La cara de la venganza

Alejando Dumas fue uno de los escritores franceses más reconocidos del siglo XIX. Particularmente podría pasarme horas hablando de todos los personajes que creó, los cuales conocemos la mayoría. Sin embargo, en esta ocasión me gustaría centrarme con especial atención en aquel que se llama Edmundo Dantés.

Sus desgracias acontecidas en la primera parte de este maravilloso libro provoca que empaticemos con el personaje y sus injustas calamidades. Ambientada en la Francia que se encontraba en plena restauración, con la caída de Napoleón y su famoso período conocido como los Cien Días, Dumas decidió no andarse con medias tintas; de un plumazo a nuestro protagonista le robaron la libertad, el amor y un futuro prometedor como capitán de barco.

La novela a mi parecer nos brinda un mensaje bastante claro. A parte de ser una critica general hacia la sociedad de aquellos días y mostrar cuan fácil puede llegar a resultar el destruir a alguien inocente por ideales políticos considerados peligrosos, también nos insta a crearnos una opinión personal acerca del rencor y la venganza. ¿Podemos en realidad juzgar y sentenciar a los demás con la única justificación de haber sido agraviados o en nuestro propio beneficio? ¿Tenemos realmente ese derecho cuando nadie en este mundo es perfecto y siendo conocedores que los efectos colaterales afectarán irremediablemente a personas inocentes en el proceso? Al pensar en ello, de mi mente surge un efecto dominó muy difícil de detener, pero al mismo tiempo es un sentimiento tan humano que en ocasiones no deja ni un mínimo espacio para la reprobación.

En la primera parte del libro describen a un Edmundo sosegado, inocente, de carácter sólido pero a la vez amable que no entiende de traiciones e intenta ser atento con las personas de su alrededor. Su honor es tan fuerte como un roble, hijo dedicado y cariñoso, amante leal y gentil, compañero justo y aplicado. Sin embargo, todas esas buenas cualidades crean un efecto muy contrario al que podemos esperar en los que le rodean; la letal envidia hinca su más mortífero aguijón provocando que todos los envenenados se unan con el propósito de destruirle.

Y lo consiguen, mediante una serie de alineaciones planetarias logran hundirle en el fondo más profundo de la desesperación hasta tal punto que comienza a perder la fe y las ganas de vivir. A pesar de todo ello, en su insondable delirio seguía siendo incapaz de comprender el motivo de sus desventuras llevándole a pasar por diferentes etapas; negación, esperanza, para finalmente acabar con la casi locura.

En el momento en que estaba casi alcanzando el fondo de su agonía, le fue enviada una lucecita muy particular e inteligente, la cual siguió con interés ayudándole a revelar cómo y quién había perpetrado ese maléfico plan contra él, despertando así un sentimiento sombrío que antes no tenía: la venganza. Sin embargo, gracias a esa sombra, adquirió otra inquietud que hasta entonces nunca pensó que sentiría, la insondable sed de conocimiento.

Después de unos años el karma por fin juega a su favor como si tratara de reparar el infortunio causado injustamente durante tan largo tiempo. En este punto en concreto no creáis que se dejó llevar por el calor que proporciona la ira haciéndole precipitarse hacia sus enemigos, más bien se sumió en un profundo letargo de larga búsqueda, comprendiendo que la venganza es un plato que se debe servir frío. El resultado de ese purgatorio autoimpuesto es la transmutación en una persona totalmente diferente a la que fue y le añadió seis personalidades extra además de la suya.

Así nace el enigmático Conde de Montecristo, tan pálido como un vampiro, con una personalidad inmutable y con suficiente poder como para usar a la Providencia en su particular desafío hacia el procurador del rey que lo condenó sin piedad. Su conversión en un hombre intocable, sibarita, caprichoso y con un temple que haría temblar a un huracán; se debe gracias a las riquezas que adquiere en una gruta misteriosa al más puro estilo de Las Mil y una Noches.

Para sus enemigos adquiere una mentalidad que ni Maquiavelo en sus mejores años, sin embargo, cuando se refiere a las pocas personas que trataron de ayudarlo y fueron importantes para él, no puede evitar volver a ser aquel joven marinero lleno de esperanzas. Conoce a todo tipo de curiosas personalidades a lo largo de la novela dignas de mención, y si tuviera que destacar a las que más me gustaron nombraría a Luigi Vampa, Alberto y Haydeé. Diferentes entre si como la noche y el día, pero con una valentía innata que desgarra cualquier corazón.

A pesar de todo ello, nuestro Conde no piensa que merezca algo de esta vida en compensación por todos sus infortunios, se autoconvence con facilidad de que Dios le ha dado otra oportunidad con el único propósito de que castigue al malvado, como si su existencia fuera meramente un préstamo para llevar a cabo sus designios. Persiste y sobrevive gracias a no permitirse el sentir absolutamente nada, con la fiereza candente del acero más puro y la resistencia de un diamante en bruto que no se deja moldear.

No obstante, como bien sabemos, todo acto tiene sus consecuencias y en su caso no iba a ser menos. Llegado el momento, la aparentemente incontenible venganza, le da un consistente hachazo obligándole a recordar que él no es ninguna divinidad enviada a la tierra con la finalidad de otorgar la condena y equidad que considera oportuna a su único parecer. Es tan solo un hombre que debido al proceso de haber querido morir, se dio cuenta de cuán bello es vivir.

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2 Comments

  1. Para mi es un artículo que te invita a leer el libro, porque le pones misterio y lo ambientas muy bien, sin Spoiler, yo le doy un 10.

  2. Me ha parecido muy interesante, gracias!
    Siempre podemos servirnos de nuestros sentimientos para hacer el bien o el mal; está en nosotros cuál escoger.

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