El holograma

Cabe saludar, tras un largo paréntesis vacacional, obligado por ciertos imponderables que no vienen al caso en mis pequeñas colaboraciones en este medio, las cuales siempre realizo con sumo placer y agradecimiento a su director, Jonathan. Hace poco tuve un rato de deseado aburrimiento y pude darme cuenta de algunas certezas con serenidad, aunque debo admitir que el laberíntico jardín de mi mente se llenó de interrogantes.

Haber vivido mucho también me da la posibilidad de verlas venir. Cuando ZP empezó con sus incursiones en la Ley de Memoria Histórica, en una tertulia de TV comarcal, expresé mi preocupación, no sin ser acusada de alarmista por un correligionario suyo que se sentaba en el debate conmigo. “Esto va a ser apasionante”, decía, “hay que estimular a este país en lo político, que vive en lo suyo”, afirmaba.

Podría hoy reconocer su error si no fuera porque pasó a mejor vida, o quizás lo hubiera negado como fiel representante de los cambiantes de opinión. No sé. No obstante, siempre me pareció un buen socialista, como esos que aún quedan y que braman ante este total y absoluto desquicio. Si te gobierna el gran generador del desquicie, hay que ser muy fuerte para mantener la cabeza, la moral, la sensatez y el honor en su sitio. Parece estar todo perdido para el gran y primigenio desquiciador. Esta vez no lo salva ni el tato, nos decimos los sometidos al desquicie. Pero, amigos, ni las leyes ni la Constitución pueden parar la maldad ni la corrupción generalizada, como una sinapsis neuronal en el Gobierno.

Dejo pues a los periodistas su campo de investigación, que, ¡gracias a ellos! A los buenos juristas también, que ¡gracias a ellos! Rezo también para que la oposición sea consciente de que, a Sánchez por sistema, hay que negarle el pan y la sal, porque siempre irá al engaño, que tampoco tiene máster en ello, pero que lo borda a la perfección.

Es por eso que lo próximo que espero de este presidente acosado por todos los flancos es que, en relación a todos estos desmanes, ya demostrables, constatables y repugnantes, nos relate que todo lo que lo hunde lo ha cometido su holograma, o sea, su foto en 3D y que él estaba paseando en el Falcon ese que limpiamos dos veces por semana y que llenamos de ricas viandas y ambrosías diversas… y nosotros nos lo creeremos.

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