Repensar la democracia

Pablo Iglesias se subió a la tribuna del congreso y soltó muy seguro de sí mismo que la democracia es “lo público”, presentando así a la democracia cómo un sujeto inamovible que tiene que contener en su génesis una gran apuesta por los servicios públicos para ser democracia; todo lo demás sería extrema-derecha o fascismo rancio. Lo cierto es, que la demnike air max 90 cheap baseball jerseys water shoes completini intimi molto sexy yara ellen wille outlet bologna bouncing putty egg yeezy shoes under 1000 nike air jordan mid durex intense vibrations ring custom nfl jersey lsu jersey nike air max 270 cheap baseball jerseys custom nfl jerseyocracia es un concepto difícil de definir puesto que siempre está en constante cambio. Más aún en los tiempos de COVID-19, dónde el gobierno a golpe de real decreto plantea restricciones a derechos fundamentales como el de reunión o manifestación. Puede parecer catastrofista, pero no somos conscientes de cómo se nos pueden arrebatar derechos fundamentales por parte de nuestra clase política y el gran leviatán que estamos construyendo.

La democracia la podíamos plantear como Sartori, un sistema político dónde el poder del pueblo se ejerce sobre el pueblo. Pero aquí nos hacemos la siguiente pregunta: ¿es España un sistema democrático? lo cierto es que España, de forma objetiva, está abocada a parecerse más a la de La Vida de Brian que a una democracia bien consolidada. El quid de la cuestión no reside en lo público, cómo dice Iglesias, sino en dos elementos indispensables; la separación de poderes y el realismo político.

La separación de poderes brilla por su ausencia en España. El poder ejecutivo y legislativo no están bien delimitados y el aparato judicial está al servicio de los partidos políticos, de ahí que nos sorprendan algunas decisiones del Supremo y nos echemos las manos a la cabeza. ¿Igualdad? Sí la ley de violencia de género es totalmente constitucional porque lo dicen jueces puestos por colegas socialistas, ¿cómo queremos avanzar cómo democracia sí los partidos políticos hacen y deshacen sin percatarse de que cada vez sus líderes están peores valorados?

Y esto nos lleva a la siguiente cuestión: el realismo político. Sí el poder se concentra el pueblo soberano, nosotros cómo pueblo tendríamos que tener unas garantías de cumplimiento, es decir, la política juega a corto plazo, no ve – o no quiere ver- los desastres económicos, ecológicos, migratorios y de control al que nos enfrentamos a largo plazo.

Puede parecer catastrofista, pero no somos conscientes de cómo se nos pueden arrebatar derechos fundamentales por parte de nuestra clase política y el gran leviatán que estamos construyendo. La democracia es un concepto tan ambiguo, tan mal utilizado, maltratado y destruido que necesitamos repensarla. Los grandes cambios culturales no se dieron con pequeñas reformas, el sistema judicial no va a cambiar si votamos a la élite partidista, nuestro pan no va a estar más barato sí seguimos confiando en la socialdemocracia caduca, nuestros derechos inalienables no van a ser rescatados sí ponemos nuestro futuro a manos de la incompetencia política.

El sistema tiene que dar un giro de 180 grados, necesitamos invertir en lo que decía Sartori, recuperar la soberanía popular y avanzar hacia un nuevo concepto de democracia. Sí conseguimos revertir los dos pilares mencionados anteriormente, construiremos una verdadera democracia.

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