¡Manda huevos!

Durante estos días leo, estupefacta, que los huevos son el alimento que más se ha encarecido en los últimos meses. En un principio pensaba que se trataba de la consecuencia de un efecto rebote psicosocial, dada la escasez de los mismos en gran parte de la sociedad actual, ya que esta permanece impávida ante los enormes despropósitos que reinan en España… Pero no, resulta que es debido -según cuentan- a la reducción de granjas, mayor consumo, así como mayor exportación, dicen… Los huevos no resultan ser el único alimento básico que ha aumentado su precio en este año; algo tan básico como patatas, aceite de oliva, pan, leche, legumbres, fruta, cereales, harina, verdura o queso también ha sufrido un notable aumento en su precio.

Recuerden que, el 1 de enero de este mismo año, el 2025, el omnipresente y stalinista gobierno decidió aumentar el IVA de gran parte de los alimentos básicos, pasando del 2% anterior al 4% actual. Ese gobierno “del pueblo”, del “progreso”, apoyado por sus cómplices votantes que repiten, lobotomizados, “que los ricos paguen más”. ¿Alguien se cree que a una persona con una generosa cuenta bancaria le importa pagar más por alimentos básicos? A quien hacen daño estas subidas es al ciudadano común, ese que tiene un sueldo básico con el que, a duras penas, llega a fin de mes; que cada vez son menos, porque en España hay un 11% de paro, el umbral de la pobreza ha llegado a un 12% y, como vemos diariamente, vamos directos al abismo de la miseria.

Mientras hace décadas una familia vivía con un sueldo y, ya con dos, vivían holgadamente, en la actualidad vemos cómo los españoles han tenido que alterar sus hábitos alimenticios, convirtiéndose el comer carne y pescado prácticamente en un lujo. Vemos cómo la gente no puede permitirse un alquiler y se ve obligada, ya entrada en edad adulta, a compartir piso, viviendo hacinada en una habitación, pagando precios vergonzosamente desorbitados. Se está romantizando tener un presente precario y un futuro incierto con términos absolutamente vergonzosos como: “coworking” o “coliving”, porque “eres tan pobre que no puedes tener tu oficina o pisito”.

Nos están convirtiendo en uno de esos países donde vivir así es habitual y, peor aún, se dedican a normalizarlo. Hace unos días veía, en una red social, cómo una chica mostraba su saldo a día 10: menos de 50 euros. La captura de pantalla mostraba el saldo y las tres últimas compras que había realizado en un estanco… Increíblemente, eso produjo un linchamiento social, hasta el punto de que la chica en cuestión terminó excusándose, diciendo que no era gasto en tabaco. La gente la increpaba y señalaba, asegurando que, si no llegaba a fin de mes, no fumara…

¡¿Pero qué disfunción cerebral sufre la sociedad hoy?! Como si se lo quiere gastar en pipas. Un español debe tener un sueldo que le permita pagarse un techo digno —no, una habitación no es una vivienda digna—, poder pagar los suministros sin que suponga tener una soga al cuello, una cesta de la compra con los alimentos habituales de nuestra península y disponer de un remanente para vivir, entendiendo esto como poder dedicar una parte al ocio, costumbres y esos caprichos “indignos” como fumar. ¿Imposible? No, ya hemos vivido así.

El problema reside en el hecho de que los gobiernos que hemos tenido de un tiempo para esta parte gastan a espuertas, sean del color que sean, habiendo llegado a la cima del expolio social durante este mandato de Pedro Sánchez y sus secuaces. Es algo que no invento por cuestiones ideológicas, me apellido Fradera y no Santaoalla -pueden comprobarlo ustedes visualizando el Real Decreto-ley 4/2024, de 26 de junio, con sus propios ojos-, que aprueba esta subida para “no poner en riesgo la sostenibilidad de las finanzas públicas ni el cumplimiento de los objetivos de reducción del déficit y de la deuda pública”. Traduzco: les vamos a sacar hasta el hígado para poder seguir gastando como jabatos en temas que beneficien al Gobierno y sus satélites, para cumplir objetivos de déficit de las deudas contraídas a lo largo de los diferentes gobiernos y para que siga llegando dinero del Banco Central Europeo a un país inasumiblemente endeudado.

Y no se hagan ilusiones: este es un problema que viene de lejos y da igual el color del gobierno de turno, pasado, presente o futuro, porque la única solución es un cambio de estructura institucional, ya deficiente desde el año 1978. Hay que erradicar ese omnipotente poder que ostenta la clase política, que les da potestad absoluta para hacer y deshacer a su antojo, en detrimento del pueblo español y en beneficio de bancos o grandes corporaciones; los mismos que luego van colocando en puestos de importancia a los parásitos políticos… repito, sean del color que sean.

Los españoles hemos perdido poder adquisitivo y calidad de vida y, por si fuera poco, debemos mantener la oleada de inmigración que, en las últimas décadas, está ahorcando nuestro bienestar social y economía porque, sea legal o ilegal, el número de inmigrantes actual, sin previsión alguna de un control o reducción del mismo, más allá de cuestiones de reemplazo racial o social, resulta inasumible por cuestiones económicas. Mientras España se hunde, los españoles pelean entre ellos en guerrillas ideológicas por salvar Palestina, Israel o cualquier otro país que muchos no saben ni situar en un mapa, dependiendo de lo que diga ese oráculo de Delfos llamado televisión o su gurú político de turno… Manda huevos.

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