Hipocresía estudiantil

El pasado 28 de octubre, el Sindicato de Estudiantes organizó en Madrid una manifestación que, en teoría, a colación del suicidio de la menor Sandra Peña, que se quitó la vida, debía responder a una protesta ante los innumerables casos de brutal acoso escolar a los que se enfrentan a diario muchos estudiantes. No fue así.

No tardaron mucho los organizadores en empezar a soltar consignas políticas que no venían a cuento; ya saben, las de siempre, atacando a Vox, a Ayuso, que si la extrema derecha y demás. Al tiempo que, cómo no, salió a relucir Palestina -dudo mucho que bastantes de esos alumnos sepan situar tal localidad en el mapa-.

Como pueden comprobar, mezclan las churras con las merinas, como siempre hacen los sindicatos. Al mismo tiempo, pedían subvenciones para ampliar la actividad de psicólogos que puedan tratar a las víctimas de acoso. Aquí voy a hacer un inciso: efectivamente, cualquier víctima de acoso, así como otras, necesita de un apoyo psicológico para salir de los muchos bucles que crea nuestra mente.

Sin embargo, no es la solución abogar por ampliar la plantilla de psicólogos, sino que hay que ir a la raíz del problema: cortarles las alas a los abusadores. Porque al final son los que siguen en los colegios e institutos tan pichis, mientras las víctimas se encuentran con todo su mundo destrozado, mientras siguen compartiendo espacio con los desalmados que continúan con sus fechorías contra ellos.

Dicho esto, y volviendo a la manifestación, y entrados en temas y mantras políticos que no venían al caso, un grupo de unineuronales fijaron la atención en un grupo de manifestantes a los que consideraron no gratos por protestar cuando el discurso de la movilización acabó desviándose, por lucir en la pancarta alguna frase insultante -para ellos, claro-, como “White lives matter” o por ondear una gran bandera de España.

Irónicamente, empezaron a acosar violentamente a varias personas: primero a gritos de “nazis, fascistas” -cómo no, son las palabras comodín-, tras lo que siguieron empujones, golpes y hasta uno de los chavales atacados terminó siendo amenazado con una navaja. Los organizadores, lejos de calmar la situación, caldearon los ánimos con consignas contra esos manifestantes pacíficos que no formaban en absoluto parte ideológica de la joven manada lobotomizada.

La situación era tan tensa y peligrosa que la policía tomó cartas en el asunto, tratando de calmar los ánimos y escoltando a las víctimas del ataque, que no pudieron escapar del tumulto, hacia otra zona… Tratando, porque estas dos personas, que eran un chaval y su madre, se volvieron a encontrar solos ante el peligro, ya que los policías que los escoltaban desaparecieron. Fueron momentos de verdadera angustia en ese mar de gente, recibiendo insultos y empujones, y hasta golpes de objetos contundentes que la jauría humana de los manifestantes les lanzaba.

Como pudieron, las verdaderas víctimas lograron pedir auxilio a las fuerzas de seguridad a las puertas de un ministerio, pero esto no amedrentó a la violenta juventud, ya que varios de ellos, hasta menores, siguieron con su beligerante actitud, además de llamar “cobardes” a estas dos personas. Cobardes serán ellos que, siendo decenas, persiguieron y atacaron a dos personas -recuerden, una madre y su hijo-. Finalmente, las Fuerzas de Seguridad repelieron a la masa de zombis ideológicos y consiguieron poner a salvo a las dos víctimas de acoso, vejaciones y golpes.

El Sindicato de Estudiantes en Madrid fue, como han leído, fiel representante del calvario que tantos chavales pasan en las aulas: fueron acosadores y abanderados de discursos de odio, ejerciendo una violencia deleznable por motivos ideológicos. Sí, ya sabemos quiénes ejercen acoso; se pudo ver esa tarde de martes. Si decenas de chavales no frenaron su ataque callejero ni frente a la policía, contra un chico y su madre, ¿qué no harán estas bestias en sus colegios e institutos contra una de sus presas escogidas?

Los sindicatos de estudiantes y muchos centros estudiantiles se han convertido en pantanos de ponzoña ideológica, donde imperan otros intereses y no la mejora de los centros o la educación, creando seres que solo se limitan a repetir consignas para las cuales no tienen razonamiento alguno.

Naturalmente, este ataque no lo verán en escasos medios de comunicación, a pesar de haberles llegado la información; por supuesto, tampoco señalarán lo indigno que es utilizar una protesta contra el acoso escolar para realizar un mitin político y, al tiempo, jalear acoso, violencia y eso que llaman “discursos de odio”, de moral variable. De hecho, ninguna protesta escolar, de sindicatos o no, jamás debería ser fuente de consignas políticas o temáticas fuera del buen funcionamiento de la vida estudiantil.

Ahora, vuelvan a leer el artículo; imaginen que el motivo de la manifestación es otro y que esa madre y su hijo no son blancos o pertenecen a una religión que no sea la cristiana. ¿Se habrían hecho eco los medios? ¿Habría sido trending topic en redes?

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

1 Comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*