
Hace poco, el algoritmo de X (antes Twitter) me mostró un post del usuario Rafael Narbona titulado “Por qué no me gusta la bandera rojigualda”. Fue entonces cuando decidí aprovechar mi tribuna en Minuto Crucial para replicarle, siempre, por supuesto, desde el respeto a las ideas republicanas de este escritor y profesor de filosofía. El presente será un artículo que solamente buscará argumentar por qué la rojigualda me representa y no la tricolor.
Los actuales colores de nuestra enseña nacional no se los sacó Franco de la manga, sino que fueron adoptados por los cuerpos del Estado en el siglo XIX, por orden de Isabel II. Y, si nos ponemos teóricos, diríamos que la bandera bicolor nació como una forma de diferenciar el pabellón de los buques de la Marina del siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III, siendo adoptado por los diferentes regímenes, más o menos democráticos, a lo largo de la historia de España. Lo único que les ha diferenciado ha sido el escudo, incluyendo a la I República. La excepción siempre ha sido el segundo periodo republicano de 1931-1936 (o 1939, según la zona), en su intención de incluir el pendón morado de Castilla.
Así que dejaré claro por qué no me identifico con la enseña roja, amarilla y morada, y es principalmente porque la II República supuso una época muy convulsa e inestable para la política, la sociedad y la religión en España; plasmándose derechos concretos y loables sobre el texto constitucional, pero no dejando de ser papel mojado por la cantidad de crímenes que se cometieron en nombre de la tricolor durante dicha república y la guerra civil.
Además, la bandera tricolor representa una proclamación republicana metida con calzador, ya que la II República se instauró a raíz de unas elecciones municipales que ganaron las fuerzas monárquicas en el conjunto de España, solo que en las capitales lo hicieron las fuerzas de izquierda. La rojigualda no es un símbolo casposo y rancio, como pretenden hacernos ver desde sectores de izquierda. Nuestra actual bandera representa a todos los españoles porque somos herederos de las gestas y desventuras —para bien y para mal— que se han proclamado en nombre de ella.
Y es que, señores y señoras, en España tenemos un serio complejo con nuestros símbolos: empezando por llamar a la Selección de fútbol “La Roja” y terminando por no poner la letra de José María Pemán a nuestro himno nacional. Respecto al himno, a mí me ha pasado: hablo con cualquier persona que no esté saturada de ideología, y no me sabe explicar qué estrofa tiene connotaciones franquistas. Y es que Pemán escribió la letra en 1928, más de una década antes de llegar Franco al poder.
En nuestro país, la bandera rojigualda es utilizada por una cantidad de partidos políticos, sobre todo los dos mayoritarios. Últimamente, el PSOE de Pedro Sánchez está adoptando la enseña nacional en los actos de partido, también para los actos del Gobierno, porque los dirigentes socialistas saben que la inmensa mayoría de sus bases y votantes están orgullosos de pertenecer al periodo democrático dado en 1978. No se me olvida cuando Sánchez, en 2015, posó con una bandera de España gigante para “mostrar la moderación en el PSOE” (no lo digo yo, lo dijo una periodista de elDiario.es en un artículo del periódico digital). En el Partido Comunista de España (PCE), también, muy lejos de ser los fasci di combattimento españoles, acataron nuestra Constitución, donde su artículo 4 reza la composición de la bandera.
Además, Podemos y demás confluencias también adoptaron y enarbolaron, durante la crisis del COVID-19, en las redes sociales, una bandera rojigualda viral defendiendo todo su marco ideológico, con la sanidad pública como su mayor exponente. Políticos como Pablo Echenique también incluyeron en su perfil de X el emoji de la bandera española actual. Lamentablemente, poco les duró ese “orgullo nacional por la bicolor”.
Ni que decir tiene que PP y VOX (y años atrás, UPyD y Ciudadanos) siempre han respetado la bandera tal cual la conocemos, y parece ser que es propio de estos partidos. Un dato curioso de ello es que Santiago Abascal nunca firma autógrafos en las banderas, demostrando su gran respeto por la enseña y que no le pertenece ni a su partido ni a la derecha.
“La bandera es un trapo opresor, a mí háblame de sanidad, educación pública y derechos sociales”, dicen. Toda bandera tiene una historia y no la debemos juzgar con los ojos de 2025, sino con el contexto de cada época. Muchos países celebran el Día de la Bandera como un día lleno de orgullo. Anteriormente he lamentado que nuestro himno no tenga una letra, pues también lamento que nuestra bandera rojigualda no tenga un día para celebrarla y honrarla, ya que no es un mero trozo de tela. Ese día podría ser perfectamente el 28 de mayo, ya que en tal fecha del año 1785 se oficializó.
Desde el respeto, no polarizando, pero manteniendo ciertos límites, podemos tender puentes todos los compatriotas de la piel de toro, empezando por la clase política. Nuestra bandera es un signo de orgullo, tradición y hermandad heredado de nuestros ancestros. Ojalá algún día llegue la unidad que tanto necesitamos en España en relación a la bandera.
Curso Derecho en la Universidad Católica de Valencia | Administrador de @DivulgoDerecho | CFGS de Producción de Audiovisuales, Espectáculos y Eventos
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