Una de mosqueteros en España

Comenzaré explicando algo que no demasiada gente sabe, y es la capacidad de muchos autores para conseguir, a partir de una historia real, construir una alegoría con la que mucha gente se siente identificada, una historia que en la vida real supone un triunfo que se termina representando en forma de texto narrativo, de canción o incluso de película de gran producción. Yo suelo explicar a mis conocidos y amigos la verdadera historia que trasluce en la película de E.T., y tras lo que quedan con la boca abierta abriendo su mente a un nuevo universo. En este caso, el universo de Steven Spielberg, un director judío autor de algunos de los más exitosos estrenos de cartelera de todos los tiempos. Pero quizás su obra más rememorada sea precisamente esta, la de la historia de un extraterrestre en la Tierra.

Pues bien. Yo suelo comenzar diciendo a quiénes me escuchan, en este caso leen, que si les hablo de la historia de alguien que vino de otro mundo, habitó entre nosotros, hizo milagros, murió y resucitó y ascendió de nuevo a los cielos de qué hablo, la totalidad de ellos me dice que esa es muy fácil, es la Historia de Jesucristo. Pues también lo es de E.T. y no es por coincidencia. En un efecto del que nadie se da cuenta todos conectamos con una historia sin darnos cuenta de lo que nos están hablando sin decirlo.

Alejandro Dumas fue un escritor francés del siglo XIX y sus obras, universales, han sido llevadas a la animación y a películas en muchas épocas y versiones, destacando especialmente la de “Los tres mosqueteros”. Esta obra fue publicada en 1844, cuatro años antes de la instauración de la Segunda República francesa, y justo en un momento en el que el retorno de los borbones al poder del país y el Gobierno de centro derecha de Guizot, en pleno despliegue industrial, llevaron al país al comienzo de una crisis económica que terminó movilizando al país hacia la instauración, en 1848, de la II República al mando de Napoleón III, posteriormente emperador de este país.

Resulta algo más que curiosa la coincidencia entre la publicación de la obra de Dumas y el momento histórico. Comentan los estudiosos de la obra que su lema, “¡Uno para todos y todos para uno!” representa y simboliza los conceptos de amistad, honor y lealtad. Sin embargo, yo me atrevería a ir mucho más lejos y afirmar que los tres mosqueteros representarían a los tres poderes del Estado de Rousseau, el legislativo, el ejecutivo y el judicial, unidos bajo el mando alegórico de un D’Artacán que representaría la soberanía popular francesa descrita por el polímata suizo francés. Y hablo de Rousseau en este caso porque fue el autor que por cercanía temporal y por importancia más influyó en aquella época en la conciencia democrática gala, a pesar de Montesquieu o Locke.

De hecho, en esta alegoría Dumas se atreve a hacer una crítica disimulada a otros poderes como la Iglesia o la monarquía, a pesar de que crea su cuento apoyándose en ella para así dar un enfoque más aceptable a las críticas y censuras propias de aquella época. Lo cierto es que la construcción de una sociedad en la que los tres poderes dan soporte a una soberanía popular en la consecución de sus logros se transforma en una situación idílica, a pesar de los encuentros y malos entendidos que, en ocasiones, pudieran darse entre “los tres poderes” representados en los mosqueteros de la novela.

¿Y a cuento de qué viene este ahora a contarnos esta milonga, esta teoría de la historia de una novela del siglo XIX? Fácil y sencillo. No existe democracia si no hay independencia de los tres poderes del Estado, como tampoco hay democracia real si la soberanía popular, el pueblo de un Estado, no encuentra un apoyo independiente al que acogerse para defender su evolución social y sus derechos constitucionales. Pero es más, la idea de soberanía popular, reflejada en nuestra propia constitución refleja no sólo la indisolubilidad del Estado sino el hecho de que nada que afecte al conjunto del propio Estado puede ser decidido por parte del mismo.

No quiero, con esto, argumentar en contra de la legitimidad o no del actual Gobierno, sino hacer una reflexión abierta sobre la posibilidad de que nuestro sistema tenga lagunar abiertas tan incoherentes y tan incomprensibles como para permitir que, en hechos, sea posible que el chantaje de representantes públicos elegidos en un territorio y que no reconocen la legitimidad del Estado sobre el suyo pueda decidir no ya un Gobierno, sino las leyes y decisiones que se toman en el propio Congreso de los Diputados, cámara de representación de toda la ciudadanía de España, dónde sólo representan, erróneamente, los intereses de sus propios territorios y no los de todos los ciudadanos del Estado a los que constitucionalmente representan.

Amistad, honor y lealtad, dicen los estudiosos de la obra de Dumas. Qué lejos queda todo eso, desde hace demasiados años, en la política española y en todos los partidos políticos, sin excepción, que nos representan.

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