Si hace treinta años nos hubieran dicho que lo que hicieron tanto Stalin como Hitler, encerrar a personas en campos de concentración, nos iba a llegar de la mano de la gran mentira del cambio climático, nos habríamos echado las manos a la cabeza. Hoy hablan de “ciudades de 15 minutos” y entre el desconocimiento general y el riesgo de que sea verdad, algunos vemos peligrar tanto nuestra libertad como los derechos adquiridos. De hecho, los encierros en la falsa pandemia no fueron más que un ensayo general para calibrar el nivel de aborregamiento de la sociedad actual.
Los grandes genocidas sueñan con encerrar a la gente para tenerlos a su merced. Toda la historia del mundo está llena de esclavos; el fuerte contra el débil, auténticas masacres y acciones criminales del hombre contra el hombre. Ingenuamente, hemos pensado todo este tiempo que, el progreso era abolir cualquier tipo de esclavitud y que cada uno de nosotros nacemos libres y responsables de nuestros actos. No teníamos ni idea de que estábamos siendo vigilados continuamente como ratas de laboratorio por los que realmente mandan y así nuestra ensoñación nos llevó en volandas hasta hoy.
Ha sido como escuchar al amiguito borde de la escuela decirte, delante de todos, que eres adoptado. Quedas noqueado, furioso, con ganas de que alguien responda a muchas preguntas. Algunos estamos agradecidos de que los “malos” salgan a la luz y como guerreros expertos ya estamos pensando en cómo combatirlos. Otros, en cambio, han decidido no saber meter la cabeza bajo del ala y que salga el sol por Antequera. La Tercera Guerra Mundial no era contra soldados armados hasta los dientes, sino contra toda la Humanidad y el deseo de arrasarla.
Llevan años metidos en nuestra mente, dirigiendo nuestras necesidades y sueños, han debido de sufrir mucho viéndonos felices, pero ya no pueden más, el Demonio es narcisista, es el Ángel caído, el alter ego del Arcángel San Miguel el guerrero por antonomasia. Han salido a la luz, al menos, sus esbirros; Soros, Klaus, Bill Gates, ahora a todos les ponemos cara y, aunque no son las piezas más importantes, ‘neutralizarlos’ sería el primer paso. Evidentemente, cuentas esto en alguna reunión y te quitan la copa de delante por si estás bebido. Con suerte, algún amigo te hará caso y leerá todo a 15 minutos, luego a casa encerrado hasta que te rebeles y lo mandes todo al carajo.
El desconocimiento hace que bajes la guardia y con esa actitud, el enemigo sabe que podrá hacerte lo que quiera. Despiertos contra dormidos y despiertos contra las élites, ésa es la batalla que algunos estamos librando hace años. Nadie es inocente en esta guerra, unos por acción y otros por omisión. Lo que está claro es que aplaudir como focas amaestradas a las ocho de la tarde, no es la solución y nunca lo fue.
No hay más que ver el ejemplo de China. Allí ya los tienen controlados todo el tiempo