El ‘terrorista’ Boye

1988. Durante 249 días de ese año, el empresario Emiliano Revilla estuvo secuestrado por ETA en un zulo bajo una vivienda de la calle Belisana, cerca de Arturo Soria, en Madrid. A menos de 100 metros, un familiar mío tenía allí su casa. Alguna vez en aquellos días estuve yo en ella sin que fuéramos conscientes ninguno del calvario que estaría pasando tan cerca de nosotros ese hombre. Suplicio que sólo acabó con el pago de una cantidad a ETA que, según algunas fuentes, habría rondado los 1000 millones de pesetas y otras aventuran en el doble.

El que sí era muy consciente de aquel sufrimiento era Gonzalo Boye, un por entonces veinteañero chileno miembro de un grupo terrorista de su país, el MIR, que fue detenido en 1992 en Madrid y condenado en 1996 por colaborar en el secuestro del empresario soriano. Por esa colaboración recibió un suculento pago de ETA, según se considera probado en la sentencia. Fue condenado a 14 años de prisión y al abono de 200 millones de pesetas que no consta que haya realizado. Emiliano Revilla nunca se los reclamó.שולחנות מתקפלים panske teplaky panske teplaky bežecká obuv bežecká obuv שולחנות מתקפלים iansargentreupholstery.com bežecké tenisky Mens VANS 2020 חליפות מידות גדולות נשים שולחנות מתקפלים holroydtileandstone.com holroydtileandstone.com lucianosousa.net bezecke topanky

Estamos hablando del mismo Gonzalo Boye que ahora es abogado de Valtonyc, Puigdemont y, según hemos sabido estos días, también ahora de Alberto Rodríguez, exdiputado de Podemos. Se sacó su carrera de Derecho en la cárcel, donde descubrió que la mejor forma de atacar nuestro sistema democrático es desde dentro y en la que, como el conde de Montecristo, tuvo tiempo de planificar su venganza, en este caso, contra el país que lo acogió.  Ha sido abogado, entre otros, de Marcial Dorado, el narco gallego que apareció en una foto con el ahora presidente de la Junta de Galicia, Feijóo. También lo fue de ultraderechistas colombianos y en su despacho ha colaborado como perito informático el también ultraderechista Emilio Hellín, asesino de Yolanda González en 1980. De modo que su militante izquierdismo tiene, como casi todo en esta vida, un precio valorable en billetes.

Cuando se le cita en los medios, nunca se alude a su pasado. En mentideros de juristas y periodistas se le tiene por persona peligrosa y vengativa. Incluso, al parecer, es posible que se haya dedicado a demandar con cantidades millonarias a periodistas que sacaban su historia a relucir para reclamarles un presunto “derecho al olvido”. O sea, que no le interesa que se lo encasille por su pasado. Lo que pasa es que a lo mejor es el futuro el que se va a empeñar en recordarnos quién es en realidad, porque es posible que acabe en la cárcel de nuevo. Está imputado por blanqueo y falsificación en un caso contra uno de sus “insignes” clientes, el narco Sito Miñanco. La lista de esos clientes, como vemos, no parece la típica de un activista de izquierdas: narcos, asesinos, golpistas… La pena podrían ser otros 6 años en los que, posiblemente, le daría tiempo a sacarse otra carrera. En esa cabeza cabe todo.

Por todo ello, sorprende quizá que una persona como Alberto Rodríguez, que se dice pacífica e inocente del delito de haber pateado a un policía recurra a este personaje. Bueno, digo yo que a alguno le sorprenderá, a mí no. En Podemos y en el resto de la izquierda radical llevan muy a gala lo de ser antisistema y eso no se queda en meras actuaciones pacíficas o declaraciones. Ahí tenemos a Isa Serra,  Rita Maestre o “el Pancetas” del SAT como ejemplos.

La izquierda que tenemos hoy no tiene nada de social ni de moderna sino mucho de violenta y es profundamente atrasada y brutal. No es la izquierda alemana ni la francesa. Ni es el laborismo británico ni tampoco nada parecido a los demócratas norteamericanos. Es algo muy similar a la izquierda iberoamericana, trufada de odio, de resentimiento y de violencia. De esa siniestra izquierda, profundamente antiespañola y radical, llegaron el propio Boye, Pisarello, Echenique o Dante Fachín, entre otros. Tenemos una izquierda que no quiere construir nada sino tras haberlo derribado todo antes. Un día aclaman las lágrimas de cocodrilo de Otegi y al otro salen a la calle a defender a los presos etarras que, para ellos, no están en la cárcel por asesinos, sino que son “presos políticos”. También, en definitiva, es una izquierda que defiende a narcotraficantes a la vez que pide la legalización del cannabis. Todo en ellos es muy coherente…

Lo mejor que podemos hacer es encerrarlos lo antes posible porque, si no, acabaremos encerrados por ellos, como Boye hizo con Emiliano Revilla y como Otegi hizo con Luis Abaitua.  Eso, si no nos matan antes, porque estamos en manos de terroristas y nosotros mismos, con nuestra indolencia, nos ponemos el cañón de su pistola en nuestra sien.

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