumiendo esta transición y este nuevo modelo de país, hijos o incluso ministros del anterior régimen, se trata de un partido heredero del franquismo, como si el franquismo hubiese asumido en algún momento perfiles democráticos o no existieran en el mundo multitud de partidos de derechas o conservadores. O como si aquellos que se hacen llamar comunistas, que estuvieron desde los primeros años de la transición en el Congreso de los Diputados tras su legalización, no tuviesen en sus genes políticos, precisamente, un perfil autoritario, llegando incluso a rendir culto a algunos de los dictadores más sanguinarios de la Historia, como Stalin, o mandatarios dictadores como Fidel Castro.

Otra cosa bien distinta son las víctimas de la guerra o la dictadura que fueron enterradas en fosas comunes y no devueltas a sus familiares en España. Por supuesto que es necesario, y por salud democrática, que sus cuerpos sean recuperados y, en la medida de lo posible, restaurar esa dignidad humana que jamás debió perderse, ni con sus muertes ni con su ocultamiento. Tampoco debemos olvidarnos de que esto sucedió en la primera mitad del siglo XX, cuando ni siquiera había comenzado la II Guerra Mundial. En un contexto histórico e ideológico muy determinado del que deberíamos haber aprendido, y mucho, para ser capaces de medir, y mucho, las palabras y acciones de aquellos que representan la voluntad de los ciudadanos en las instituciones públicas. Cuando todo esto ocurrió ni siquiera existían esos Derechos Humanos reconocidos por la comunidad internacional, ni siquiera se había proclamado la Declaración Universal de Derechos Humanos. Pero es que ni siquiera se había fundado la ONU.

Quedando meridianamente claro que, con esto, no estoy justificando absolutamente nada, sí me gustaría explicar que estos párrafos son, en gran parte, el punto de partida bajo la fórmula de la ecuación de la suma básica como parte de la estrategia de la extrema izquierda, asumida por la izquierda tradicional para nutrirse de este discurso, una forma de adoctrinamiento ideológico que parte, por supuesto, del desconocimiento real de la Historia y de los distintos puntos de vista, de todos los hechos y de todos los acontecimientos. En esta fórmula, uno más uno, siempre dará dos, pero no será la respuesta correcta porque el problema plantea otra serie de fórmulas para las que la ciudadanía no está preparada, por desconocimiento, para poder resolverlas. La fórmula aplicada al problema no es la correcta, pero es la que interesa.

A partir de aquí la aplicación de la fórmula de la suma más elemental se aplica a todo lo posible, porque los resultados están garantizados. Así se entiende que partidos políticos de nuevo cuño, que han defendido y defienden regímenes dictatoriales que llegaron al poder por la fuerza por ser de izquierdas, ignorando los asesinatos en ellos cometidos y el abuso absoluto de la autoridad, se permiten el lujo de condenar la dictadura española, esa sí, por ser de derechas, y muchos adoctrinados a este partido lo ven tan normal y tan coherente, cuando lo normal y coherente, lo democrático, es condenar cualquier dictadura de cualquier signo político.

También así se entiende que estos mismos partidos, que aplauden a esos regímenes no democráticos llenen sus discursos de democracia, así como que dibujen una falsa democracia interna en sus partidos, y se permitan el lujo de justificar la libre determinación de territorios de España bajo la premisa de una consulta democrática. Tan poco saben o quieren saber, realmente, lo que supone una democracia, que ignoran que cualquier sistema democrático tiene sus reglas, sus normas y sus Leyes. Así, por ejemplo, no se podría votar, con nuestro ordenamiento jurídico, instaurar la pena de muerte, o que un asesinato que se produjera sin defensa propia, no fuese delito.

También se entiende que haya muchos ciudadanos que crean que entrar por la fuerza en un domicilio y ocuparlo sea un derecho, porque no saben que el derecho a la propiedad es un derecho en sí que no puede ser vulnerado por ningún otro ciudadano. Y que el Estado no puede libremente embargar ningún bien, como sí hacen los amigos de los nuevos partidos de la izquierda en Venezuela, sin ninguna justificación que no entre dentro de un orden establecido para el bien común y nunca para el bien particular.

También se entiende que, con el poder que les da la fórmula mágica de la suma mínima sean capaces de crear leyes que no den respuesta real a los problemas y que, en demasiadas ocasiones, los agudizan o eternizan pese al alto coste económico y humano que eso supone.

Por desgracia, hoy en día la inmensa mayoría de las leyes más importantes que este Gobierno está llevando a término, casi siempre bajo el planteamiento, empuje y condicionante de sus socios, están plagadas de graves errores que parten de la errónea partida de una fórmula que no responde al problema planteado. Está ocurriendo con Educación, con Economía, con políticas sociales, con políticas migratorias, con políticas de Igualdad y hasta con la nueva Ley Trans, que posiblemente sea muy necesaria pero que aporta planteamientos que no responden a la complejidad del problema planteado y que obvia, entre muchas otras cosas, a partes de una fórmula más compleja que incluye a las mujeres feministas y a su discurso sobre el género que el propio Gobierno dice tanto que pretende defender.

La Historia de España no es un camino rosas, porque ningún país puede presumir de eso y menos con la antigüedad del nuestro y su situación geopolítica a lo largo de los siglos. Uno de los episodios más negros fue sobrevivir a una dictadura que asesinó a aquellos que no pensaban como pensaba su máximo representante, Francisco Franco. Hemos vivido multitud de guerras, pero ninguna tan visceral y miserable como la guerra civil que se produjo entre hermanos y ninguna transición política en el mundo tan extraordinariamente generosa entre todos los hermanos como para darse un abrazo después de todo lo sufrido.

Vivimos el silencio, la censura y el pensamiento único en esa dictadura. Vivimos en una dictadura en la que existía el miedo a pensar y a sentir, a expresarse y a ser. Jamás entenderé que ninguna fórmula matemática y ningún desconocimiento por parte de los ciudadanos nos llevase de nuevo a pasar por ese tipo de autoritarismo, en el que el pensamiento único sea el único permitido y reservado; que aquellas personas que no piensen como piensa el Gobierno sean enemigos del Estado o tengan que ser insultados y silenciados. Vamos camino de ello.

El último ejemplo de la fórmula del uno más uno, y más aclaratorio quizás, sería el de «si no está de acuerdo con los planteamientos del Gobierno es que es facha». Uno más uno, facha.

Me gustaría cerrar este artículo haciendo uso y abuso de esa fórmula matemática de una forma bien simple. Y es que, si la mayoría de las leyes que se están aprobando cuentan con el apoyo de partidos que se presentan como enemigos del Estado español, por algo debe de ser. Uno más uno, dos.

Y acabo como comencé, dejando bien claro que una Democracia sin libertad no es una Democracia. Y votar bajo una manipulación ideológica, histórica y bajo un enorme desconocimiento de lo que se vota, de la Historia y del funcionamiento de las instituciones no es Democracia.

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