Frío, calor y transporte público

Réplica, dúplica, contrarréplica… Promesas de ingresos millonarios, socios contentos, socios enfadados, una corbata y toda la prensa pendiente: El debate sobre el estado de la nación. Y digo yo, y digo bien, ¿es acaso necesario un debate para saber que el estado del Estado es, al igual que el del resto del mundo, bastante malo?

No hace falta más que escuchar un poco las noticias, salir de la burbuja de Villarejo, la Sexta y la víctima Iglesias, para constatar que vienen tiempos complicados. Subirá el precio del combustible y con él el precio de tantas y tantas cosas. Nos gastaremos los ahorros que hicimos durante el confinamiento y cuando se agoten los negocios dejarán de ingresar, de invertir y de contratar y así hasta el Apocalipsis del otoño de 2022. Todo esto sin contar que el COVID no regrese, como hacen las malas películas, con una secuela que de nuevo llene los hospitales de enfermos y las calles de mascarillas.

Pero qué queríamos, como decían el bueno de Groucho en “Los hermanos Marx en el Oeste” ¡es la guerra! La guerra y el ya más que claro error estratégico de apostar todo por unas fuentes renovables que aún no estaban lo suficientemente maduras. La guerra y China, la India y esos otros mercados emergentes que no van a dejar escapar la oportunidad de lanzarle una flecha a ese talón de una Europa y unos EE.UU. que no saben muy bien qué hacer. La tormenta perfecta. Escucho que hay que subir el termostato en verano y bajarlo en invierno. Pasar frío, pasar calor, esa es la receta de Sánchez, de la Unión Europea y parece bien, qué quieren que les diga.

Dicen que hemos de aprender de los aciertos y de los errores del pasado (por eso es tan importante estudiar historia), estoy de acuerdo, por eso creo que es la hora de dejarnos de paños calientes y de decirle a la sociedad que lo vamos a pasar mal, que habrá que dejar de ir a Cancún para volver al pueblo, a preparar comidas en casa con amigos en vez de al restaurante de moda, a usar menos el coche y más el transporte público… Son tiempos complicados, es imposible vivir en guerra como cuando estamos en paz. Pretender lo contrario es seguir el ejemplo de esa Roma decadente que ignoró los avances de las tribus bárbaras, puso en manos de mercenarios la defensa del Imperio y con el enemigo en ciernes, sus preocupaciones eran el pan, el circo y el vino en ánfora.

Hay que seguir el ejemplo de los que supieron resistir y finalmente vencieron. Hay que regresar a ese “sangre, sudor y lágrimas” que prometió Winston Churchill apenas ocho meses después de comenzada la II Guerra Mundial, cuando ya quedaba claro que ni la diplomacia ni su estatus de isla les libraría del terror nazi. Pero hay que volver bien, con altura de miras y generosidad. De nada sirve que el Gobierno, la UE y hasta la Santa Sede nos pidan sacrificios si ellos no se muestran unidos frente al enemigo, si ellos prefieren aprovechar la situación para lanzarse dardos y polarizar a la sociedad.

Es la hora del líder, del que aún sabiendo que ciertas medidas impopulares, a buen seguro le supondrán dejar el poder (como le sucedió al bueno de Winston), hace lo correcto, da ejemplo, teje alianzas y plantea soluciones de consenso. Sánchez ya ha demostrado ser un temible estratega político, un auténtico príncipe (de Maquiavelo), ahora podría pasar a la historia como un gran estadista, como un presidente de todos y para todos… ¿Querrá?

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