La violencia en el fútbol, episodio 3: el árbitro, maltratado e imprescindible

Queridos amigos de Minuto Crucial, ¿se imaginan la reacción de una madre cuando su hijo le dice que quiere ser árbitro? La mezcla entre el miedo y la inseguridad es algo difícil de imaginar, pero también algo muy sencillo de entender.

Y es que el árbitro es, sin duda, el actor más perjudicado por la violencia que se vive en el fútbol. Además, esa violencia se da a todos los niveles futbolísticos, aunque de distintas formas y con diferentes síntomas. Pero hay algo en lo que seguramente no hayamos reparado: el origen del arbitraje.

Los inicios del arbitraje se encuentran unos cuantos años después de la creación del primer reglamento en Londres. Al principio, el fútbol se entendía como un deporte de caballeros, en el que no se entendía que se pudiera realizar una falta de forma intencionada y donde las disputas se resolvían con una conversación entre los capitanes de ambos equipos.  Sin embargo, a medida que aumentaba el interés de lo que había en juego, se hizo necesaria la creación de una figura neutral con un gran sentido de la justicia. En ese momento nace la figura arbitral.

Actualmente, los árbitros se encuentran en un sistema muy profesionalizado, acorde al progreso del fútbol en esta dirección. Los comités de árbitros forman cada vez más a los colegiados, las herramientas de ayuda al equipo arbitral van en aumento y se siguen controles físicos, técnicos y médicos de deportistas de alto nivel. Además, esas pautas se aplican desde las categorías inferiores, a fin de unificar criterios y métodos.

Y, sin embargo, todo ello apenas tiene incidencia en la visión externa del colectivo arbitral. Poca gente sabe que un árbitro, a diferencia de un jugador o técnico, debe pasar por todas las categorías antes de llegar a la élite, que los árbitros deben, en muchos casos, compaginar su preparación con otros trabajos y que las familias de los árbitros sufren, en algunos casos, vejaciones e insultos por lo que sucede al colegiado en el campo.

La cultura que la sociedad ha creado es verdaderamente lamentable para el árbitro. Desde el periodismo de bufanda se les ataca si el equipo que se defiende no gana, se acusa al colectivo arbitral de alianzas con el club de turno y se utiliza a los árbitros como culpables de todos los males del equipo, sin autocrítica ni sentido de la empatía. En el fútbol profesional, los campos son verdaderos centros de vejaciones e insultos, y los medios de comunicación alimentan la sospecha arbitral con reportajes que, en muchos casos, carecen de fundamento reglamentario. Y en el fútbol amateur y base, las amenazas e insultos son una constante, y por desgracia, es extraño el fin de semana en el que no hay que lamentar agresiones físicas a árbitros.

Debemos, sin duda, reparar en una máxima fundamental en el fútbol: los árbitros también son personas. Tienen que tomar decisiones en milésimas de segundos, sin más ayuda que sus ojos y, en las categorías altas, los de su equipo.  Porque no es un tópico. Los árbitros también son un equipo que participa en un partido. Sin ellos no se podrían disputar los encuentros, y están en permanente formación. Se han de hacer fuertes mentalmente para aguantar la presión y mantener la calma en situaciones de estrés, y son señalados cuando los jugadores, con el mismo porcentaje de aciertos, son idolatrados.

Por ello, intentemos empatizar un poco más y, antes de dar rienda suelta a la violencia pensemos en el sentimiento de aquellos padres que saben que su hijo es feliz como árbitro. Porque necesitamos entender que los árbitros también son futbolistas, disfrutan del fútbol y, por encima de todo son personas. El día que consigamos entenderlo, le estaremos ganando por goleada a la violencia.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*