La ¿nueva? gran coalición

Por más que fuera un secreto a voces, por más que, ahora, todos los analistas políticos compitan por ganar el premio a “yo lo dije primero”, no deja de sorprender que ayer, día de la Inmaculada Concepción (esperemos que sea casual), patrona fiel de España y del arma de Infantería de nuestro ejército; el Partido Popular se presentara ante la opinión pública y, lo que es más importante, ante la opinión de su propio electorado, para lanzar la propuesta de una “gran coalición” con el PSOE. Y dirán ustedes: “No puede ser. Tiene que ser un error de interpretación.” Ojalá…Y es que, no hay errores de interpretación posibles cuando, en las mismas declaraciones, el Partido Popular presenta como opción alternativa al pacto con el PSOE, que Vox le preste su apoyo gratis et amore, siempre en el hipotético caso de que el Partido Popular obtenga un resultado mayor que Vox, aspecto por el que, en este momento, yo no me apostaría nada.

Como dice mi amigo Javier García Isac, el Partido Popular se ha convertido en la oposición que todo gobierno desea. Es el yerno ideal para una suegra. Manejable y a favor de obra. Dispuesto a colaborar con el socialismo que nos está destruyendo desde los cimientos, con tal de frenar a Vox. Lo que sucede cuando renuncias a tus principios y a tus valores es que te puedes permitir el lujo de tener unos diferentes cada día. Y eso es, exactamente, lo que está pasando en el Partido Popular.

Acuérdense de lo que ya decía el señor Feijóo en Galicia, en mayo de este mismo año, cuando hablaba de “recuperar la centralidad” y mostrarse atractivos a la “socialdemocracia que se siente huérfana” (no sabemos si de padre, de madre o de ambos). Nada es casual. Porque, además, no nos engañemos, las políticas que se aplican en regiones como Galicia hacen ya feliz al socialismo (políticas LGTBI, políticas de género, políticas sobre el aborto y la eutanasia…). Y eso lo sabemos todos. Incluido Feijóo, que este fin de semana felicitaba al PSOE gallego, por su reciente renovación de órganos internos; entre los cuales destaca el nombramiento, como presidenta, de Carmen Silva, recientemente salpicada por un caso de corrupción. Son sus costumbres…las de todos ellos.

Es la retroalimentación del bipartidismo rancio y caduco, que tiene como clímax este momento explícitamente “ofrecido” del Partido Popular. Y, si se han dado cuenta, desde el inicio del artículo he hablado del Partido Popular y no de Pablo Casado, para que no haya equívocos. El Partido Popular son todos los que lo componen, no solamente su presidente, o el campeón de lanzamiento de güitos. Son todos, Casado, Feijóo, Ayuso, López Miras…y todos los que, con su actitud y silencio cómplice, permiten que el primer partido de la oposición se haya convertido en el primer partido de oposición a la oposición.

Pero lo más preocupante es que el plan del Partido Popular no pasa por ser la alternativa al PSOE, sino por ser su relevo, con la intención de hacer lo que siempre ha hecho cuando ha ganado unas elecciones, regalar en caja con lazo el liderazgo ideológico a la izquierda; pero esta vez de manera oficial y sin rubor alguno. Para que me entiendan, el plan pasa por convertirse en la marca blanca del PSOE para que, en esa supuesta alternancia bipartidista, todo siga igual y nada cambie.

La única explicación que se me ocurre es que esta idea surja como consecuencia de la certeza de quien se sabe, de antemano, segunda opción de oposición y no primera; tal y como sugieren informaciones aparecidas hoy mismo, que reflejan un desplome de más de dos puntos en un mes, pasando del 28% al 25,8%. Y ese ofrecimiento obedecería a la necesidad a la desesperada de pactar con el Psoe siendo segundos, dejando ya muy claras cuáles son sus intenciones en el caso de que Vox supere en votos al Partido Popular.

Tras este episodio, conforme se vaya acercando la cita electoral, comenzaremos a escuchar el discurso del “voto útil”. Útil para ellos, no para los españoles. Lo de siempre. Lo único que cabe preguntarse es si los que hoy son votantes del Partido Popular se tragarán el sapo de que el partido por el que, hasta ahora, se sentían representados, tenga la intención de pactar con quienes nos han llevado a la ruina, han hecho socios preferentes de su gobierno a separatistas, enemigos de España y filoterroristas y han llevado hasta el extremo la peor gestión del mundo sobre la pandemia, incluidas vulneraciones constitucionales que no han tenido consecuencias.

Todo esto se resume en aquello que ya dijo el señor Rajoy en el XVI congreso de su partido: “Si alguien quiere irse al partido liberal o conservador, que se vaya”. Y se fueron, vaya que si se fueron… Ahora habrá que actualizarlo incluyendo que el que no se sienta socialdemócrata, que se vaya, porque no tendrá sitio en la ¿nueva? gran coalición.

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