Si ya no sirvo, al menos, no me mates

No hace muchos años, a los ancianos se les tenía respeto. En familias normales casi se veneraba al padre y a la madre que tanta dedicación habían puesto en la educación de los hijos. Permanecían en las casas o en la suya propia, o con alguno de sus hijos. Pero todo cambió cuando ambos hijos se pusieron a trabajar me refiero a las mujeres que se incorporaron al mercado laboral con horarios infames y así imposible cuidar a los padres. Ojo, no estoy diciendo que deba ser la mujer la “cuidadora” expongo una realidad no muy lejana. 

Así las cosas, el anciano empezó a molestar. Vinieron las riñas entre hijos o sobrinos y surgieron como hongos las residencias, meros lugares para aparcar a papá o mamá y quitarnos la mala conciencia de encima. Con este panorama, la propia persona acepta de buen grado, más o menos, el que la depositen fuera de su hogar con la falaz promesa de “aquí te cuidarán, nosotros ya ves que no podemos” y hasta luego Lucas. 

Por problemas familiares, yo misma tuve que buscar residencia a mi abuela y nos costó encontrar una mínimamente decente.  Aún así, me deprimía cada vez que iba. Tanta vejez junta molesta, no sabes muy bien por qué. Pero no contentos con dejarlos tirados en cualquier sitio, con la plandemia, sencillamente los han dejado morir como a perros en sus cuartos, solos en sus orines, gritando, llorando y, por mi parte, no pienso olvidarlo. Ha sido un genocidio. 

No se vayan que hay más, la eutanasia llega a todo bombo para quedarse, por supuesto. Te la venden como algo magnífico para cuando ya no produzcas, seas una carga, no tengas casa o simplemente les molestes. Con lo que eliminamos pensiones, medicamentos y operaciones varias, vamos un gran gasto social. La sociedad, que a estas alturas está completamente idiotizada, ya ni se asombra, incluso acepta matar gente, si con ello les evitamos dolor. Es un genocidio nada sangriento donde al cordero se le ha explicado todo, básicamente, con esta frase: “es por tu bien y por el de la Humanidad “, así las cosas, al pobre que va a ser sacrificado se le hincha el pecho con la sensación de ser un héroe. 

El plan es maquiavélico porque si falla y el pueblo se levanta con ganas de guillotina, siempre oirán lo mismo del asesino, yo te lo expliqué, no te obligué a nada y será verdad. La única forma de parar estos crímenes es conociéndolos de antemano y frenar como sea a esta gentuza. No ceder ni un ápice de libertad porque no somos esclavos, somos seres humanos tan dueños de este planeta como las élites globalistas.  Y si hay que ir a por ellos a sus guaridas, habrá que organizarse porque ellos lo están y mucho, buscar su talón de Aquiles que no es, ni más ni menos, que luchan contra 8.000 millones de personas que no están dispuestas a dejarse asesinar sin presentar batalla. O ellos o nosotros, no hay más. 

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