
A pocas personas les debería caber la duda de que el poder en Estados Unidos no está sólo en manos del autoritario Trump. No, eso es algo incierto que él mismo, a modo de demostración de su propio poder, no ha dejado de demostrar constantemente. El poder está en manos de la familia Trump, porque el imperio Trump es un imperio familiar, como lo es el de la familia Musk. Porque los psicópatas sociales construyen su realidad y su entorno de poder en base a sus propias familias, también creadas como ejemplo y reflejo de su perfección y herencia en el mundo. De hecho, Trump podría tener a muchas mujeres e incluso podría haber flirteado o tenido relaciones extra matrimoniales con muchas si hubiese querido, pero difícilmente podría sustituir a Melania, una mujer que cumple a rajatabla su papel, por un lado el de una belleza radiante y un saber estar sublime a la vez que poderoso y humano, pero también una mujer que conoce tan bien a su marido que sabe perfectamente hasta qué punto y en qué momento puede retarle… entre otras cosas porque sabe que su imagen personal depende mucho de ella. Y luego están sus hijos, siempre presentes, siempre posicionados y, en algún caso, demasiado posicionados, a lo Gerge Bush Junior.
Esto es quizás una de las cosas que Musk más envidia de Trump, a pesar de las diversas parejas que ha tenido, ninguna con el perfil de Melania. Pero, quizás, el tema familiar que más ha destacado del empresario haya sido su rechazo al cambio de sexo de su nacido como hijo, y ahora mujer, de nombre Vivian Jenna Wilson. Su rechazo a su transformación física en mujer la ha convertido en una cruzada contra el movimiento woke y, de paso, contra la izquierda. Si bien este movimiento parece ser un útil de la izquierda para instrumentalizar causas nobles o, en algunos casos, crearlos a partir de pobres o no completamente sinceras, absolutas y ciertas premisas, en el caso concreto de la transexualidad creo que la derecha y los negacionistas tropiezan con la negación de la realidad más allá de los ataques o posibles debates que se puedan sustentar sobre el género o sobre la propia identidad.
Musk, en este caso, se equivoca por múltiples partidas; lo hace como padre, lo hace como político y, con sus fieros y sin límites ataques lo hace como ser humano. Ojo, cualquier psicópata social unido al poder o al reconocimiento podría ver en este tipo de circunstancias familiares un error de imagen que difícilmente se pueden permitir. Y no lo hacen, aún al precio de despreciar a los propios para ensalzar causas en batallas estériles contra sí mismos.
Lo cierto, y ya me estoy liando con el tema de las familias de poder norteamericano, es que el concepto de familia, de poder, y el nepotismo son sellos de identidad de regímenes o estados de autoritarismo y de imposición que van contra conceptos básicos democráticos como el de igualdad. Por eso es tan importante que un hermano de un Presidente del Gobierno de un país no se vea implicado en un trato de favor sobre ningún miembro de su familia, tampoco su hermano, y menos aún si se declara él y su corriente política histórica como republicana y ha sido él o su entorno crítico con la monarquía y con esta institución por tener carácter hereditario.
Claro que también lo es si un ministro usa el poder que le ha sido concedido por ese mismo Presidente para beneficio propio y de los suyos, o incluso para pagar favores sexuales, más aún cuando su partido se muestra contrario a la prostitución y llega a hablar de abolirla. El dinero público no está hecho para eso si el privado no lo está, y ese mismo partido debería, en caso de confirmarse, como parece, esos términos, salir en bandada, junto a sus socios, a condenar con firmeza ese comportamiento. Si no lo hacen se convierten en cómplices y crean la duda de por qué se callan y guardan ese “respeto” hacia quiénes, presuntamente no sólo los defraudaron a todos ellos y sus siglas, sino a toda la ciudadanía, al Estado. Caso no resuelto que mejor no le preguntamos a Íker, no vayamos a causarle más problemas de los que le han generado.
Y es que, en estos momentos, precisamente, la izquierda se ha metido en un agujero, con ese abanderamiento de causas y esa pulcritud moral del que le va a ser muy difícil salir porque quién predica debe comenzar con dar ejemplo y, en el mundo de la política, difícil lo tienen todos los partidos, pero más complicado cuando no tienen una mayoría absoluta que les permita no depender de otros. Si la situación judicial que atraviesan Monedero o Errejón la estuviesen atravesando algún miembro del PP el escándalo sería mayúsculo y los comentarios y ataques serían continuos en el Congreso, el Senado, en cada acto, mitin o intervención. Así es la política, la de no verse el ombligo y, sin embargo, ver por debajo de los calzones las vergüenzas ajenas, la de no ver más allá del árbol el bosque o la de tener una viga en el ojo… o en los intereses personales, que también son un buen tamizador de prioridades y de escrúpulos.
Y no digo por esto que la derecha se salve, porque si hurgamos en su historial judicial encontraríamos demasiados casos que irían contra esa moral de la que muchos de ellos hacen gala y que no han condenado tampoco. Sale más rentable la técnica del avestruz y esconder la cabeza hasta que pase la tormenta y nadie se acuerde de ella.
Y no quiero acabar sin recordar la otra figura internacional que arrastra el poder y la guerra en estos tiempos que corren, sin mencionar el tema de Palestina e Israel, que a estas alturas sería para chorrear párrafos y párrafos de tinta roja, no ideológica sino dela vergonzosa sangre de tantos inocentes de uno y otro lado de la contienda. Hablaba de Putin, otro autoritario dirigente, en este caso con una filosofía más cercana al absolutismo de vida familiar discreta, con un par de divorcios y una pareja actual joven. Un hombre que trata a las mujeres con cierto desprecio y que llegó a decir que él no tiene días malos porque no es una mujer, o que las prostitutas rusas son las mejores del mundo, a la vez que, de continuo, suele despreciarlas situándolas entre lo peor de la sociedad sin ningún tipo de miramientos. En este caso, el hilo conductor de su egocentrismo alarmante y de su frialdad absoluta ante las desgracias ajenas es su desprecio ajeno, su uso de los ataques que considere oportunos y su falsificación de los hechos para imponer una verdad de Estado como absoluta e incuestionable por los medios de comunicación, como que el Presidente de Ucrania fuese un dictador similar a Hitler.
Con este poder lidiamos en el mundo y en España. La democracia está en crisis porque quizás nunca fue democracia, sino el juego de poder llevado al interés de unos sobre otros y, en el peor de los casos, como también está ocurriendo hoy en España, de unos contra otros para justificación propia de todos sus actos refugiados en siglas o ideologías que no se corresponden ni con sus actos ni con la historia que les acompaña a lo largo de los siglos.
Los juegos de poder de hoy en día que podrían haber dado, perfectamente, el título a este artículo de «sexo, mentiras, y cintas de video»… y finalizo, precisamente levantando las mismas sospechas que muchos lanzan del conocimiento de Marruecos sobre los movimientos del Presidente Sánchez. En este caso, los posibles conocimientos de Putin sobre los movimientos de Trump que bien explicarían muchas cosas de las que están pasando. Bienvenidos a la globalización política y cultural.

Periodista, Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos por la Universidad de Granada, CAP por Universidad de Sevilla, Cursos de doctorado en Comunicación por la Universidad de Sevilla y Doctorando en Comunicación en la Universidad de Córdoba.
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