Vaya por delante que una servidora estará el domingo animando a la selección, no en Berlín, ya que sus ingresos como universitaria no se lo permiten, pero sí en buena compañía rodeada de amigos y seguro que ambientazo. Hasta ahí bien, el mismo plan que miles de españoles. Pero más allá de eso… Fútbol es fútbol, que decía un tal Boskov, y no el circo político que algunos se han encargado de montar.
En el pasado artículo ya se mencionó la ansiada foto de Pedro con el canciller alemán Scholz. Fue antes de tiempo, de la final, claro, en cuartos. ¿La fecha exacta? Ni se sabe, pero sí que se recuerda que el mismo día en el que Begoña debería haber realizado el paseíllo tal cual torero, su amado cogió el Falcon, se supone, y se plantó en territorio bávaro para ver como la selección que curiosamente él se está cargando, mandaba al motor de Europa a la calle. La conversación en el palco debería de ser de lo más curiosa; uno diciendo que si Rubi, que si Geri, que si el empoderamiento… y el otro, que muy bien, que todo lo que quiera, pero que pague, que los alemanes están hartos de soltar la pasta para que él saque pecho palomo de cómo va la economía española regalando los euros a diestro y siniestro. Porque a estas alturas de la partida o del partido, ¿todavía hay alguien que se cree que el dinero que suelta Europa, es decir, Alemania, sale gratis a los españoles? En fin, que pasamos a semifinales, pero ni en el palco de autoridades Sánchez le soltó a su homólogo alemán lo que le viene reclamando la Unión Europea desde hace tiempo: justifique en qué se gasta el dinero que se le “da”.
En cualquier caso, España se plantó en semifinales ante la otra potencia europea. El gallo francés llegó hasta donde llegó sin hacer un gran juego, es más, no jugó nada, pero empezó ganando y metió el miedo en el cuerpo a más de uno. Pero es que Francia también tiene lo suyo. El país de la revolución, donde se lleva como estandarte la Liberté, Egalité, Fraternité, tiene un desaguisado social difícil de entender y, habría que preguntar a los franceses, difícil de aceptar. Que gana Marine Le Pen, los de siempre a quemar las calles, literalmente. Que al de unos días el Nuevo Frente Popular le da la vuelta, esos mismo vuelven a quemar lo que aún quedaba en pie. Y es que, gobierne Napoleón, Robespierre, Macron o quien sea, los franceses están hartos de unas políticas que hace años van a la deriva tanto en lo económico como en lo social. Pero bueno, Francia, también futbolísticamente hablando, cayó y España se plantó en la final de Berlín.
Y en esas estamos, en ser los mejores de Europa, con el permiso Inglaterra, of course. A pesar de que Irene Montero racializó a Dani Olmo, más rubio que cualquier orgulloso germano. A pesar de que Mónica García ha pasado de acudir al médico a tratar su desprecio al fútbol a ser una ferviente admiradora de la selección. A pesar de tantas estupideces que se han leído y escuchado estos días, el combinado nacional nos dejará el próximo domingo unos minutos para olvidar que la inflación está haciendo añicos el país, que en España delinquir es gratuito y por supuesto, que manda un genio que es capaz de hacer magia. Que sabe convertir un problema del Gobierno, como son los menas, en un problema de la oposición. Que te convence de que tu coche con el que vas a trabajar a cinco kilómetros de casa es el causante del cambio climático. Que, como los grandes magos, envía a su mujer de un lado a otro sin que nadie la vea.
Ese es el gran logro político de la selección española que, durante noventa minutos, cualquier ciudadano español se dé cuenta de que, al menos en eso, en lo de dar patadas al balón, somos los mejores, y se olvide de lo demás. Porque en el resto, en lo que no tiene nada que ver con fútbol, el Presidente del Gobierno que el domingo estará en su butaca megavip, quizás acompañado del Rey Carlos de Inglaterra, al que no se atreverá a hacer los desprecios que hace al suyo, está dejando el país hecho unos zorros. Y cuidado, que en la caza del zorro nadie gana a los ingleses. Queridos lectores, fútbol es fútbol, lo demás sobra. ¡A por ellos, oé!
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