Cuando escribí mi último artículo los comicios estaban a la vuelta de la esquina. Pese a que todas las encuestas daban por ganador indiscutible a Biden e incluso se hablaba de un «barrido generalizado» en todos los Estados, ya advertimos que la diferencia entre los candidatos era muy estrecha y las posibilidades incluso de una reelección de Trump estaban sobre la mesa. Hoy, días después de aquel 3 de Noviembre para la historia, estamos en disposición de hacer una primera valoración tanto en lo político como en lo económico.
Empezaremos diciendo que Biden todavía no ha ganado las elecciones. La proclamación de la victoria ha sido realizada por la Associated Press en connivencia con otras agencias y medios de información como la CNN, pero el resultado oficial lo darán los Estados con fecha tope del 8 de Diciembre (que es cuando tienen que estar determinados los electores).
Es significativo lo rápido que se ha felicitado al candidato demócrata en algunos casos, pero más significativo es que países tan dependientes de EEUU como por ejemplo México no hayan querido pronunciarse hasta que no se dirima el proceso judicial en ciernes. Tampoco han querido reconocer a Biden líderes de peso internacional como Bolsonaro (Brasil), Xi Jingpin (China) o Putin (Rusia), y es que incluso terminales como RealClearPolitics (nada sospechosa de favorecer a Trump) han revocado la victoria que se daba a Biden en Pennsylvania y lo dejan en estos momentos con 259 votos electorales, lo que supone estar por debajo de los 270 necesarios para la presidencia.
¿Qué está ocurriendo? Pues que la sombra de la sospecha se está extendiendo por todo el país a pesar de la premura por que se proclame vencedor al Partido Demócrata. Hay pruebas fehacientes de gente fallecida que ha votado en Nevada o de manipulación del voto de los militares en Pennsylvania, por poner algunos ejemplo, y la Secretaria de Prensa de La Casa Blanca, Kayleigh McEnany, mostró ayer 234 folios de declaraciones juradas de distintos miembros de mesa (tanto demócratas como republicanos) alegando cosas como que hubo lotes en donde el 60% de los votos llevaba la misma firma, que medio centenar de papeletas fueron registradas varias veces en el ordenador o que votos nulos fueron considerados como válidos. Se suman a estos hechos demandas como la interpuesta por fraude en el conteo de Michigan o la del empleado postal del USPS Richard Hopkins. Llegados a este punto, el Fiscal General del Estado William Barr pretende abrir una investigación en todo el país.
¿Qué efectos puede tener este hecho en el mercado? Si bien en el pasado señalamos que a grandes rasgos la tendencia a medio y largo plazo se iba a sostener, bien porque los programas de estímulo siguen adelante, bien porque la FED no cierra el grifo o bien porque el mantenimiento del status quo (con un reparto de cámaras similar al que había) garantiza que no haya giros bruscos en la política con independencia de quién presida el país, es cierto que industrias como la de las energías renovables se han frotado las manos con la victoria demócrata cotizando alzas importantes en previsión de grandes apoyos gubernamentales. Sirva de ejemplo su evolución de los últimos días con más de un 7% de alzas en el Nasdaq Clean Edge Green energy index.
Así pues conviene actuar con cautela y no tomar posiciones mirando al influjo que un presidente u otro pueda ejercer sobre determinados sectores económicos. Si invertimos tenemos que hacerlo en base a objetivos seculares, no oportunistas. Está claro que en el caso expuesto la cuestión climática es un asunto con perspectivas de crecimiento a futuro, considerémosla así y no nos dejemos llevar por la euforia del momento para sobreexponernos más de lo inicialmente previsto. Sin embargo es posible que de pasada veamos aspectos positivos en toda esta confusión al otro lado del océano. La presunta derrota del candidato republicano en EEUU ha coadyuvado aún más a la presión que existe sobre el gabinete de Johnson en la tan manida negociación sobre el Brexit.
El primer ministro inglés contaba con la promesa que le hizo en su día Trump sobre un «Gran acuerdo Comercial» que favorecería la readaptación de la economía británica en un escenario post-UE. Es decir, si llegado el momento Johnson convenía romper por las bravas la relación con el Viejo Continente no pasaría nada porque EEUU iba a apoyarle estrechando aún más los vínculos exportadores ente ambas potencias.
No quiere esto decir que una presidencia de Biden no se preste a firmar nuevos tratados con UK, simplemente Londres no puede contar con dicho apoyo en el tiempo y la forma que desearían y por tanto llegar a una solución pactada con Europa es más perentorio que nunca. Es más, el propio Biden ya dijo en Septiembre que su postura frente al Brexit pasaba por una férrea defensa de los acuerdos de Viernes Santo (Biden además es de origen irlandés) y no iba a aceptar una ruptura entre las dos irlandas a causa de un desacuerdo entre UK y la UE.
La opción que le quedaría a Johnson sería que finalmente la SCOTUS (Tribunal Supremo de EEUU) resolviera las elecciones a favor de Trump, sin embargo aunque así ocurriera sería demasiado tarde, pues la salida se producirá el 1 de enero de 2021 y el proceso judicial se extendería hasta bien entrado diciembre, con lo que no existe posibilidad de maniobra. La Cámara de los Lores además rechazó el Lunes por 433 votos frente a 165 la cláusula dentro de la Ley de Mercado Interno que de facto anulaba los acuerdos previos con la UE. Ante esta perspectiva no resulta extraño ver que los inversores apuestan por una libra alcista señal de un Brexit acordado.
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