Corría el mes de agosto de 2013, cuando un joven activista con un pelazo Pantene publicaba en Twitter: “Basta. Vuelvo a Harvey. Os dejo una canción que me cantaba mi padre frapero de peque. Besos y piolets pezqueñines.”. Unos años después, una diputada pepera le recordaba en sede parlamentaria a qué se dedicaba la organización en la que militaba su papá, que no era sino el brazo armado del Partido Comunista de España Marxista-Leninista, y el chavalote ahora se lo tomaba a mal. Tal es así que la apercibía de emprender acciones legales contra su persona.
Más allá de fardar del ideario y de las desventuras legales de su padre, llama la atención en ese tuit la referencia a los piolets. Lo siguiente es solo una conjetura: Tal vez se refería a Ramón Mercader, catalán y agente del NKVD, quien asesinó a Trotski clavándole un piolet en la cabeza por orden de Stalin en 1940. Tal vez yo mismo esté cayendo preso de la conspiranoia mientras escribo esto. Tal vez Pablo Iglesias Turrión solo fantaseaba inocentemente con escalar el Annapurna.
Vistos los antecedentes familiares, su propio nombre parece una componenda para rememorar la persona de Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE. Su tono en el hemiciclo durante su singladura como diputado, ministro y vicepresidente (3 cargos) recuerda al de su tocayo cuando este amenazaba de muerte a Antonio Maura en 1910.
En aquellos tiempos, el hacendado de Galapagar aún no había paladeado la erótica del poder. En sus shows televisados, entre otras proclamas, afirmaba sin ningún sonrojo que los escraches eran el jarabe democrático del pueblo. Ese programa era Fort Apache, emitido por HispanTV, el emporio mediático del República Islámica de Irán inaugurado por Mahmud Ahmadineyad, el cual, tal como sabe todo estudioso con perspectiva de género, era todo un referente en la defensa de los derechos del colectivo LGTBI y en general de las libertades así en abstracto.
Llegado posteriormente a su escaño de eurodiputado, decidió fichar como asistente a una tal Dina Bousselham, al parecer ex alumna suya. Años después, los medios nos informaban de un feo asunto en relación a una tarjeta SIM que le había sido sustraída de su celular a la muchacha y que, al parecer, acabó en manos de Iglesias. Actualmente, Dina es la directora del diario La Última Hora. Si entre las páginas de este panfleto usted encuentra una sola crítica a Podemos o sus valedores, le regalo mis zapatos y vuelvo descalzo a casa.
En noviembre de 2019, repetidas las elecciones generales, Unidas Podemos consiguió tan solo 35 escaños de los 350 que tiene el Congreso. Estos 35 eran menos de la mitad de los conseguidos en los comicios de 2016. No obstante, tras la firma de un acuerdo de coalición con el PSOE, la formación morada formó con sus nuevos socios el primer gobierno de coalición ocupando 5 ministerios.
En enero de 2020, Iglesias juraba lealtad al Rey y a la Constitución como peaje para ocupar su vicepresidencia y ministerio a la carta. Esta ceremonia debió sentarle como un bocata de clavos a este declarado antimonárquico. Pero el chiste tiene su remate en el BOE del pasado 29 de diciembre, en el que se publicaba la concesión de la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III a don Pablo Iglesias Turrión. No consta su renuncia a tan borbónico galardón.
En aquel estrenado consejo de ministros, también se hallaba la que entonces era su pareja y aún es ministra de igualdad. ¿Se acuerdan de cuando les parecía muy mal y mucho mal que Ana Botella fuera alcaldesa por ser mujer de Aznar?
A mediados de 2020, el otrora revolucionario y entonces vicepresidente decía verse asediado por un grupo de vecinos que tocaban la cacerola a 500 metros de su mansión, custodiada por media centuria de guardias civiles. Aquel jarabe democrático del que habló Iglesias en su cortijo, aplicado con cuchara oxidada a Soraya, Cifuentes o Villacís, ahora se tornaba en salvajes villanías perpetradas por furibundos falócratas de extrema derecha in extremis.
Entrado ya el 2021, y luciendo moño en lugar de coleta, el ministrable se embarcó en una nueva odisea: presentarse a las elecciones de la Comunidad de Madrid. El ínclito no sacó ni 11 escaños de 136. Acto seguido dimitía, y no se tuvo rastro de él en tres meses. He visto a personas recuperarse antes de un coma.
Resurgido de sus cenizas, el que antaño fuera émulo de Antonio Gramsci y ahora aspirante a ser el Jimmy Fallon de garrafa ibérica, ha fichado por varios medios de comunicación como la SER, CTXT, RAC-1, e incluso los diarios Gara y Ara. En este último publicaba hace unos meses que “Arnaldo Otegi ha demostrado un compromiso por la paz y la normalización política que todos los demócratas debemos celebrar y agradecer”. Ha inaugurado incluso su propio podcast, en el que colaboran eruditas del TikTok como Carla Galeote. Recuerden ahora como este caballerete clamaba hace años que la existencia de medios privados ataca la libertad de expresión. Este video está a su disposición en Youtube.
Si ha leído usted hasta aquí y todas estas le parecen las peripecias de un revanchista cantamañanas, tenga presente lo siguiente: es usted un condenado facha. Me explico: la estratagema del líder de la Podemia y de sus acólitos es irrefutable, es imbatible. Digo más, es cojonuda. Si alguien pone en evidencia tu trayectoria como político y opinador, si alguien te recuerda tus desaciertos y astracanadas o incluso se hace eco de las tropelías de tus compañeros de partido o de bancada, lo único que has de hacer es tildarle de fascista. Pon a tus cachorros a investigar si su abuelo era falangista o si su bisabuela era palanganera de Alfonso XIII, porque es seguro que toda una plétora de borregos se lo creerá.
Esto ya funcionó en la Inquisición y en el macartismo. Nada tan oportuno y práctico como elegir quién es el hereje en una sociedad: el que te hace la puñeta.
Y es ahora cuando nos preguntamos porque todo librepensador en este país puede ser visto como el embrión de un nazi.
Donde dijo digo, ahora grita fachas.
Jurista y ensayista
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