Cartas desde Galapagar

Hoy podría remitirme a una fecha que quizás a más de uno y de dos le resulte conocida y esa no es otra que el 15 de mayo del año 2011. Por aquel entonces, la política española se veía sumida en un fuerte y asentado bipartidismo liderado por los dos grandes partidos del momento: el Partido Popular y el Partido Socialista. A su vez, la acuciante crisis económica y social que nuestro país vivía golpeaba con fuerza a todas las clases sociales de nuestra sociedad, desde la gente más humilde a los altos empresarios, pasando por la banca. La tasa de paro por aquel entonces marcaba máximos históricos con un 22,85% y con más de cinco millones de parados en España. Juntemos todo esto en una coctelera y sumemos el ingrediente mágico que llevó a miles de españoles a las calles aquel 15 de mayo: la corrupción política desatada y condenada por la justicia en los dos grandes partidos. Los españoles dijeron basta, tomaron la puerta del Sol de Madrid durante semanas para reclamar justicia y un país digno, con unos políticos a la altura de la terrible situación económica y social.

Pues bien, como en toda crisis, hubo perdedores y ganadores; siempre ha habido, hay y habrá beneficiados del sufrimiento y el mal ajeno. Y, cómo no, en aquel momento nació su principal representante político, el cual consiguió englobar todo aquel cabreo social de un país sumido en el paro, la pobreza y la crisis más radical. Nació Podemos, un nuevo partido político de la mano de Pablo Iglesias, principal abanderado y líder del mismo. Su aparición fue un manantial de esperanza para todos aquellos millones de españoles que estaban pasándolo enormemente mal. Millones de personas se abalanzaron sobre las consignas de buen justiciero social que el señor Pablo Iglesias pronunciaba cada día, atacando a las clases más enriquecidas, llamando “casta” a los que más tenían y poniendo el foco de su discurso y el punto de mira en los políticos corruptos que existían en nuestro espectro político.

Estas proclamas se lanzaron por parte de Pablo Iglesias entre numerosas críticas sociales por sus ya conocidas (y reconocidas por él mismo) buenas relaciones de amistad con el régimen chavista de Venezuela de Hugo Chávez. Todo este mensaje por parte de Pablo Iglesias, cargado de veneno y cada día más populista, fue calando más y más en la sociedad hasta llegar las elecciones del año 2015, donde Podemos obtuvo nada más y nada menos que sesenta y nueve diputados en el Congreso de los Diputados, rompiendo por primera vez el todopoderoso bipartidismo.

Hoy, más de cinco años después de aquella fecha, después de todo lo vivido y todo lo predicado por el señor Iglesias desde la tribuna del Congreso; después de todas sus lecciones de moralidad; después de todas las veces que tuvimos que soportar oír cómo seguía llamando “casta”, ya no solo a políticos corruptos, sino a todo aquel que había conseguido ganar dinero a base de trabajo y esfuerzo durante años; tras ver cómo se asentaba en Galapagar, en un chalet de 2.000 metros cuadrados de terreno y de más de 619.000 euros; tras haber criticado durante años a todos aquellos que residían en el barrio de Salamanca de Madrid por ser ricos, “hijos de papa”, y, cómo su ex compañero de partido Iñigo Errejón decía, “gente que va a misa en Mercedes”; tras colocar a su mujer Irene Montero de Ministra de Igualdad en el actual Gobierno, cuando toda su carrera política había estado criticando los enchufismos y puertas giratorias en política… Después de todo esto y todo lo que me he dejado en el tintero, hoy Podemos está imputado por la justicia de nuestro país por malversación de fondos. Ay Pablo, Pablo… Qué vueltas da la vida, ¿verdad? Como reza el dicho, se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, y tu ideología chavista-comunista, populista a más no poder, se ha desmoronado con el paso de los años como un castillo de naipes arrasado por el viento. Todo por jugar con el dolor y el sentimiento de frustración de toda una gran sociedad para tu beneficio. ¿Quién es la casta ahora, Pablo? Has humillado y engañado a todos tus votantes. Aunque hoy por hoy muchos de ellos aún no se hayan dado cuenta, creedme que lo harán. La mentira tiene las patas muy cortas y la tuya ya ha recorrido demasiado camino y generado suficiente miseria a nuestra sociedad.

Desde el punto de vista reflexivo, esta experiencia debería servir a todos nuestros ciudadanos para darse cuenta de que, en los momentos donde peor lo pasa el ser humano, siempre existen parásitos que se alimentan de ese dolor para generar su propia fuente de riqueza. Ese parásito, hoy en día, viste camisa desabrochada y coleta en el pelo; ese parásito es hoy Vicepresidente del Gobierno de nuestro país. Ese parásito, permítanme definirlo con una sola palabra, se llama comunismo y no olviden esto: está gobernando nuestro país.

Reaccionemos antes de que sea demasiado tarde. Nuestro país y nuestro futuro están más en juego que nunca y estoy seguro de que ese parásito será aplastado democráticamente por la gran mayoría de españoles en las próximas elecciones.

Tiempo al tiempo.

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