A la izquierda no le gustan los niños

Los niños son puros, son libres, son felices si les damos amor y tiempo; tiempo y amor. Si escuchamos no sólo sus palabras sino aquello que nos dicen con sus actos, con su mirada, con sus silencios. Un bebé llora si tiene hambre, si está incómodo, si tiene sueño o simplemente si quiere sentir nuestro amor, nuestro calor. Un niño quiere seguridad en su hogar, un ambiente equilibrado y lleno de armonía, unos padres que se quieran, que le quieran, que se respeten y le respeten. Desafortunadamente, ellos, tan frágiles, tan vulnerables, tan ingenuos y confiados son siempre un cero a la izquierda para la infesta izquierda que nos gobierna. ¿Por qué?

Sobre el tema del aborto y para todos aquellos que lo defienden, ese “nasciturus” no es más que un cúmulo de células, excepto si tú pares a un cúmulo de células de poco menos de 24 semanas de gestación y entonces sí son bebés por quienes hay que luchar por sus vidas ¿verdad, Irene? El acento se coloca en la madre. El énfasis de los derechos recae en esa mujer que no va a tener más remedio que deshacerse de una vida porque claro, el optar a plantearse el tenerlo en los casos en los que no peligre ni su vida, ni sea producto de una violación, ni el feto venga con malformaciones, eso NO. El plantearse incluso el dar a ese bebé en adopción, tampoco. Mejor vayamos a lo fácil, al mantra de “es nuestro cuerpo” y “nosotras parimos, nosotras decidimos” y bla, bla, bla… ¿Estamos locos?

Se trivializan las relaciones sexuales porque lo fácil va a ser que ahora cualquier niña pueda ir a abortar como quien va a la peluquería una tarde y encima sin que nosotros, los padres podamos ni tan siquiera saberlo, que no ya obligarlas a tenerlo o no. Es que los padres educamos a nuestros hijos en la responsabilidad para que cuando tengan la madurez suficiente puedan empezar a tener relaciones sexuales con la cabeza bien amueblada y con dosis de respeto a sus cuerpos y al de sus parejas. Y eso, la izquierda no lo entiende. Libertinaje por encima del sentido común que nosotros, los padres, trabajamos a diario con nuestros hijos.

Hace unas semanas, el Gobierno concedió un indulto parcial a una mala madre. Bueno, eliminemos eso de “madre”. A una mala mujer que antepuso el odio hacia el padre de su hijo frente al bien de ese niño. Un menor, un niño indefenso secuestrado por quien debería de estar preocupada por abrazarle, amarle, protegerle, educarle, cuidarle, alimentarle… Un niño casi dos años en paradero desconocido sin permitírsele estar escolarizado, ni pudiendo relacionarse con sus semejantes. Dos años de locura, de dolor, de daño innecesario y resulta que este Gobierno bajo un ministerio presidido por una mujer despechada con la vida, con los hombres y con el amor, resulta que hace unas semanas y entre lágrimas nos decía que a esa mujer “protectora” le concedían un indulto parcial. No alcanzo a entender qué puede haber en semejante despropósito en donde los derechos de ese niño fueron vilmente pisoteados.

Yo aquí y ahora ya no creo en el Ministerio de Justicia y, por supuestísimo, mucho menos en el cancerígeno Ministerio de DES-Igualdad y añadamos al presidente del Gobierno y Consejo de Ministros que dan el SÍ a liberar de su condena a una mujer que jamás debiera recibir el calificativo de madre. Siento inmensa pena al ver cómo de nuevo los más desprotegidos quedan a la izquierda de la vida y del relato feminista que utiliza a mujeres y menores a su antojo, señalando en exclusividad al hombre como el mal. Si la vida fuera justa, esa mujer tendría que arrastrar el resto de sus días la pena de comprobar cómo su hijo cuando crezca no quiera saber nada de ella.

El daño de un hijo por comprobar que la maldad existe y que tiene nombre de “mamá”, ese daño lo va a llevar siempre en su corazón, pero sólo espero que con el cariño de personas que realmente le quieran logre superar el mal recibido y sepa dar amor a quienes realmente se lo ganen y desde luego saber que esa persona que le dio la vida no merece más que cumplir condena en la cárcel. Cárcel que ha esquivado gracias a esas otras “mamás” a quienes también el nombre les quedará grande el resto de sus días. Gracias a las del Ministerio de DES-Igualdad.

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