Putin al rescate

A principios de la década del 90, impulsados por la caída del Muro de Berlín y el derrumbe Soviético, varios intelectuales de Occidente, en particular, Francis Fukuyama, se atrevieron a pronosticar el fin de las amenazas totalitarias. Pero siendo honestos, quien no se hubiera lanzado a semejante apuesta, pues cayó el comunismo, los países de Iberoamérica recuperaban la democracia y establecían acuerdos comerciales con las grandes potencias, y arrancaba la globalización, con todos sus beneficios.

Sin embargo, el fantasma del totalitarismo dictatorial no desapareció, tan sólo, se cambió de camuflaje. Fidel Castro y Lula Da Silva fundaban el Foro de Sao Paulo; China volcaba sus ojos sobre Iberoamérica, y la desaparecida Unión Soviética se reestructuraba alrededor de la vieja Nomenclatura económica, política y militar. Justamente, de esta última es de donde surge la figura de Vladimir Putin. Como ya varios analistas lo han remarcado, entre ellos, mi maestro, Ricardo Israel: «Vladimir Putin está dispuesto a reconstruir el Imperio Ruso». En efecto, los próximos seis años que tiene por delante serán una continuidad de los anteriores veinticuatro, es decir, una guerra continua: Georgia 2008, Crimea 2014 y Ucrania 2022.

Al respecto, Israel, en su artículo: La amenaza nuclear de Vladimir Putin, afirma lo siguiente: “En los discursos de Putin, su visión del conflicto futuro se hace visible para todos, cuando dice que usará armas nucleares si la soberanía rusa está en peligro, y para él, ese territorio incluye hoy las provincias del Donbas ucraniano y Crimea, incorporados a Rusia después de plebiscitos, no reconocidos e ilegales según el derecho internacional. Por su parte, las sanciones contra Rusia por la invasión de Ucrania han tenido una consecuencia que debiera preocupar profundamente a occidente por sus implicancias, como lo es que hoy existe por vez primera una alianza estrecha entre Rusia y China, donde Moscú es el socio menor, menos en armamento nuclear, además, con la voluntad de usarlo”.

En la visión de Putin, la guerra no es exclusiva contra Estados Unidos, sino contra Occidente entero. Obviamente, los frentes son múltiples, ya que nadie es neutral en la que muchos llaman la Primera Guerra Global del Siglo XXI. Con todo lo anterior, no debería extrañarnos que hayan resurgido viejas alianzas, una especie de recalentado de la Guerra Fría, por ejemplo, la relación directa entre Moscú y La Habana. Precisamente, ahora que la dictadura más larga de Iberoamérica enfrenta una de sus peores crisis sociales y económicas, unos 715000 barriles de crudo ruso llegaron a La Habana el viernes 29 de marzo del 2024. El petróleo será un alivio para las autoridades cubanas que buscan frenar el creciente malestar social. No obstante, petróleo no es lo único que Cuba está parasitando del Kremlin, unas cien empresas rusas iniciaron operaciones en Cuba durante el pasado 2023.

El turismo ruso aumentó un 340% en 2023, más que el de cualquier otra nacionalidad, ayudado en parte por el lanzamiento en la isla de la tarjeta de pago Mir emitida por el banco central ruso. ¿Todo eso ayudó en algo al cubano de a pie? No. Todo ese apoyo es, al igual que en la época soviética, dinero para usar a Cuba como un punto estratégico en la guerra contra la democracia y la libertad. Los ciudadanos cubanos siguen miserables y sin esperanza. Las nuevas generaciones tampoco se tragan el relato del bloqueo y la pobreza como virtud revolucionaria.

Las cosas no son mejores en Rusia, puesto que la guerra en Ucrania se torna cada vez más difícil de sostener, no solo porque su duración superó todas las expectativas del Gobierno de Vladimir Putin, sino que además el costo fiscal que implica para el Presupuesto resulta cada vez más aplastante. El sector público de Rusia registró un déficit fiscal del 4,17% del PBI en el primer trimestre de 2023, el más importante observado desde el primer trimestre de 2010, incluso superó el récord alcanzado durante el peor momento del a pandemia en 2020.

Por otra parte, varias empresas occidentales fueron estatizadas, verbigracia, Danone Rossiya y Baltika, que llegaron al país producto de las reformas económicas impulsadas por Boris Yeltsin en los 90. El accionar de Putin es un claro retorno al centralismo económico de la URSS. En conclusión, a Putin tenemos que creerle en su amenaza nuclear, pues ha demostrado varias veces estar dispuesto a gobernar las cenizas en lugar de rendirse. 

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