Marceando

Estamos inmersos en la Semana Pascual, de Pasión o Santa, como queramos aludir a esta para de la cristiandad que finalmente asimilan hasta los agnósticos, los no creyentes que arrobados por la belleza imaginera, atraídos por la variedad de sentimientos que se exteriorizan, también ven en ella un gran atractivo turístico.

En este tiempo inseguro del ventoso marzo, no se merman nuestros deseos de conectar con esas sublimes muestras culturales, gastronómicas y convivenciales. Los jóvenes ven aspectos en sus progenitores diferentes a los cotidianos y se enganchan a esos sentires entrañables y distintos, algo que los acompañará a lo largo de su vida e irán al encuentro de esas maravillosas emociones que son sus raíces.

Los mayores ven orgullosamente regocijados, cómo su prole se integra en esos ritos y prácticas heredados de generaciones. Semana especial que rompe monotonías con esa desinteresada entrega que supone el trabajo en equipo más bello que nunca hicieron. La sociedad protagonista, como debe ser, es capaz de crear las maravillas que son patrimonio de todos para gozo de la humanidad.

Hoy, he de decir a mis queridos e hipotéticos lectores que yo también estoy imbuida de ese perdón que me concedo y a la vez dono. No he de pensar en el presidente Sánchez Pérez-Castejón, a quien perdono y a la vez deseo que pueda sentirse bien, purgando sus culpas políticas en un oscuro rincón de una cárcel olvidada. Perdono también a los que, sólo porque les solucionan sus problemas económicos, le aplauden a sabiendas del daño que está infiriendo a la sociedad española.

También hoy perdono a los que mantienen conflictos bélicos de sangre, a los que les deseo exactamente lo mismo. Perdono a los practicantes del aborto, de la eutanasia, a los maltratadores, a los tacaños, a los envidiosos, libidinosos… Perdono asimismo a los que tratan a los mayores con edadismo queriendo volverles invisibles cuando son la riqueza mayor hoy por hoy, merced a la medicina. A todos les deseo que cambien, que nunca es tarde para mejorar, pero que pidan ellos también perdón como yo lo voy a hacer ahora.

Amigos, afectada como estoy por mi educación en valores, conocedora de lo que es y lo que no debe ser, os pido perdón y os dejo mi poema ‘Semanasantero’: “Que se sepa, se van comiendo las calles al ritmo de las saetas, mezclándose los colores de los aromas cofrades, con pasiones y irredentas. El viento que hoy marcea, lleva los vivas al Paso, la alegría y el lamento abrazándose cantando a un trono que va bailando. Viendo al Cristo dolorido, la Virgen que le precede, el silencio les respeta, pero las almas susurran y sin que se oigan, ruegan. Semana Santa del mundo de la Cristiandad señera, que viste lo religioso con su manto más hermoso a la humanidad entera”.

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