
Ayer Cándido Martínez, ex secretario general de la Unión General de Trabajadores (UGT) pedía, en el espacio Espejo Público de la cadena de televisión Antena 3, que el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, renunciara a su cargo por responsabilidad, por la necesidad de unificar al partido ante los continuos desacuerdos y sacudidas internas fruto de la división, por su relación con el imputado Ábalos, que fue su segundo a bordo del PSOE, y por la imposibilidad de concretar un proyecto del propio partido en un Gobierno de coalición en el que el ritmo de muchas decisiones lo ponen otros partidos de los que depende para mantenerse en el poder.
Todo parecía entenderse como una forma “sutil” de manifestar la necesidad de un cambio de dirección y de directores en las decisiones del PSOE, pero también del propio Gobierno e hizo alusión, incluso a la incoherente visión esta semana de una concentración en Madrid pidiendo cambiar las políticas de vivienda, que dependen del Gobierno que encabeza, y entre cuyos manifestantes pudo verse a personas relevantes del propio partido. Así viene siento todo, un sinsentido que solo ayuda a su incomprensión, en la visión distorsionada producto del desconocimiento de la verdad, sobre qué está realmente ocurriendo o qué ocurrió realmente en muchos casos, demasiados, en los que la sombra de Moncloa parece planear demasiado cerca, en ocasiones tan cerca que parecen uno.
Pero si hay algo que en el día de ayer molestó sobremanera a Sánchez fueron las palabras de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, cuando liquidó sus comentarios sobre el Gobierno diciendo que utilizan “técnicas mafiosas” ante las que los ciudadanos estarían indefensos. La rabieta del líder del PSOE se hizo sonar a la tarde acusando a la Presidenta madrileña de haberse beneficiarse de los beneficios obtenidos de un “delincuente”, en clara referencia a su pareja, tras admitir haber defraudado a Hacienda. Curiosamente, cuando ocurrieron estos hechos Ayuso no estaba aún con su actual pareja, además de desconocer por completo los términos en los que ocurrió todo el entramado. Este es el nivel de unos y de otros. Los unos porque lo hacen y los otros porque lo dicen.
Y mientras todo esto ocurría, el parlamentario europeo y más que machacado por los medios a los que él mismo, sin ningún tipo de resquemor, tira a dar, Alvise Pérez, anunciaba una querella contra el juez que ordenó su detención en la madrugada de ayer por una denuncia de calumnias. Como lo leen. Al parecer, cinco guardias civiles, en dos coches, se plantaron ante la puerta de su domicilio para detenerlo. Evidentemente, no pudieron llegar a hacerlo porque, como bien sabemos, está aforado y sólo el Supremo puede ordenar esa detención y procesarlo. Muy bien lo del aforamiento, un elemento que merece todo un debate pero que, no olvidemos, es el escudo en el que se han refugiado y se refugian personajes como Ábalos, que os recuerdo, no quiso abandonar su escaño aún a pesar de ser expulsado del grupo socialista en el Congreso. Y curioso también que, desde las filas socialistas no le exigieran con contundencia que abandonara ese escaño hasta el momento socialista.
Todo muy extraño, muy chocante. Aunque creo que lo más escandaloso podría ser lo que, si no nos fijamos podría pasar más inadvertido, y es que fuesen a detener a una persona, en este caso Alvise, por una denuncia de calumnias… ¿Alguna vez habíais oído hablar de algo así? Detención por una denuncia de un delito menor… increíble pero cierto. ¿Alguien me lo explica? Bueno, la verdad, no sé si realmente quisiera saberlo, porque en este país cada vez que se levanta una piedra el tufo es insoportable.
Curiosamente, estos hechos sucedieron 48 horas después de que el líder de SALF filtrara los documentos de la investigación de la trama de Koldo en la que se involucra a Ábalos y que deja a Sánchez en una situación poco deseable al desmentir muchas de sus declaraciones, algunas de ellas en sede parlamentaria. Entre ellas, su desconocimiento de uno de los principales implicado y que desde hace unas semanas duerme en la cárcel, con quien mantuvo, según estas investigaciones, una reunión pocos días antes de la llegada de Delcy Rodríguez, número dos de Maduro en Venezuela, con las supuestas polémicas maletas. Y digo supuestas por no recordar que hay un video de la llegada de ese avión y de la bajada de las mismas de la carga de la aeronave.
Por otro lado, tenemos el caso del primer Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz, imputado, en este caso por la filtración de datos reservados de la pareja de Ayuso en un entuerto en el que la sarta de mentiras sobre lo ocurrido antes de conocer, por los datos, la verdad, no deja en muy buen lugar la posición del fiscal y mucho menos su defensa de no haber cometido ningún delito. Y esta vuelve a ser una de las claves de todo lo acontecido hasta el momento, en el que se sabe que Ortiz mintió sobre este caso, pero también lo hizo Ábalos sobre el suyo, y también se conoce que el Presidente Sánchez, así como diversos miembros de su Gobierno también lo hicieron.
Y es que la mentira se ha instaurado en la política como instrumento para la autodefensa, pero también para la discordia, para el ocultamiento y para, y me cuesta decirlo, tomar por tonta a la ciudadanía. Y mentir, queridos y queridas lectores y lectoras, no es de izquierdas, tampoco lo es de derechas, mentir en un síntoma de enfermedad grave cuando se produce en el ámbito de lo público, y quiénes mienten en este ámbito para salvarse de la quema nos mandan el mensaje de que podrían estar mintiendo en muchos otros asuntos para beneficio personal. La mentira en el ámbito de lo público es y debe ser considerado un delito de la moral social que debiera estar condenada y sobre la que la ciudadanía debería pedir responsabilidades, porque es inadmisible. Se trata de uno de los mayores fraudes que se pueden cometer a la confianza de los votantes, pero también del propio Estado de Derecho.
Muchos señalan la presente etapa como el comienzo del fin del sanchismo. Yo considero que estamos en un periodo crucial del que no vamos a quedarnos tal y como estamos, y existen varios escenarios. A nadie se le escapa que, en este estado de cosas, Sánchez podría estar dispuesto a hacer casi cualquier cosa para salvarse de la quema y salvar su proyecto de continuidad que no parece ir más allá que permanecer en el poder el máximo tiempo posible. De conseguirlo, necesitaría seguir teniendo el apoyo de la izquierda más a la izquierda, así como de partidos nacionalistas e independentistas, alguno de ellos calificado, curiosamente, como extrema derecha. Gran parte de estos apoyos provienen de partidos políticos entre cuyos objetivos están, sin duda, debilitar a España y al Estado de Derecho en nuestro país. La lectura que se podría hacer de ello no es nada halagüeña, como tampoco lo es para el futuro de un PSOE no ya dividido, sino señalado como responsable de todo lo que haya podido ocurrir o que pueda ocurrir en el futuro. De los acuerdos con estos partidos estoy convencido de que no sabemos más allá que el pico del iceberg contra el que parece dirigido el Titanic de España.
Muchos socialistas saben lo que en esta partida se está jugando no sólo su partido sino el país, e intentan aferrarse a las ubres ideológicas de un gripo político que ha perdido su identidad ensombrecido por el temor de las fauces de los ingratos nacionalistas que devoran los presupuestos y las políticas del Estado como si España fuese, realmente, la colonia que dicen ser de este país. Sin embargo, el autoritarismo y los movimientos internos en el PSOE sólo permiten llegar a congresos decisivos a aquellos que realmente aprueban y respaldan al sanchismo, una estrategia heredada de las formas que el hoy imputado Ábalos usó en los territorios para conseguir el liderazgo de su amigo Sánchez sobre Susana Díaz, a la que hoy en día el fiel Espadas impide que forme parte del próximo Congreso socialista que tendrá lugar en Sevilla en unas semanas.
Y sólo los socialistas pueden parar esto. Los socialistas, o los jueces, o Europa, ya que las urnas, por el momento, no son opción para Sánchez, habida cuenta de los resultados que saldrían de las mismas. Tampoco parece importarle. El PSOE podría salir de esta situación herido de muerte. Si Sánchez ya recabó los peores resultados de cualquier candidato socialista al Gobierno, a pesar de llegar al mismo a través de pactos, cuando deje la secretaría general y opte por no ser candidato por cualquier razón, el partido necesitará una refundación.
Eso sí, parece ser que lo de la moda de los malotes podría dar un giro y poner de moda aquello del relativismo moral que tanto se ha criticado. El todo vale porque la causa lo merece, aunque nos gastemos un pastizal para evitar muertes de mujeres por violencia de género y las cifras sigan subiendo, o aunque dediquemos presupuestos a recibir a inmigrantes que entran de forma ilegal en nuestro país que para sacar de las calles a las cada vez más personas que se ven sin recursos, o tengamos que subir los impuestos para que los que trabajan puedan pagar a los que no trabajan, en ocasiones subsidios por importes que los primeros no llegan a conseguir con su esfuerzo y cotizando.
Ya lo dije, avisé y advertí hace años en este mismo medio. El relato del parecer se ha impuesto en política al relato del ser y demostrar con hechos. Y esto es tan peligroso como que unos mientan continuamente y otros se lo sigan creyendo, a pesar de ello. Y sí, esto ya ocurrió en Venezuela. Y miren lo que está ocurriendo. Amistades peligrosas, un mundo en el que la falsedad, la autocomplacencia y las traiciones son la base de una rama que nunca podría acabar bien.
Periodista, Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos por la Universidad de Granada, CAP por Universidad de Sevilla, Cursos de doctorado en Comunicación por la Universidad de Sevilla y Doctorando en Comunicación en la Universidad de Córdoba.
Be the first to comment