El hecho diferencial

Dejó escrito Pérez-Reverte en 1996 acerca de los nazionalismos (yo lo escribo con z porque me da la gana y porque sé de lo que hablo) que a él le tendrían que explicar la importancia esa de “ser de aquí o de allá”. Que él de joven se zambullía en las aguas de Cartagena y sacaba ánforas que llevaban allí veinte siglos, que eso sí que es un hecho diferencial. Y yo añado que eso es un hecho diferencial de tres pares de cojones y no lo de llevar barretina, hacer de cortar troncos un deporte o nombrar la paella un “bien de interés cultural”.haynesplumbingllc.com team easy on tøj til salg onlysxm.com blutuszos mennyezeti lámpa iansargentreupholstery.com lego friends lego friends lego friends justineanweiler.com onlinebijuta.com team easy on tøj til salg bežecká obuv lego friends lego friends lego friends bezecke topanky massage pistol blutuszos mennyezeti lámpa blutuszos mennyezeti lámpa

Los auténticos hechos diferenciales de los nazionalismos son la insolidaridad, el egoísmo, el desprecio por los demás y la tiranía. Como dijo en una entrevista el siniestro José Montilla, uno de los culpables de la situación actual y hoy consejero de Enagás a razón de 120.000 € al año, “…la solución es que el dinero de los catalanes se quede en Cataluña”. No se puede explicar mejor. Es un ataque de sinceridad que muchos agradecemos. Eso es lo que dicen también los ultraliberales: que cada uno deje de pagar impuestos, se quede con los suyo y lo administre lo mejor que sepa. Y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.

Lo que de verdad quieren siempre los nazionalistas es quedarse con lo suyo y, si pueden, con lo de los demás. Pero el trapo que agitan rara vez es el del dinero. De ese hablan pero poco y casi en privado. En público hablan de afrentas históricas, de lengua, de costumbres… Elevan a categoría de nacional lo que no deja de ser folklore patrio, del que hay por todas partes de España. Y más, habida cuenta de nuestros orígenes históricos como cruce de caminos de pueblos de todas partes.

Los que dicen que la nación española no existe o, como mucho, lo hace desde los Borbones, aparte de ignorar nuestra Historia, también obvian que en Historia a veces incluso 200 años es tiempo suficiente para crear naciones. Alemania o Italia tienen como tales esos 200 años y, sin embargo, tienen constituciones que blindan al Estado contra el separatismo.

Los Estados Unidos tienen muy poco más pero tampoco ha nacido aún nadie que pretenda con alguna garantía la separación de un Estado. Y cuando alguien lo intentó, la cosa terminó como todos sabemos. En Europa, casi todas las constituciones están blindadas ante separatismos. Y todas son más antiguas que la nuestra. Pero en Europa no se han hecho los deberes. Mucho se ha sufrido por culpa de los nazionalismos pero se ha hecho poca pedagogía sobre ello y se ampara demasiado a los partidos regionales. Para empezar, existe un anacrónico Comité Europeo de las Regiones dentro de la Unión Europea. El hecho de dar tanta importancia a las regiones es una política errónea, un púlpito donde los líderes feudales de cada zona sacan pecho y exhiben impúdicamente sus “hechos deferenciales”. Eso también se traslada en muchos casos a cámaras nacionales territoriales, como el Senado, por ejemplo o sistemas electorales profundamente injustos, como el nuestro, en el que un voto en Teruel vale 5 veces más que en Barcelona.

El auténtico hecho diferencial español hoy es tener un gobierno que quiere derribar España tal y como la conocemos. Eso no pasa en ninguna parte de Europa. Un Gobierno que proclama que aquí hay varias naciones, ocho, según Miquel Iceta. Con un presidente que va a reunirse con Aragonés, que fue elegido a finales de mayo antes que con Díaz Ayuso, que fue elegida a principios de mayo. ¿Por qué? Pues porque Madrid no tiene, ni le hace falta, ningún “hecho diferencial”. Porque en Madrid no hemos creado nunca un grupo terrorista, porque no nos hemos declarado independientes, porque se respeta la Constitución, porque la administración se ha declarado en todo momento fiel al orden legal y a la monarquía. Eso nos hace diferentes y, por supuesto, mucho peores a los ojos de Sánchez. Y más despreciables.

A Sánchez no le importan los ciudadanos españoles que quieren respetar la Constitución. Le importan los que no lo hacen. Y para ellos son los premios, los detalles, las demostraciones de amor, los indultos, los traslados a cárceles cercanas… Para los demás, los insultos continuos. Esta gente confunde riqueza cultural con diferencias nacionales, confunde lenguas con estados y quiere dividir lo que lleva, al menos 500 años unido. Ya les digo que lo llevan claro. Se han probado muchas cosas en Cataluña desde hace 40 años pero ninguna vez se ha probado a aplicar la Ley. Y se hará más pronto que tarde. El independentismo es una opción libre. Lo que no es libre es la laminación de los derechos que sufren a diario los constitucionalistas catalanes y otros lugares de España.

El próximo gobierno debe profundizar en ello igualando derechos entre ciudadanos y eliminando las discriminaciones en todos los ámbitos, desde las televisiones públicas a la Educación. Mediante consenso y la Ley si se puede pero mediante la Ley sólo si no se puede de otra manera. Ya está bien de declarar “lo de aquí” mejor que “lo de allí”, sin tener en cuenta que “lo de aquí” es también lo de todos. Acababa Pérez-Reverte su artículo de 1996 diciendo que “para diferencia, la mía y la de la madre que me parió. A ver qué se ha creído esa panda de gilipollas.” Pues eso.

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