Trump, Bolsonaro, sedición y ley mordaza

No suelo pronunciarme sobre lo que ocurre en otros países ¿Qué sabré yo si estoy a un océano de distancia? Menudas zaragatas tienen montadas los brasileiros. Lo cierto es que detesto a Bolsonaro. Desde que agarró la poltrona le ha acompañado la retórica del peor racista y los modales de un proxeneta marcando paquete a la diestra. Su gestión del coronavirus sencillamente calamitosa y no parece que la prosperidad del Brasil haya ido in crescendo. También detesto a Lula da Silva, enchironado durante más de un año por varios delitos y, a continuación, ganador de las últimas elecciones por la mínima y de forma sospechosa. 

En lo que atañe al asalto a la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia, jugando al juego de las siete diferencias, el relato y los hechos no son idénticos, más que se empeñen, al compararlo con lo sucedido dos años atrás en el Capitolio en Washington DC. El propio Trump soltó una arenga en el mismo barrio en la que tuvo lugar esa intentona golpista apenas un rato antes de que hordas de tarugos armados ataviados con ropa y utillaje paramilitar, banderas confederadas y cornamentas tomarán la sede del poder legislativo a la espera de la investidura del nuevo presidente. Tomen nota los mamertos de este país que se asoman a este digital a soltar esputos: aquellos sí que son fachas.

No parece que Bolsonaro haya hecho lo mismo. Ni siquiera se encontraba en su país, sino en la Florida, recibiendo atención médica por problemas en el abdomen dado que en 2018 fue apuñalado en plena calle en un acto electoral. También se ha desmarcado de lo sucedido, condenando, aunque de forma tibia, los actos vandálicos del 8 de enero, sin aceptar los resultados de las elecciones. El asalto de estos, sus followers, da más pena que risa, apañados con la camiseta de la “canarinha” como si estuvieran de chirigota, echándose selfies en dependencias públicas. El de los trumpistas, proud boys y toda esa recua de inadaptados emocionales, por el contrario, sencillamente asusta al miedo. La policía militar de Brasilia, se diga lo que se diga, repartió más palos a los manifestantes de los que repartió en su día la del capitolio estadounidense y los que luego corrieron en su ayuda. Terribles actos vandálicos en ambos casos.

En el caso de Trump, yo sostengo (y sé que me va a caer la del pulpo por ponerlo por escrito) que cometió un delito de sedición de conformidad con el artículo 2384 del Título 18 del U.S. Code, y a medida que se aceleran las investigaciones de Congreso y Senado estadounidenses, parece que el cerco se estrecha sobre el magnate pelianaranjado, cómico defensor de los pinchazos de lejía para combatir la COVID ¡Qué merluzo!

En lo que toca a Bolsonaro, el tiempo y la justicia –o no-  concluirán si tuvo algún tipo de responsabilidad, y si es así vaya derechito al talego. Lo cierto es que millares de esos, sus acólitos manifestantes, llevaban semanas acampando en protesta por unos resultados electorales que a su juicio son sospechosos. Lo cierto es que movilizaciones multitudinarias continúan, y entre las arrestadas se encuentran dos jubiladas, cuyos videos se ha difundido en los medios, que parecen el último fichaje de Cáritas. En estos casos, sin conocer en profundidad la realidad de un país que no es el tuyo, la fina línea que separa una revolución o una suerte de revuelta popular de un golpe de estado se desdibuja según quien te cuente la noticia. Más aún si te la cuenta Pablo Iglesias desde su podcast, cada día más fiel a la máxima de Randolph Hearst: “Ponga usted las fotos que yo pondré la guerra”  

De vuelta a Españita, recuerden ahora aquel “Ocupa el Congreso”, rebautizado como “Rodea el Congreso”, en 2012, y su secuela en 2016, y otras tantas, para impedir las investiduras de Rajoy. Busquen los videos en YouTube, y lo sucedido en Brasilia en comparación les va a parecer la orgía de los teletubbies. En aquellos tiempos Iglesias Turrión se emocionaba al ver a esos piezas hostiar a un madero (Unos años después media centuria de guardias civiles custodiaba su hacienda en Galapagar ante la amenaza de trece jubilados tocando la cacerola). Rezaba el manifiesto de este movimiento: «Rodearemos el Congreso de los Diputados para rescatarlo de un secuestro que ha convertido a esta institución en un órgano superfluo. Un secuestro de la soberanía popular llevado a cabo por la Troika y los mercados financieros». Un speech con muchas semejanzas al que soltó Donald Trump en la Avenida Pensilvania poco antes de soltar a los cabestros. La traducción inmediata sería algo como “no aceptamos los resultados de las urnas e impediremos la formación de un nuevo gobierno”. Nos gustara o no, Rajoy sacó 186 escaños en las elecciones de 2011. En las de 2019 Unidas Podemos no sacó ni 36 y a pesar de ello gobierna.

Recordemos también que en la era Rajoy, entre medias de esas dos movilizaciones poco pacíficas, se promulgó esa “pérfida” Ley Mordaza, con el letrero de Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de protección de la seguridad ciudadana. Yo mismo era un detractor de la misma –ahora no tanto- que en su artículo 36 tipifica como infracción grave […] La perturbación grave de la seguridad ciudadana que se produzca con ocasión de reuniones o manifestaciones frente a las sedes del Congreso de los Diputados, el Senado y las asambleas legislativas de las comunidades autónomas […]  Ello no impidió al año siguiente que se montara el gran pitote en Plaza de Neptuno. Fue el inmenso despliegue policial lo que impidió ocupar o cercar el Congreso. Esta ley sigue vigente, a pesar de las no muy vetustas promesas de Unidas Podemos de derogarla en cuanto gobernaran en compadreo con la PSOE.

Estos mismos que no se cortan medio pelo a la hora de acusar a cualquier togado de cualquier corte de sublevado, golpista o gorrón, ahora nos dicen que hay enormes diferencias entre rodear el Congreso y ocuparlo. En realidad sueltan el verso de que se pretendía cortejar, abrazar fraternal o sororamente al Parlamento y disuadirle de forma melosa y ecoresiliente de investir como presidente de Gobierno al candidato que ganó por amplia mayoría de votos en los comicios. Algo así como la tuna del indignado, pero sin bandurria y pedrolo en mano.

Volvamos ahora a 2022, y a la recién promulgada Ley Orgánica 14/2022, de 22 de diciembre, de transposición de directivas europeas y otras disposiciones para la adaptación de la legislación penal al ordenamiento de la Unión Europea, y reforma de los delitos contra la integridad moral, desórdenes públicos y contrabando de armas de doble uso, que desintegra el delito de sedición, ese que castigaba, y ya no castiga, a aquellos que se alzaran, al igual que trumpistas o bolsonarianos, […] pública y tumultuariamente para impedir, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las Leyes o a cualquier autoridad, corporación oficial o funcionario público, el legítimo ejercicio de sus funciones o el cumplimiento de sus acuerdos, o de las resoluciones administrativas o judiciales […] Parece esta la inercia de promulgar leyes para derogar leyes.

Tocaba hermanarse con el ex convicto Lula y señalar al sedicioso Bolsonaro en pública comparecencia, a pesar de esta proliferación de desvaríos jurídicos que facilita cada día más la vida a violadores, malversadores y sediciosos, especialmente a aquellos que pudieran ser condenados por el mismo delito que los indultados del “prusés”. Los compadritos es estos ya advierten al gobierno, a pesar de su capote, que “Ho tornarem a fer”. Y con toda seguridad lo volverán a hacer. 

Desde aquel proceso sedicioso –así lo sentenció el Tribunal Supremo-, en Cataluña hemos visto lanzar toneladas de adoquines sobre mossos de esquadra y policías nacionales, calles bloqueadas durante meses, tomar al asalto el aeropuerto del Prat e incluso intentar derribar un helicóptero de la policía. Hemos visto saquear comercios, y como se impedía a los estudiantes ir a la universidad. Hostigamiento y sopapos a los chavales y chavalas de S`ha Acabat.

Tras esto, ya nos suena a chiste que la nueva casta ande haciendo distingos entre asaltar o solo rodear la casa de la soberanía popular, mientras callan como puertas ante actos de extrema violencia que hicieron arder Madrid y Barcelona ¿Acaso no se quiebra la paz civil destrozando media ciudad mientras no se toque el Parlamento?

La ley es ley, ya se apliquen sus consecuencias a los que impiden la investidura de Rajoy, Biden o Lula, o bien a los que traman la secesión, y si esta se fulmina para no reprender al que impide llevar a cabo el mandato soberano del pueblo, pasito a pasito, suave suavecito, se liquida el imperio de la ley, si es que algo queda. El mismísimo Pitágoras ya lo advirtió: “La libertad dijo un día a la ley: ‘Tú me estorbas’. La ley respondió a la libertad: ‘Yo te guardo’”. 

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1 Comment

  1. Lo que ocurre es que la izquierda está unida, mientras en la derecha nos ponemos la zancadilla por cuestiones personales

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