Se decía en la antigua Grecia que el torpedo de mar paraliza a otros animales que se aproximan a él. Así me quedo yo, fascinado y atónito, ante desatinos y desvaríos de los filósofos e ideólogos rusos que alientan esta guerra contra Ucrania y algo más. Ese estado me lleva a querer reproducir algunos de ellos, siquiera sea en esquema y a modo de boceto, con el fin de entender las ideas que albergan sus cabezas. Aquí expongo alguno de ellos.
Cuando Putin comprendió que Yanukóvich ya no era útil para desintegrar Ucrania mediante la corrupción, como había hecho en Bielorrusia, decidió hacerlo por la fuerza. Empezó notificando, entre el 20 y el 24 de febrero de 2014, unas atrocidades que Ucrania estaba cometiendo en Crimea para justificar una pronta invasión que las frenara. Eran todas falsas, pero un grupo de troles de San Petersburgo se encargó de propagarlas a los cuatro vientos. Junto a otras que vinieron después, fueron el segundo frente en la acometida militar contra Crimea.
El acuerdo por el que Rusia tenía unidades navales en la península le había permitido enviar unos veinte mil soldados en diciembre. La mitad de ellos invadieron territorio ucraniano desde allí. Iban sin insignias militares. No sabiendo qué hacer porque las cadenas de mando eran dudosas, la autoridad de Kiev ordenó que no se luchara contra ellos para que no aumentará más la violencia. El día 26 los soldados rusos ya habían tomado el Parlamento e izado la bandera rusa. Gláziev, asesor de Putin para asuntos eurasiáticos, se encargó de organizar el nuevo gobierno.
Un bandido local de nombre Askionov fue nombrado primer ministro de Crimea el 27 de febrero y el parlamento ruso aceptó el 28 su anexión. Barak Obama se limitó a declarar ese mismo día que estaba profundamente preocupado por los movimientos de tropas rusas en el interior de Ucrania; pero no hubo nada. Los Lobos Nocturnos, una tribu de moteros que llevaba varios años organizando concentraciones en Crimea, a los que había acompañado Putin en 2012, aunque en una moto de tres ruedas, pues no sabe montar en moto, organizaron la propaganda y ejercieron como paramilitares del Kremlin. Los moteros predicaban la guerra santa que se oculta bajo la vida cotidiana, guerra santa contra la democracia, que divide a las gentes entre izquierda y derecha, cuando la única división aceptable es la del reino de Dios: arriba y abajo. El alma rusa es santa y une todo. “Como en un icono, Stalin y Dios”. Sic.
Las proclamas de los Lobos Nocturnos sintetizaban la filosofía de Ilyin, las doctrinas geopolíticas de Surkov y la idea civilizatoria de Putin. No se podía dar más en menos para el consumo del vulgo. Su veneración del cuero y su masculinidad traducían el sexo en geopolítica: la homosexualidad es un ataque de Europa y Estados Unidos contra Rusia, argumentaban. La democracia, de origen judío y plasmación americana, asociada a un Satán homosexual, es barbarie, consumismo y negación de toda espiritualidad. Su jefe, Zaldostanov, concluyó una vez estas peroratas predicando que el lema de la guerra de Rusia contra Ucrania era: “muerte a los maricas”. Ninguno de ellos era émulo de Demóstenes.
Una vez invadida Ucrania, Putin decidió que no era un Estado y que la grave enfermedad que había contraído era convocar elecciones, que no eran otra cosa que un injerto americano, para cambiar a los gobernantes. Dugin completó la doctrina. Ucrania ha dejado de existir, dijo, y la guerra para destruirla es en realidad para someter y aniquilar a Europa. Varios grupos y partidos europeos denominados de extrema derecha felicitaron a Putin.
Sea suficiente con lo dicho por hoy. Como esta clase de caos doctrinal es abundante, habrá que dedicarle alguna que otra gacetilla siguiendo la marcha de los acontecimientos.
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