
La noticia suena grandilocuente: Donald Trump, nominado al Nobel de la Paz por el reciente pacto en Gaza. Palabras mayores para una región donde la palabra «paz» ha sido tantas veces manoseada que casi suena obscena. Porque lo que se está celebrando no es tanto el fin de un conflicto -que no ha terminado-, sino el arranque de una campaña de marketing con pretensiones globales.
En la partida, todos ganan algo: Trump se viste de salvador, la comunidad internacional presume de mediación y los titulares se llenan de frases solemnes. ¿Y quién pierde? Los mismos de siempre: la gente que sigue sin agua, sin casa, sin Estado reconocido, pero con la promesa de que esta vez, ahora sí, será distinto. El decorado cambia; el guion, jamás.
Lo llamativo es el calendario. En un año marcado por campañas, juicios y polarización, Trump no necesita un Nobel: necesita el aura que genera. La nominación es una declaración de intenciones disfrazada de galardón, un recordatorio a sus votantes y a sus detractores de que sigue siendo capaz de ocupar la portada mundial. Y, de paso, envía un mensaje implícito: si puede mediar en Gaza, ¿cómo no va a poder dirigir de nuevo a Estados Unidos?
Pero conviene no engañarse: llamar paz a un alto el fuego es un insulto a la inteligencia colectiva. En Palestina no ha habido paz nunca, solo treguas que sirven de maquillaje temporal para una herida que sigue abierta. Quienes promueven estos acuerdos jamás reconocerán a Palestina como Estado. ¿De qué sirve parar los disparos si nunca se reconoce la existencia del otro?
Lo que se premia aquí no es la paz, sino la capacidad de vender titulares. Es la consagración del marketing geopolítico: un premio para quien convierte el silencio en mercancía electoral. La paz no puede medirse por los segundos que dura una firma, sino por los años que tarda en volver el ruido de los misiles. Y, bajo ese criterio, los balances no mienten: todo sigue en números rojos.
Porque la paradoja es brutal: se nomina al Nobel de la Paz a quien se beneficia más del eco que del hecho. Y, si algo demuestra esta historia, es que, mientras el mundo confunda tregua con paz, los premios seguirán cayendo en las manos equivocadas y las bombas en los lugares de siempre.
Autora de Siente y vive libre, Toda la verdad y Vive con propósito, Técnico de organización en Elecnor Servicios y Proyectos, S.A.U. Fundadora y Directora de BioNeuroSalud, Especialista en Bioneuroemoción en el Enric Corbera Institute, Hipnosis clínica Reparadora Método Scharowsky, Psicosomática-Clínica con el Dr. Salomón Sellam






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