Mayéutica

El pasado sabádo 16 de octubre en la plaza de toros de la provincia de Alicante, tuve la suerte de acudir a un evento enriquecedor y muy inspirador. Apenas con una semana de antelación, el destino hizo de las suyas y llegó hasta a mí, de pura casualidad, una de las entradas para asistir al concierto de Robe Iniesta; fundador de la banda extremeña de rock transgresivo Extremoduro. Sorpresivamente ante la situación que estamos viviendo y aunque en todos los puntos de España elegidos para esta gira se está siguiendo el mismo procedimiento por decisión del vocalista (sacarlas a la venta con tan solo dos semanas de anticipación para evitar el tener que realizar devoluciones y los inconvenientes que eso conlleva), en unas pocas horas se puede observar el cartel de «agotadas» brillando con fuerza.

Después de la disolución del grupo con la cancelación de la gira de despedida por la pandemia, nos presenta su último trabajo en solitario, el cual cuenta con seis canciones conectadas entre si de unos cuarenta y cinco minutos de pura sinfonía filosófica al más sublime estilo socrático. Mayéutica, el título de su nuevo disco que salió en abril de este año, es una técnica que consiste en llegar al conocimiento verdadero oculto en tu mente mediante preguntas que sirven de guía en la reflexión con el propósito de encontrar esos conceptos tácitos de iluminación personal.

Pasados unos minutos de las nueve y media de la noche, comenzaron a salir los músicos uno por uno de detrás de una cortina negra en la que había trazado, en apariencia con un pincel, un gran símbolo ovalado de color blanco y con una abertura justo por la mitad. Podríamos definir la portada de Mayéutica tan sencilla como controversiva, ya que según desveló el propio vocalista en una de sus entrevistas: «Se trata de un chocho». Sin embargo, en su conjunto deja una simbología bastante clara; sexualidad, nacimiento y un recorrido desde las sombras hacia la luz.

Robe, ataviado con un cojunto de ropa bastante étnico y un look en su pelo que yo personalmente jamás le había visto; acicalado y liso, irrumpió en el escenario el último, ante la ovación general de las miles de personas que nos hallábamos allí. Recuerdo que durante unos minutos dudé un poco de lo que iba a encontrar en ese concierto; la realidad es que me dejó absolutamente desconcertada, ya que estaba muy lejos de la visión que perduraba en mi mente con el paso de los años. No obstante, toda esa duda se desvaneció en el momento en el que escuché el timbre de esa voz tan característica y quebrada que le pertenecerá por siempre.

Acompañado de músicos geniales; violín, teclado, batería, coro, guitarra y haciendo especial hincapié al bajo tocado por David Lerman (que fue el gran descubrimiento de la noche), comenzó el concierto combinando canciones pasadas con las suyas en solitario. Sin duda, «So payaso» fue la que consiguió levantar a la multitud de sus asientos por primera vez, incluso cuando las restricciones por el covid-19 no lo permitían. Aun así, la audiencia respetó bastante el disfrute individual sin percances que se pudieran lamentar. Para que luego digan que no se puede: «si se quiere, por supuesto que se puede».

Después de media hora de descanso, dio comienzo la segunda parte con el preludio de Mayéutica claramente conectado con el noveno álbum de Extremoduro: La Ley Innata. A partir de ahí, una servidora, se quedó embelesada con la explosión musical que supuso ese torrente de emociones; oscuridad y fuerza, caída y resurgimiento, dolor apasionado y amor arrollador. La diferencia de escucharlo en casa a verlo en directo es notable. Luces acompasadas con los ritmos, la vehemencia de los músicos tocando los instrumentos recorriendo todo el escenario sin respiro, las letras provocadoras rozando lo soez, pero a su vez, soplando con un aire fresco tan filosófico y personal que acaba pareciéndote bonito.

Y en medio de esa confusión músico-ambiental, te meces en la bruma de la noche confundiéndote con todos esos sentimientos en forma de huracán. Entonces y solo entonces comprendes que no habría felicidad sin su oscuro opuesto y que la belleza es absolutamente imperfecta, puesto que ese particular poder radica en lo obvio. Como bien lo dijo Robe en una de sus introducciones: «¿¡Alguien tiene un plan para salvar al mundo!? Pues cuanto más difícil sea el plan, más orgulloso estarás de él. Y si es imposible, mejor aún, porque en el fracaso tendrás también la gloria».

Para concluir, me gustaría hacerlo con una cita humorística que deja una referencia clara a la superación. Me parece tan acertada que con vuestro permiso la voy a compartir: «Todo aquel que aseguró que La Ley Innata no se podía mejorar, provocó que Robe Iniesta dijera: «Sujétame el cubata»».

Gracias Artista.

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