El sueño de Simancas

Ha llovido mucho en el PSOE de la Comunidad de Madrid desde que Alonso Puerta, entonces su Secretario General, fuera expulsado en 1979 por su denuncia de corrupción en la adjudicación de contratos en el ayuntamiento de la capital. Entonces no existían los controles anticorrupción de ahora ni había ley alguna de Transparencia. El PSOE se preparaba para llegar al poder en el Gobierno central y estaba engrasando las máquinas de financiación ilegal municipales, nacionales (Filesa, Malesa, Time Export) e internacionales (caso Flik) para lo que luego fueron años salvajes de corrupción y parasitismo a todos los niveles administrativos y que dieron al traste con los autodenominados “100 años de honradez”.

La sangre ha corrido siempre en abundancia en la orilla socialista del Manzanares. Ha habido pactos, navajazos, rendiciones, compras, traiciones, menosprecios a la afiliación, insurrecciones de ésta… Desde el propio Puerta hasta el actual Secretario General, José Manuel Franco, nada ha sido fácil en el PSOE madrileño. Todos los partos en la cumbre han sido sin epidural y las operaciones, sin anestesia.  

Esto fue así hasta 1995, cuando Leguina perdió las elecciones autonómicas después de 13 años y también después. En su día, los enfrentamientos entre “guerristas” y “renovadores” eran vistos desde fuera como una tragedia griega o, mejor, como una obra de Shakespeare, de esas en las que casi todos mueren. Digo casi todos porque Simancas, con heridas profundas en su alma y, sobre todo, en su amor propio, sigue en activo como un dinosaurio de los de Parque Jurásico. Ha sido traidor muchas veces y traicionado otras tantas.

Dicen que en la cárcel aprenden a ser malos los que no lo eran. No es este el caso. Simancas ya nació así y se ha ido perfeccionando. Quedó tocado en 2003 con el “tamayazo” y nunca le perdonó a Tomás Gómez que lo sustituyera en el cargo en 2007, tras un nuevo desastre electoral. Así que, acudió raudo a las órdenes de Sánchez a clavarle a Gómez una de las puñaladas con las que lo defenestraron en 2015. Desde entonces, sigue siendo el muñidor del PSOE de Madrid en la sombra, aunque sea a través de personas interpuestas, como Sara Hernández, nombrada como transición hasta la llegada del actual Secretario General, José Manuel Franco, otro personaje que sería desconocido si no hubiera sido por haber pasado por la Delegación del Gobierno en Madrid.

Como digo, es Simancas el que mueve los hilos. Tiene una espinita clavada desde 2003 y sueña ahora cada noche con que el 4 de mayo la izquierda vuelva, tras 26 años, a conquistar en Madrid el poder que perdió en 1995 contra Ruiz-Gallardón. Mientras tanto, tiene tiempo para solazarse compartiendo actos con los colegas de los etarras que mataron a sus propios compañeros, ciscándose así en su memoria y en la de sus familiares. Escrúpulos no es una palabra que haya manejado jamás este señor.

Ahora su títere se llama Gabilondo, ese señor taciturno y con aire bondadoso que tanto con recuerda al inefable Manuel Morán. La división en 3 partidos de la izquierda no va a perjudicar al PSOE porque cuenta de antemano ya con la colaboración de los otros dos. Son vasos comunicantes. Si votas izquierda, da igual a quien lo hagas: los tres partidos se repartirán el poder ordenadamente para que ninguno se quede sin su tajada. Si en España hay una izquierda revanchista, guerracivilista y de trincheras, en Madrid eso se eleva a la décima potencia. Entrarían como un cuchillo caliente en mantequilla, arrasando con todo. El mal sabor de boca de 2003 haría que las ansias de no dejar títere con cabeza se vieran desde el primer día y, además, se dedicarían en cuerpo y alma a apuntalar al Gobierno de Sánchez para las elecciones de dentro de 2 años.

Si gobiernan, desarrollarían políticas a favor de la okupación, de los manteros y de la inmigración ilegal. Impondrían subidas de impuestos, medidas contra el automóvil, la libertad de horarios comerciales o los colegios concertados. Golpearían al turismo con tasas como las de Cataluña o Baleares.  Crearían un banco público madrileño, o sea, un nido de buitres para autofinanciarse. Impondrían la jornada de 35 horas a los funcionarios, con lo que contratarían más y así, más gasto público. Cerrarían el Zendal… Y, por supuesto, utilizarían sus cargos para colocar a MILES de sus afiliados como asesores, chóferes, ayudantes, secretarios, jardineros y para adjudicarles a dedo miles y miles de contratos.

El resultado, por tanto, será que, si obtienen la mayoría, Iglesias va a ser el Vicepresidente primero, segundo o tercero y las políticas a implantar serán las contrarias a las que han aupado a la Comunidad de Madrid a que, por primera vez en la Historia, su PIB haya sido superior al de Cataluña. Sin puerto de mar, por cierto, ni la proximidad física a los mercados europeos. En Madrid se juega el 4 de mayo mucho más que su futuro de los dos próximos años. Se juega probablemente el futuro de España de lo que queda de década. Queda en manos de los madrileños dejar o no que Simancas siga soñando.

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