En estos días, la información que por distintos medios nos llega es controvertida y cuando no confusa o ambigua. Hasta el momento, el ciudadano tenía el recurso de los datos y las cifras. Esas herramientas a las que apelan los políticos cuando les conviene y, cuando no tanto, evaden. Innumerables han sido las ocasiones en las que se ha instado (infructuosamente) al Gobierno el cese de Tezanos. La elusión del Ejecutivo ante estas reivindicaciones parecen adquirir sentido si interpretamos que, lejos de destituirlo, Pedro Sánchez está adquiriendo para sí parte de la creatividad de presidente del CIS.
Pedro, que ya no viste vaqueros ni para jugar a la petanca con sus amigos/afiliados, lo ha hecho esta vez en Extremadura para reivindicar como propio un electorado integrado por “la inmensa mayoría” (como él mismo denomina). Realmente, uno no se hace una idea clara de lo que abarca esa inmensa mayoría pues, ante un tumulto similar al de la manifestación del 8M (cifrado en 350.000 asistentes), Delegación del Gobierno ha situado en 31.000 la cota de manifestantes del pasado sábado en defensa de los fundamentos constitucionales; esta diferencia debe explicarse por las matemáticas aplicadas con perspectivas de género.
Pues bien, según Sánchez ni en esta protesta ni en la que protagonizó el separatismo el pasado día 19 en Barcelona, están los ciudadanos que él lidera. Eso sí, unos y otros deben estar agradecidos porque en su momento les permitió vacunarse de la COVID sin preguntarles a quién votaban, como en aquella ocasión subrayó. Y es que, una vez más, nuestro presidente hila un discurso que, salvo a sus afiliados, resulta paralelo a la realidad ciudadana.
Y en efecto, puede que su electorado no se nutra de estos bullicios pero a pesar de esto, o precisamente por esto, el ejecutivo gobierna para ellos; concretamente, en beneficio de unos y en detrimento de otros. Y no es que su programa persiga satisfacer el interés común, sino aquel que le permite la permanencia en el Gobierno. Pedro gobierna para los separatistas, desde el momento en el que convoca una mesa de diálogo distinta a las provistas constitucionalmente: las Cortes de nuestro país. Gobierna para ellos, desde el momento en el que sin pudores estos reafirman su intención de atentar contra nuestro estado de derecho y se reforma el código penal para convertir la sedición en desórdenes públicos con el bonus track de una reducción de condena por malversación.
Resulta acertada la pregunta a la que últimamente se ha abonado el PSOE: ¿esto es insolvencia o es mala fe? Sin embargo, Sánchez no le teme al eclecticismo y apuesta, como buen estratega, por un discurso que adivine acertado según donde le vayan a escuchar. En esta nueva entrega de “El gobierno de la gente”, el presidente del Gobierno estuvo acompañado por Fernández Vara, disidente manifiesto de la reforma del código penal. Al presidente le convenía retrotraerse a un discurso más moderado y consonante con el PSOE de antaño; demasiado ruido al Gobierno le lleva dado el barón extremeño con el reajuste de los modelos de financiación autonómica.
Pero la estrategia del presidente del Gobierno tiene un recorrido aún mayor. Suele complementarla en el hemiciclo dejando sobrevolar la amenaza de “que vuelva la derecha” a restringir las libertades cedidas a los grupos minoritarios. Como complemento, añade que a ellos no les han montado un referéndum; pero 3 meses antes, ellos se negaban a llegar a un acuerdo con Rajoy para aplicar el 155. El sentido de Estado resulta goloso para meter en el CGPJ a magistrados con tendencias simpatizantes, no tanto para preservar la integridad territorial del país.
Y es que, un gobierno sostenido por minorías detractoras del Estado de Derecho, no tiene la fuerza requerida para gobernar en favor del interés general. Quizá Tezanos pueda asesorarle en la interpretación de parámetros estadísticos para ubicar mejor a esa inmensa mayoría de la que habla; solo una buena dosis de imaginación y fe puede encontrarla.
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