
Cada día que amanece, el número de imputados crece. Mientras tanto, desde los altavoces de la siniestra vera, acusan a los togados de falta de independencia judicial. Sí, como leéis. Los que se reparten habitualmente los miembros del Consejo General del Poder Judicial y los Magistrados del Tribunal Constitucional, colonizadores de todas las instituciones, hablan de lawfare porque así lo aseguran los funcionarios de la carrera judicial que, en nombre del Rey, administran la justicia tras un duro proceso de oposición… y años de estudio. Todo lo hacen mal. ¡Qué malvados son!
Lo último que aseguro en el párrafo anterior lo digo de manera sarcástica; todo mi respeto a los jueces y magistrados que, día tras día, son señalados si, para su suerte o desgracia, el turno que les corresponde tiene en el sumario nombres reseñables. Ante esta situación, hay dos opciones, dos rutas que nos llevan a una España floreciente o a un páramo yermo, donde el sol se refleja en grandes jardines solares donde antes había olivares.
El camino hacia la España floreciente está plagado de obstáculos, de zancadillas y del sonido de las dentelladas al aire y a los tobillos de los que lo transitan. La recompensa se encuentra al final, y para alcanzarla hay que trabajarlo mucho. Por el contrario, el otro camino -el que termina en el páramo yermo y acristalado- recrea un espejismo de avance y progresismo que engaña a la vista y a los sentidos. Ese espejismo del viejo conocido que, cuando te acercas a él para admirarlo de cerca, vas viendo que eso que tú conocías ni tan siquiera se le parece, ya que es una mera ilusión. Buena caída al espejismo la que te metiste sin esperarlo.
Con sinceridad os digo que no estoy en contra del avance tecnológico per se; de hecho, soy partidaria de compartir espacio energético entre las renovables y las energías tradicionales, como la térmica y, por supuesto, las nucleares. En el equilibrio de ambas es donde se halla la clave, no en eliminar una industria tan importante como la agricultura, matando directa e indirectamente a seres vivos que conviven con nosotros y que, a su vez, ayudan a que el ecosistema mantenga su función de filtro natural.
Desde aquí lanzo la pregunta: ¿dónde se encuentran los ecologistas de mochila y gorrito a juego para defender los intereses de la agricultura y los animales que salen perjudicados de las políticas de la Agenda 2030? Esos que no te dejan limpiar los montes porque es el hábitat de la avutarda pinta, que son los mismos que no permiten matar lobos, pero que, a su vez, evitan solidarizarse con los ganaderos. Esos animalistas que se disfrazan con banderillas de velcro están desaparecidos cuando podrían estar apoyando a los agricultores por el asesinato de miles de olivos para poner estructuras al más puro estilo «placas solares», que son de alta degradación y también de poder contaminante. ¿Qué sostenible resulta todo, no creéis?
El relativismo moral que inunda la ideología woke aboca a crear una sociedad con moral laxa, con estructura debilitada, que se dedica a atacar a la familia tradicional. Lo woke provoca que las sociedades, demográficamente hablando, tiendan al suicidio, yendo contra natura y abriendo, a su vez, las puertas de par en par para recibir el preciado caballo de Troya. Aquellos que abren gustosamente las puertas del caballo terminarán siendo los primeros en sufrir sus consecuencias, de eso no tengo la más mínima duda.
Hoy en día podemos encontrar países que han alcanzado el punto de no retorno por culpa del descontrol migratorio, donde las costumbres de sus nuevos habitantes han conseguido fagocitar las locales. Esto ha generado que, tarde y mal, se hayan dado cuenta de los errores de la invasión, actuando como troyanos, abriendo las puertas al regalo envenenado para sus nuevos inquilinos, haciendo que sus compatriotas se sientan cual Homero describió en su Odisea. Como reza el refrán: el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
Cuando a los españoles nos llegue el momento de decantarnos por un camino u otro, espero que los encargados de señalizar el correcto nos lleven hacia la España floreciente, y que lo muestren con un cartel inmenso, además de con mejores indicaciones para poder encontrarlo con gran facilidad, ya que sabemos que hay muchos vándalos que andan por distintos puntos de la geografía española destrozando los carteles con plena facilidad.
Y en relación a la situación que acontece en España, los españoles actualmente contamos con dos partidos situados en la oposición: uno, con mayor representación, que aspira a ser el relevo de los que gobiernan hoy en día, pero que no se diferencia ni un ápice de ellos, con logo en tonos cárdenos, como si de fichas del parchís se tratase; y otro que apuesta porque lleguemos al destino de una España floreciente, mirando por los nativos y la gente de bien que aporta a nuestro país cosas positivas. Ante el espejo, las palabras sobran, mientras que los hechos enamoran.

Muy bien explicado