De héroes y villanos

La política hoy avanza a un ritmo desenfrenado que hace prácticamente imposible seguir un hilo argumental medianamente convencional. Política de vaivenes, de ascensos y caídas y, principalmente, de traiciones. Política de héroes, pero también de villanos. El pasado martes vivimos un nuevo episodio de esta serie thriller que mantiene a los españoles tan enganchados, pero, a la vez, deseando que llegue el final de la temporada y poder respirar y recapacitar sobre todo lo que está ocurriendo y, sobre todo, lo que queremos -y necesitamos- como Nación.

Pedro Sánchez ha enviado al PSOE -y al pobre Gabilondo- a la UCI. La debacle socialista no es sorprendente puesto que ya se sentía en el ambiente. Es sorprendente por como un partido es capaz de sacrificar un candidato y su equipo con el único fin ejecutar una jugada política. Y es que, a pesar de lo que pueda parecer, Iván Redondo consiguió el 4M un triple éxito. El primero de ellos es abrir una crisis territorial en el PSOE con el calado suficiente como para abrir el melón de las primarias en varias autonomías y poder designar candidatos afines al Presidente y consolidar el poder orgánico federal -o así lo llaman- socialista. Andalucía y Susana Díaz son las primeras víctimas. El segundo éxito es encontrar un gobernante enemigo con el suficiente poder como para comenzar una campaña de confrontación nacional. Ayuso es, a partir de hoy, la Némesis de Sánchez. El Ejecutivo ya maniobra para relacionar a la flamante Presidente madrileña con el programa de Vox y que dentro de este aquelarre contra la “ultraderecha”, los españoles tengan que elegir entre lo malo y “lo peor”. El tercero y no por ello menos importante, es abrir una brecha de liderazgo en el Partido Popular. El mismo Pablo Casado -hablaremos largo y tendido más adelante sobre él- sabe que tiene la espada sobre la cabeza. Y eso es mérito de Sánchez. El PP hoy está sufriendo una revolución en sus entrañas que tarde o temprano se cobrará su precio. Son muchos los que opinan que la única líder capaz de vencer al socialismo es, hoy por hoy, Ayuso.

¿No se han dado cuenta de que Casado salió al balcón de Génova 13 a colgarse las más que merecidas medallas de Ayuso? ¿No se han dado cuenta de que, desde el martes pasado, Casado está más centrado en minimizar a Vox que en enfrentarse al totalitarismo siniestro? Son los nervios de alguien que ha metido los pies en un estanque lleno de pirañas. La victoria de Ayuso es, con sus diferencias, similar a la de Feijoó. Una victoria de candidato, no de marca. Y Pablo -el menos malo- lo sabe. El denostar continuamente a Vox demuestra una debilidad impropia de alguien que se siente capaz de dirigir una Nación de más de 47 millones de habitantes. Porque si la cúpula popular -plagada de “funcionarios del partido”, como le gusta decir a mi amigo Ricardo- estuviera convencida de que las madrileñas han supuesto la tumba de Vox, ¿qué les frena para convocar elecciones en Murcia y en Andalucía? Si lo ven tan claro, matarían dos pájaros de un tiro y se convertirían en fuerza hegemónica de todo el espectro más allá del PSOE. Pero el silencio en el sur confirma que nadie está tranquilo con el partido de Santiago Abascal. Ayuso ha facilitado que los españoles residentes en Madrid no caigan en la ruina más absoluta, pero, amigos míos, ni Juanma Moreno ni López Miras son como ella. Y Pablo, esto, también lo sabe. ¡Vaya que lo sabe!

Sin embargo, lo que no ha salido para nada como Sánchez esperaba, es la gran victoria de Vox en Madrid. Sí, victoria. Rocío Monasterio, además de aguantar una campaña de continuo desprestigio, amenazas y agresiones, se ha enfrentado a una candidata liberal que ha abrazado las tesis que Vox ha defendido -y sigue defendiendo- para luchar contra la ruina del virus chino. Y, con todo en contra, Vox ha crecido en Madrid. Lo preocupante para la izquierda es que, aun sufriendo una caída de votos que han ido a parar a Ayuso, los de Abascal han conseguido crecer en barrios tradicionalmente de izquierdas. Eso dice mucho de la salud de la que goza Vox. Y, por eso mismo, Pablo Casado no se fía para nada de la imagen de dominación que tanto se afana en promulgar por platós de televisión y estudios radiofónicos. Ni en Murcia, ni en Andalucía, ni en las elecciones generales tendrá a Díaz Ayuso para que le sirva de escudo. En estas tres elecciones el PP presentará candidatos que han aplaudido y votado el Estado de Alarma de Sánchez e, incluso, han ejecutado medidas más duras en sus comunidades que han hundido a la hostelería y pequeño comercio murciano y andaluz. Y esto, Pablo, también lo sabe.

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