Las familias de 7 países

A raíz de la confirmación por parte del Tribunal Supremo de la sentencia de diciembre de 2020 del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) que obliga a la GeneralidaD (con d) a garantizar un 25% de clases en español, se me ha venido a la cabeza entre otras cosas, desde cuando hemos permitido que el alma nacionalista campara a sus anchas hasta llegar a ver como logro que un mísero tanto por ciento sea garantizado y no haber exigido un 100% desde sus inicios y que siempre se respetara el Artículo 3.1 de la C.E. que como bien todos los que amamos a España, reza así: El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.

Hemos dejado que se prostituyera el derecho en pos de un falso victimismo alimentado desde décadas tanto por PP como por PSOE. Y ahora tiene que ser un Tribunal el que se manifieste en la defensa de los españoles que aman el español. Y a coletilla de esta noticia que no deja de ser también esperanzadora como paso para recobrar la cordura en Cataluña, se me ha venido a la memoria que cuando era niña tenía una baraja de cartas que muchos de mi generación recordaréis. Se llamaba Familias de 7 Países, y me encantaba. Aparecía la familia tirolesa, la familia árabe, la familia mejicana etc. Por aquel entonces mi favorito era el abuelo esquimal, tan sonriente y afable.  Crecí amando y soñando con visitar todos los lugares recónditos de mundo. Crecí, estudié Turismo y me dediqué a ser viajera, amando países, lenguas, paisajes, costumbres, mares, fachadas, ciudades, calles, puentes y rincones. Crecí siempre pensando que los idiomas serían mi pasaporte a la libertad, al descubrimiento, a la cultura, al respeto y conocimiento, pero me equivoqué.

Recuerdo con tristeza la primera vez que recibí en toda mi entusiasmada ingenuidad la primera bofetada de realidad contra mi amor a las lenguas. Llevaba poco tiempo en mi plaza de técnico de Turismo y mi superior de la época, valencianoparlante, educado, culto, amable y gran profesional me pidió que fuera al Ayuntamiento y pidiera un ‘suro’. A pesar de haber estudiado valenciano en mi época de instituto, no acertaba a entender qué era lo que quería que trajera, y así se lo pregunté. Pero me repetía sonriendo ‘un suro’ y yo insistía con otra sonrisa pidiéndole que por favor me dijera qué era lo que tenía que traer. Tres veces le pregunté y las tres veces recibí la misma respuesta: ‘Un suro’. Hasta que una compañera viendo el enroque de la situación me dijo: ´Rosa, tienes que traer un corcho. Y allí nos quedamos plantadas mi sorpresa, mi indignación y mi gran humillación.

Jamás entenderé aquella situación y a fecha de hoy todavía me duele recordar que las lenguas están para comunicar, para facilitar el entendimiento entre todos y que no hubiera caído ningún meteorito si tan solo me hubiera indicado en español qué era lo que quería que trajera. Años después, mi ahora adolescente, que por aquel entonces tenía 3 tiernos años me vino de la escuela a casa cantando el himno de Alicante entusiasmado. Claro que yo, hija de castellanos no se lo había enseñado, pero me pareció gracioso y buena idea que conociera el himno y cantado en valenciano de su ciudad. Tanto que acabé aprendiéndolo yo.

Hasta ahí todo bien. Una asignatura en valenciano y el resto en español. Poco a poco y tras la llegada de Compromís y el ciego apoyo de los socialistas, han ido aumentando e imponiendo el valenciano en toda la educación. Y a medida que la libertad a que mis hijos aprendan en su lengua materna, el español, ha ido siendo poco a poco pisoteada, mi rechazo al valenciano ha ido en aumento. Yo, que adoro los idiomas y siempre cuando he viajado, he querido hablar y comunicarme mirando a los ojos y al corazón de quienes pudieran aportarme conocimiento. Yo a estas alturas de mi vida, quiero que se respete a quienes consideramos como nuestra lengua materna el español de la misma manera que yo siempre he respetado a quienes dentro de la Comunidad Valenciana se sentían valencianoparlantes.

No sería tan complicado si partiéramos de la base que las lenguas no tienen derechos y sí los ciudadanos. Tampoco sería tan complicado dejar una sola asignatura de valenciano en las escuelas, o llegado el caso volver a poner la línea de todo en valenciano para aquellas familias que así lo desearan. Pero ¿por qué mi hija tiene que aprender sociales en valenciano? ¿Por qué mi adolescente tendrá que aprender trigonometría en valenciano? Se intenta seguir la línea pancantalanista pisoteando los derechos de todos los valencianos, de las familias y sobre todo el derecho de los niños a aprender en su lengua materna.

Y desde aquí seguiré criticando a quienes juegan a ser reyes, porque cuando una es madre, lo es para toda la vida y si no somos nosotros quienes señalemos a los políticos que nos quieren adoctrinar, será la libertad de nuestros hijos la que quedará pisoteada. Y mira no, por ahí no. Tenemos los valencianos la oportunidad de pararles desde cualquier medio que nos de voz y desde nuestro voto, botarles en las urnas. Está en juego nuestra libertad. A por ella y a por ellos.

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2 Comments

  1. Felicidades. Así nos sentimos también ,muchos valencianos a los que cada vez se nos considera más valencianos de Segunda por no hablar valenciano. Somos el único país en el que se impide a sus ciudadanos estudiar en el idioma oficial del país.
    La sociedad está anestesiada, con sus problemas diarios tienen bastante y van aceptando injusticia tras injusticia. Dónde está el estado que debería defender a sus ciudadanos de oficio?

    • Exacto. En un país sano democráticamente no se habría llegado a lo de Cataluña y ni se plantearía el camino que quieren en nuestra Comunidad. De todos depende hacer ruido para que cuando llegue la hora echemos en las urnas a esta gente sectaria y demos paso a políticos que respeten que en España se hable español. 😘

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