Dogmas de Fe

Que un país como España, cuya clase política de izquierdas quiere eliminar cualquier atisbo de religión en las instituciones e incluso en la vida, haya copiado al pie de la letra los dogmas de fe de la Iglesia para hacer política, no deja de tener su punto, lo confieso. Yo, que siempre he sido puñetera y preguntona, ya tuve mis más y mis menos de pequeña por preguntar cosas que simplemente no entendía o me parecían como poco confusas con relación a la religión, cosas que se zanjaban con un «es un dogma de fe» y a correr, que viene a ser en castellano un “porque lo digo yo y punto”, con lo que a día de hoy sigo con las mismas dudas. Porque claro, a mí un “por mi huevera morena” me deja igual.

Además, con el tiempo comprendí que la religión es opcional. Si quieres la sigues y si no, pues no afecta a tu vida civil ni política y entiendes que mientras no afecte, está bien que cada cual crea en lo que quiera. El problema viene cuando la política se vuelve religión, y los temas a tratar, sean los que sean, no se pueden discutir porque todo se ha convertido en un dogma de fe y no pueden debatirse. Los políticos se han convertido en un giro de los acontecimientos en doctores de la Iglesia, y dictan en su sabiduría la «verdad revelada», y mientras tanto tú a tragar, porque si osas preguntar, iniciar debate o simplemente estar en desacuerdo, eres el nuevo hereje al que en el siglo XXI se denomina “negacionista”.

Si no comulgas (que bien traído) con el feminismo de nueva ola y toda su chatarra intelectual eres negacionista y, por lo tanto, estás a favor de que maten y agredan a mujeres. Si piensas que el cambio climático tiene muchas aristas donde a través del miedo al apocalipsis muchos sinvergüenzas están haciendo su agosto, también eres negacionista y, por supuesto, el fin del mundo sucederá por tu culpa y egoísmo. Así hasta el infinito, porque da igual el tema, inmigración, educación, sexualidad, transporte y hasta lo que vas a comprar al super, todo es dogma. O estás conmigo o eres un hereje.

En un determinado momento, que yo no sé cómo pasó, (me pillaría distraída, seguro mirando zapatos para acabar con el planeta) la política mutó en religión y las leyes en dogmas de Fe. Como todo cambia para volver a lo mismo, hoy no quemamos a la gente en piras públicas en las plazas (que no lo descarto), porque claro, están por ahí los derechos humanos y son un poco tiquismiquis con estas cosas. Pero en su lugar, han creado «la cancelación», mucho más moderno que viene a ser el «delete» civil. Te borran, te destierran de su sociedad ideal y te hacen vagar marcado por la vergüenza lejos del paraíso.

Serás un buen ciudadano, como en su momento un buen cristiano o no serás, y para serlo seguirás con resignación y alabanza todo lo que te dicten sin preguntar, porque la otra opción es vagar por un valle de lágrimas ajeno al paraíso progresista marcado y repudiado, y eso sinceramente no parece apetecible. Pero, por otro lado, comulgar con ruedas de molino sin rechistar, tampoco es lo mío. Así que mientras espero mi excomunión y mi letra escarlata correspondiente, seguiré haciendo lo que siempre he hecho, preguntarme cosas y preguntarlas, así como debatir sobre todo lo que no comparto y oponiéndome a lo que no quiero. Porque antes que ciudadana soy persona, con todo lo bueno y malo que eso lleva consigo. Y eso es lo que hacen las personas, aunque muchos lo hayan olvidado.

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