Jaque mate con peón y caballo

En marzo de 2019, el ensayista, investigador y financiero estadounidense de origen libanés Nassim Nicholas Taleb inventaba en su informe titulado Multiscale Localism: Political Rigor and Clarity under Complexity (“Localismo multiescala: Rigor político y claridad bajo la complejidad”, en español) una palabra que pone nombre a una estrategia de comunicación, el término al que me refiero es pedophrasty (“pedofrastia”). Según Taleb, la pedofrastia es efectiva ya que proporciona argumentos para atacar antes de que se forme la evidencia, las personas se mueven a hacer algo (sic).

Como acabo de avanzar, la traducción natural al español sería “pedofrastia” tomando como referencia la popular Fundación del Español Urgente, más conocida como Fundéu/FundéuRAE. Según dicha fundación, “el neologismo pedofrastia está bien formado y se considera válido en español para hacer referencia a la estrategia de recurrir a niños en un discurso o debate con el fin de conmover a la audiencia, de modo que se deje llevar más por las emociones que por la razón”. Respecto a la etimología del término en cuestión, Fundéu indica que está formado con las voces del griego παῖς, παιδός (paîs, paidós) ‘niño’, y φραστήρ, ῆρoς (frastér, frastêros) ‘guía, informador, ilustrador’. Como se pueden imaginar, en el presente artículo, primero reflejaré y daré mi opinión sobre el citado término, pero reflejado lo anterior y sin la intención de extenderme más, permítanme que haga además lo propio sobre otro parecido: la zoofrastia.

La pedofrastia es una estrategia comunicativa muy recurrida a lo largo de la Edad Contemporánea en la política, estoy convencido de que todos ustedes tienen gravadas en su mente la imagen de Hitler o Stalin rodeados de niños, generalmente de apariencia nórdica. Al igual que ocurre hoy en día, especialmente, en Corea del Norte, que un “jefe de estado” (por no decir dictador) se rodee en la propaganda de niños, viene a decirnos que dicho sujeto es más que un líder político, un padre, el “Padre de la Patria”, una especie de líder espiritual y familiar que protege con celo a sus subordinados compatriotas.

La figura del líder es pseudorreligiosa y, como norma general, choca frontalmente con la de cualquier religión, prohibiendo y persiguiendo cualquier devoción popular a otras figuras del culto tradicional. El ídolo humano se rodea de niños para inmortalizar una falsa sensación de superioridad moral, plausible tras el paso de los años, comprobándose que aquel “Redentor” era tan solo un ídolo con pies de barro, que en no pocas ocasiones se dedicó a esclavizar a su desventurado pueblo.

Actualmente, el caso más revelador de “pedofrastia” es el de Greta Thunberg y el de su hermana, Beata. Ambas impulsadas por sus padres como adalides globales (por globalismo) del movimiento contra el cambio climático y feminista, respectivamente. Dicho impulso, de no ser por el favorecimiento de organismos como la ONU o la UE, carecería de efectividad. Las referidas organizaciones supranacionales han contribuido a que Greta se haya convertido, no en “Pepita Grillo”, si no en la repelente sabelotodo “Lisa Simpson”, siendo objeto de burlas a escala mundial que, ahora que es mayor de edad, nadie puede evitar. ¿De verdad los amos del mundo quieren que, su hermana, Beata siga la misma estela? Parece que este caso es más discreto, pero la hemeroteca está ahí e indica que sus padres quieren, en mi opinión, seguir haciendo caja a costa de su hija pequeña, también. Dicho acontecimiento confirma la excepción a la idealización que tenemos desde los países latinos y de moral católica hacia los países nórdicos y protestantes, evidenciando que ellos no son un pueblo con la moral tan puritana como pensamos.

Sobre la zoofrastia, me gustaría señalar primero que todo mi intención de no equiparar el uso interesado de niños para fines ideológicos con el de animales ya que, por razones obvias, no gozan naturalmente de las mismas obligaciones y su desarrollo vital es completamente diferente, en ambos casos. En España y, especialmente en estos días de campaña electoral en Castilla y León, es muy común que veamos a nuestros políticos montados a caballos y rodeados de ovinos o bovinos, viniéndome a la mente además varios casos de políticos de primer nivel que se han dejado fotografiar con sus perros (y alguno que otro con un tigre). Esta moda de rodearse de animales de cuatro patas la ha puesto en práctica, obviamente, los partidos netamente “animalistas”, es más, si me permiten el chascarrillo, los políticos también utilizan a los microorganismos (microbiofrastia) para captar la atención del público, véase los casos de los que no paran de publicar en sus redes sociales que son positivos asintomáticos en SARS-COV2.

Como ya es de intuir, la “zoofrastia” es utilizada comunicativamente por los políticos para desprender ternura y que el elector medio vea que tras la coraza de ese tiburón de la ideología se esconde una persona con los sentimientos primarios de un niño, estando relacionado (si me permiten la frivolidad y salvando las distancias) al concepto de “pedofrastia”. Expuestos los aspectos negativos de la “pedofrastia” y los anecdóticos de la “zoofrastia”, me gustaría, para concluir, constatar que tanto las personas menores de edad como los animales forman parte de nuestro día, correspondiendo a los adultos la tarea de observar el correcto desarrollo de los anteriores, así como velar por que se garanticen los derechos de ambos, muy en especial los derechos de los niños, ya que el ser humano goza de una especial dignidad al estar, en la mayoría de los casos, capacitado con raciocinio, no moviéndose exclusivamente por instintos y pautas básicas de aprendizaje y comportamiento (en caso de los animales).

Corresponde a la sociedad en general reprobar comportamientos poco éticos de los padres, gobiernos y grandes corporaciones que tienen entre sus responsabilidades la de no aprovecharse mediáticamente de menores, como ha sido durante tantos años el caso de Greta Thunberg, actitudes que solamente sirven para acallar conciencias, endiosar inmerecidamente a humanos y sumirlos en una más que probable frustración cuando se cercioren que han sido usados por personas e instituciones que no tienen como objetivo el bien del menor, ni siquiera el común, sino el propio. Las mencionadas estrategias, “pedofrastia” (peón) y “zoofrastia” (caballo) son dos piezas que, si se da el caso, pueden llegar a dar jaque mate a cualquier contrincante político (rey).

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