Mariano Rajoy pronunciaba esa cita en el debate de su moción de censura y con la que titulo mi artículo hoy para analizar las consecuencias reales que tendrá la moción de censura para el Partido Popular y Vox. Hemos asistido tal vez, a la moción menos útil de la historia de la España democrática. No lo digo por sus intenciones, pero sí, por las palabras que pronunció el candidato a la presidencia y que tanto ha defendido su legión de bots en redes sociales. Pablo Casado puede haber errado, y mucho, durante estos años, desde que ganó las primarias a Sáenz de Santamaría. Puede haber cometido tantos errores, que su figura política no dé más de sí, y nunca llegue a pisar La Moncloa.
El líder popular, desde su nombramiento, ha ido de error en error. Erró al colocar a la libre Cayetana en un puesto que la encorsetaba, y ahora ha errado por perderla como gran baza para atraer a esa España del raciocinio. Quiso competir con Vox cuando la Sexta y compañía comenzaron a poner el foco en los verdes después de aquel acto en Vistalegre. Volvió a equivocarse cuando dio la llave de gobiernos, diputaciones, consells, cabildos y ayuntamientos a Vox, al original, a ese partido sin ataduras, que venía a ocupar el espacio que Rajoy había dejado secar. Ese Vox liberal-conservador que muy poco tiene ya que ver con la línea Buxadé que parece liderar a los de Abascal hoy.
Pablo Casado se equivocó al no tender realmente la mano al gobierno durante la pandemia y ahora acusar a Vox de inoportuna moción de censura, además de nacida fracasada. Los de Abascal presentaban una moción lógica y comprensible. Vox ha querido convertirse en la voz del hastío de los españoles con la clase política, sin embargo, para gran parte de España, ha quedado como lo que desde sus orígenes ha sido. Un partido antieuropea, un partido que poco tiene que ver con ese liberal-conservadurismo que defendían en 2018. Un Vox proteccionista que comparte más políticas con Podemos y el separatismo radical que con el Partido Popular.
Es por esto que Pablo Casado ha acertado. Ha acertado al convertir sus discursos broncos e incoherentes en un discurso de lo más personal y sentido. Sus palabras son las de millones de españoles que ven cada semana como el circo abre sus puertas con insultos y gritos de puro populismo barato, y encima muy bien remunerados. El Partido Popular, después de mucho tiempo rozando la indiferencia, ha colocado la primera piedra hacia la reconstrucción de la España moderna, vanguardista, plural y tolerante en la que todos tienen voz. Una España muy diferente a la “España viva” que quiere Abascal y que recuerda más a esa de “el futuro nos pertenece” de la utópica Madrid de La Valla.
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