El enemigo de mi enemigo

Últimamente observo cómo algunas personas se dedican a recopilar y compartir tuits y artículos de hace unos años firmados por Beatriz Talegón y, al mismo tiempo, reprochan y atacan aquello que defendió o sobre lo que opinó. En su momento, la primera en criticar algunas de sus ideas fui yo. En muchas cuestiones, teníamos criterios diferentes hasta que llegó eso llamado “pandemia”. Ahí empezamos a tener muchos puntos de vista en común, quizás demasiados.

Cierto es que siempre ha lucido una notable osadía al defender aspectos políticos y sociales que, en algunos casos, solo casaban con una minoría, y jamás se ha achantado a la hora de expresarse. Pero, con el tema de la “plandemia”, había que tener una especial entereza, pues cualquiera que se saliera del discurso oficial al respecto era denostado, atacado ferozmente y lapidado socialmente por propios y extraños, por afines y contrarios. Lo sé porque yo, al igual que les ha sucedido a otros, lo he vivido de primera mano.

Por aquel entonces, yo militaba en Vox, siendo además miembro orgánico del partido con ciertas responsabilidades y, cómo no, tras apoyarla, me empezaron a llover críticas y ataques de más de uno, tanto en redes como en persona. ¿Cómo podía seguir y apoyar a esa persona “de izquierdas”, esa “protege etarras”, esa “roja separatista” y, más insultante aún para algunos, “esa que ha pedido ilegalizar a Vox”? Empezando porque mi libertad se encuentra por encima de cualquier ideología, y siguiendo porque odio los sectarismos, esa era mi respuesta a todos ellos, añadiendo combustible a esas opiniones ferozmente críticas, ya que, incluso, “los de mi cuerda” seguían el discurso único sanitario.

Si algo tengo claro es que el mundo ya no nos divide en izquierdas y derechas, aunque lo siga pareciendo, sino que lo hace entre patriotas y globalistas: aquellos que defienden la libertad individual, no aceptando los dictados gubernamentales sin previa recapacitación y juicio al respecto, y aquellos que siguen el discurso oficialista.

A mi modo de ver, Beatriz Talegón ha demostrado con creces ser una de esas personas que defienden la libertad individual y lo justo. Me da igual que la tachen de oportunista o de lo que sea; ante las imposiciones globalistas, que últimamente se han acelerado bastante, les ha plantado cara. Está claro que el globalismo y todos los seguidores de lo que se viene a llamar Agenda 2030 o “Nuevo Orden Mundial” son nuestros enemigos: los que, desde el fatídico 2020, han dejado libre a esa Hidra ideológica, tejiendo sogas para ahogar nuestra libertad, nuestra forma de vivir, nuestro criterio; todo ello legislando, persiguiendo, encerrando, condenando y, sí, hasta inyectando cierto mejunje a la población, un experimento génico, antes jamás inoculado en humanos. Todos ellos son enemigos del ciudadano; por ese motivo, son mis enemigos y, por tanto, el enemigo de mi enemigo es mi amigo.

Bea Talegón, con la que hace unos años tenía tanta disparidad de opiniones, ha hecho lo que tantos periodistas tendrían que hacer: dejar de lado las distracciones y centrarse en el principal problema que está infectando nuestra sociedad y buscar los puntos de unión social y no aquello que nos distancia. Es lo que quieren los globalistas: apelar al divide y vencerás, nunca antes tan utilizado por Gobiernos y autoridades. Por ese motivo, deberíamos escuchar a todo aquel que hoy en día es tachado de disidente y recapacitar, independientemente de opiniones pasadas o ideologías.

El mundo está infectado con un cáncer social y no podemos seguir pensando como en el siglo pasado. Los ciudadanos no nos podemos permitir seguir enfrentados entre nosotros por cuestiones que no son más que meras distracciones. Me da igual, hoy día, la opinión de Beatriz Talegón en ciertos aspectos políticos. Sé que ambas tenemos puntos de referencia comunes y, sí, se trata de una persona con la que me iría a tomar un café disfrutando de su conversación.

Nadar contracorriente es cansado y, en un mundo cada vez más preocupado por el ego, escuchar al contrario, aunque no sea de nuestra “tribu”, resulta, para algunos, intolerable… pero nunca ha sido más necesario. Nos quieren asustados, cabreados y enfrentados; rompamos el molde y pensemos, como se dice en EE. UU., “Out of the box” -fuera de la caja- no olvidándonos de lo que ya he repetido en líneas anteriores: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Solo así se consiguen ganar las batallas y, a la larga, las guerras. Porque, no lo dudéis, estamos desde el principio del nuevo siglo en una guerra, una guerra social e ideológica, una guerra de poderosos contra ciudadanos… y no me refiero a esos poderosos descritos por los comunistas de antaño, sino a los que no vemos, los que realmente están detrás de la economía, las guerras armamentísticas, la política a gran escala y los cambios sociales; esos invisibles que deciden el devenir de los tiempos.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

1 Comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*