
Buenas noches Sr. Trump.
Sí, le digo buenas noches porque aquí es ya de noche, aunque es obvio que en estos momentos usted estará disfrutando de la tarde. Sírvame este detalle para iniciar lo que considero una metáfora de la objetividad con la que se puede gobernar en el mundo cuando se tiene el poder que usted ostenta, esa objetividad de mirar las cosas desde todos los ángulos y desde todos los puntos de vista y no únicamente desde el suyo.
Sí, ya lo sé, que va y quiere hacer a América grande. Pero también en ese punto quiero recordarle que la grandeza de EEUU siempre ha dependido de su dependencia del bienestar de Occidente en una operación de compromiso y cooperación entre pueblos que comparten democracias parlamentarias, un pasado, y pretenden compartir un futuro en armonía y en progreso. Su país no habría sido jamás grande si, desde Europa, no hubiesen comprometido su futuro a su defensa, por ejemplo. Porque, si hay algo que nos une es una cosmovisión del mundo en el que los estados protegen a sus ciudadanos y conforman una gran estructura sostenida entre todos para defender ese estado de cosas en las que sentirse libres e iguales en derechos y oportunidades.
Sí, oportunidades. Porque otra de las cosas que ha permitido a EEUU ser grande en su Historia ha sido, precisamente, que siempre fue, en la modernidad, ese país de estados en el que las personas libres podían vivir en libertad la oportunidad de demostrar, con su trabajo y esfuerzo, que se podía triunfar en la vida. Alcanzar la ciudadanía estadounidense era el comienzo del sueño americano. ¿Y sabe usted por qué, además, hizo esto grande a su país? Porque gran parte de los mayores y más esenciales, imprescindibles y necesarios trabajos para que eso se lograran lo consiguieron personas que no nacieron allí, sino que llegaron para transformar su vida, consiguiendo transformar, a la vez y para mejor, los Estados Unidos de América.
Por supuesto que no todo fue un camino de rosas y por supuesto que hubo criminalidad procedente de parte de esos emigrantes. Ojo, que también ha habido emigrantes de su país que han cometido delitos, y muchos, en otros países del mundo. Pero, cuando hablamos de personas debemos hablar de Humanidad por encima de todo. Castigar los delitos es algo absolutamente necesario para garantizar la paz social y el estado de bienestar, claro que sí. Pero también controlar la producción, venta y tenencia de armas por parte del Estado es una responsabilidad ineludible. Si usted cree que deben irse los migrantes que cometen delitos por no poder controlar a estas personas y suponer un peligro contemple, igualmente, el deber de controlar, igualmente, la utilización de las armas por parte de la población, porque es parte del problema que están viviendo. Siendo su responsabilidad, están muriendo demasiadas personas a manos de esas armas, incluidos niños. No mire para otro lado cuando, quizás, gran parte del problema lo tiene usted en casa. En Europa estas situaciones no se viven, pregúntese el por qué.
Hay una parte de su malévola actitud, en ocasiones, que debo confesar que me encanta, y esa niñez que pocos comprenden y que aún no le ha abandonado. Sí, un niño maduro con brotes de ilusión, en ocasiones, pero también de pataletas e ira, por no decir otras de enfados por no conseguir los caprichos que persigue. Tenga cuidado con esa parte de niño y nunca permita que controle su parte de sensatez, porque pocas cosas hay más crueles que la crueldad manifiesta del egoísmo de los niños cuando no son corregidos. Y se ve claramente que usted poco permite que lo rectifiquen.
Otro aspecto que me llama mucho la atención de su discurso es ese lenguaje contra la conocida como “ideología woke”. Mire usted, podemos estar más o menos de acuerdo con las premisas que marca este movimiento, pero el hecho de que usted extienda todo lo que desde el mismo se predica a todo lo que se mueve y pertenezca al movimiento LGTBI creo que es un insulto, primero a su propia inteligencia, que estoy convencido de que da para mucho más; y en segundo lugar, supone una terrible contradicción con otros avances sociales conseguidos con muchos sacrificios y con mucha voluntad sobre personas que históricamente sufrieron mucho por su condición. No se trata de tomarse a la ligera estas cosas ni sentenciar desde su día la noche que pueden estar viviendo otras personas en el mundo, en ocasiones en su propio mundo.
Algo parecido me ocurre con su cosmovisión de las mujeres, que parecieran ser relegadas a un estado inferior. Comprendo que su educación debió de ser terriblemente machista en su época y sé perfectamente la influencia que la alta sociedad de hace unas décadas podía ejercer en los jóvenes y no tan jóvenes. Sin embargo, la evolución de la sociedad y los resultados obtenidos en la capacidad de ejercer el liderazgo demostrado en empresas y hasta en gobiernos de todo el mundo debería hacerle reflexionar en que la fuerza física no es, hoy en día, el fiel reflejo de las capacidades de liderazgo y de éxito. Las mujeres son mucho más capaces de lo que parece que usted pretende imponer. En su propia familia tiene ejemplos más que palpables de que es así.
Otro elemento preocupante de su política, vista desde la noche que se extiende a estas horas por Europa, es el de la integración real de las personas afroamericanas. No se trata de perseguir, condenar y hasta prejuzgar y castigar por encima de lo que se haría con un blanco la conducta de estas personas, sino de profundizar realmente en las razones de por qué suceden las acciones no correctas cuando se producen desde ese lado y qué tipo de esperanza pueden tener en conseguir avanzar en la sociedad de su país en igualdad de condiciones y sin esos prejuicios. Algo lleva fallando demasiado tiempo y es algo que debería ser analizado desde todas las perspectivas, no sólo desde una. Frente a una notable integración se produce un rechazo al sistema de gran parte de esta población que se hacina, en ocasiones, en determinados barrios y comunidades como un modo de defensa porque se sienten señalados, simplemente por ser afroamericanos. Esto es intolerable.
Volviendo a su visión del mundo y a su poder en ejercicio bajo el conocimiento de la influencia de sus decisiones, debo advertirle que la política no se puede reducir al chantaje, a la extorsión y a la amenaza. Usted no sólo no está haciendo con ello a América más grande, sino que la está empequeñeciendo desde el punto de vista humanista reduciendo sus decisiones a puros flases sin profundidad, a sentencias y veredictos ajustados a sus intereses o a los de sus analistas y que obvian por completo no sólo el resto de la realidad, lo que le perjudica a efectos de justicia e igualdad, sino que, además, y ya está más que comprobado, no mide las consecuencias.
Hoy en día no es posible comprender el entramado financiero y la realidad monetaria internacional sin la inseparable relación de Estados Unidos y Europa. La nueva amenaza vertida por usted de elevar los aranceles a Europa un 50 % en junio, realizada en el día de hoy, no es sino un boomerang que, de nuevo, terminará impactando sobre su propia economía y sobre sus propios intereses beneficiando, a la vez, a los de su rival económico China y a su rival estratégico, aunque no sea capaz de percibirlo, Rusia. Eso son contar que cualquier debilitamiento de Europa supondría un debilitamiento internacional de su país en cuestiones de geopolítica o de incluso economía global.
Sinceramente creo que, en su delirio ideológico, arropado por la clase más casposa de USA, usted pretende ser, como se dice por aquí, más papista que el Papa, y con ello, en su pecado llevará su penitencia.
El mundo sabe que su entendimiento con el difunto Papa Francisco no era, precisamente, un camino de rosas. Sin embargo, haciendo alusión a su nombre, que no a su congregación, quiero acabar el artículo de hoy con una oración que define claramente el cambio de actitud que los gobiernos y los gobernantes del mundo deberían de aplicar para, entre todos, conseguir el objetivo que, sin duda, es el prioritario en la ciudadanía de todo el mundo. Y lo siento por a los pueblos judío y musulmán a los que, especialmente, debe de afectar en su posicionamiento por convicciones religiosas, su mensaje.
¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que allí donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya error, ponga yo verdad; donde haya duda, ponga yo fe; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya tinieblas, ponga yo luz; donde haya tristeza, ponga yo alegría. ¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto ser consolado como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar. Porque dando es como se recibe; olvidando, como se encuentra; perdonando, como se es perdonado; muriendo, como se resucita a la vida eterna.
Periodista, Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos por la Universidad de Granada, CAP por Universidad de Sevilla, Cursos de doctorado en Comunicación por la Universidad de Sevilla y Doctorando en Comunicación en la Universidad de Córdoba.
Be the first to comment