Solidaridad

La realidad es así de triste. España está herida con pronóstico reservado y los españoles miran hacia otro lado más confortable y decoroso. Es cierto, España es el país más solidario de que hay sobre la faz de la tierra, pero también el más manejable y bobo. Digo esto en el buen sentido, que nadie se ofenda, pero es cierto que en las grandes catástrofes nace en el español la gran vena solidaria, que si bien es efímera (como lo son las noticias serias en España) también es muy generosa. Los españoles nos crecemos ante las adversidades, somos los primeros en donación de órganos, y, por tanto, los pioneros en las técnicas de trasplantes. Somos los que donan mayor cantidad de sangre en 2020 con una cantidad aproximada de 40 donantes por cada millón de habitantes.

Al hilo de este carácter solidario, tan arraigado a la personalidad de los españoles, recuerdo desde mi más tierna infancia las colectas para las misiones o Domund en las que llevábamos unas huchas para hacer cuestaciones para la Santa Infancia y/o las misiones. Era una gran responsabilidad tener el control de la hucha durante la semana para ir recogiendo donaciones de allegados, familiares y desconocidos. Entonces no era como ahora y se podía confiar a los niños huchas con dinero en metálico sin pensar en que alguien les podía robar, eran otros tiempos.

Y los españoles donaban, y donan hoy en día, la solidaridad es una de las cualidades más grandes que se tienen en este país. Aunque a veces nos infravaloran, pues de tan solidarios parecemos bobos y de fácil engaño.  Y es que la picaresca y los timadores crecen en todas partes y más aún en esta era digital en la que nuestros mayores están desprotegidos y son presa fácil para los despiadados estafadores de románticos ilusos que aún creen en la bondad humana.

Surgen situaciones de emergencia como la del volcán Cumbre Vieja, en La Palma, que provoca un desastre de dimensiones desconocidas hasta el momento. Con gran estupor se desplazan los medios de comunicación hasta la zona cero, para retransmitir cada segundo de la vida de los palmeros que lo han perdido todo, casa, negocio, plantación… en definitiva, toda la vida que hasta entonces habían conocido…. y se origina una ola solidaria hacia La Palma. La sociedad se pone manos a la obra recogiendo y enviando allí todo lo que les pudiera hacer falta.

El Gobierno también se persona, se hacen fotografías, se prometen casas (a día de hoy, 6 meses después, sólo se han entregado 65 viviendas, totalmente insuficientes para albergar a todos los damnificados) y ayudas, que no llegan, son insuficientes e incluso les intentan estafar. España se volcó con los afectados por el volcán de La Palma. Pero, poco a poco, el tema fue perdiendo actualidad hasta que cayó en el olvido. Al igual que pasa siempre el estado llega tarde y mal. Y si no, que se lo pregunten a los afectados por la Dana de 2019 en el sur de Alicante y Murcia…. hoy en día, aún se están recibiendo ayudas para recomponer este desastre. Por ejemplo, a día 3 de marzo de 2022 el Ayuntamiento de Villena recibía 425.000€ de la Generalidad para “arreglar caminos” y ¿cómo se las han compuesto para sobrevivir estos dos años largos?

Por otro lado, ahora la urgencia es Ucrania, lo veo lógico, pues están en un conflicto bélico sin precedentes en los últimos tiempos, y debemos ser solidarios. Los refugiados necesitan de toda la ayuda que se les pueda prestar…aunque no estamos en condiciones de prestar mucha ayuda, con la inestable situación económica por la que atravesamos y las previsiones futuras. Si no se reduce el tipo de interés que se aplica a la energía, si no se practica una política encaminada hacia conseguir la soberanía energética y alimentaria, si no se deja de exprimir a las clases medias y autónomos como si fueran las gallinas de los huevos de oro…mal futuro auguro a los habitantes de España. Solidaridad sí, pero en condiciones.

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