Vivir en la Luna

Pérez-Reverte escribió en su célebre artículo de 2014 “Es la guerra santa, idiotas” que ‘A Occidente, a Europa, le costó siglos de sufrimiento alcanzar la libertad de la que hoy goza. Poder ser adúltera sin que te lapiden, o blasfemar sin que te quemen o que te cuelguen de una grúa. Ponerte falda corta sin que te llamen puta.’ Pues bien, todo eso y muchas cosas están más en peligro ahora que nunca desde el segundo sitio de Viena, en 1683, cuando se detuvo al ejército otomano del gran Visir Kara Mustafá. Bien, pueden llamarme exagerado, están en su derecho. Como yo en el de considerarles estúpidos a ustedes.jorgensenfarmsinc.com bežecké tenisky lepetitartichaut.com blutuszos mennyezeti lámpa Mens VANS 2020 חליפות מידות גדולות נשים janwoodharrisart.com Mens VANS 2020 automatický dávkovač mýdla lidl janwoodharrisart.com bežecké tenisky mindfulmusclellc.com Mens VANS 2020 lepetitartichaut.com greensandseeds.com

A lo que ha sucedido en Ceuta, muchos no lo consideran una invasión porque conciben las invasiones con las viejas formas de lanzar ejércitos a la conquista por la fuerza militar de territorios para cambiar las fronteras. Los que dicen eso no han evolucionado. Ignoran que, por ejemplo, un ataque informático o una campaña de propaganda falsa por redes sociales para desestabilizar desde otro país son también una invasión. El mundo islámico siempre ha vivido de conquistas territoriales. Nació así y nunca ha dejado de ser expansivo y violento. Donde más fuerte está avanzando ahora es en el África subsahariana, llamada África negra hasta que el buenismo progre nos hizo quitar el negro de nuestra paleta.

Pero esas conquistas por la fuerza no serán nunca el método, al menos inicialmente, para conquistar Occidente. El ejército de cualquier país occidental, y por supuesto de la OTAN, no tiene nada que ver con los de Mali, Chad, Sudan o Burkina-Fasso. Allí si entran a golpe machete y de AK-47. Aquí no vendrán enarbolando cimitarras ni tampoco con los flamantes F-35 que, a razón de 100 MM de euros cada uno, ha comprado el régimen marroquí, el mismo que mantiene a sus súbditos en la pobreza.

Los de fuera conocen nuestros puntos débiles, que no son otros que un inexistente conocimiento de la Historia, nuestros propios complejos de culpa como occidentales, una profunda ignorancia sobre los motivos reales de la miseria en el Tercer Mundo, una subestimación de la fuerza del enemigo y una pretendida superioridad moral que esconde en realidad una crisis absoluta de valores.

Por esos motivos, la larga reivindicación de Marruecos de las ciudades españolas de Ceuta y Melilla es objeto de poca preocupación, cuando no complacencia o directa complicidad por parte de muchos españoles.  Y la regular emigración ilegal se ve con simpatía por parte de quienes se hartan de decir que nosotros tenemos la culpa de su pobreza, que también los españoles fuimos emigrantes, que vienen “los mejores” y todas esas simplezas creadas por gente simple y para gente simple. Y eso lo sabe el enemigo.

Por eso, la invasión lleva largo tiempo en marcha. Y no es militar. Si algo no existe en el mundo musulmán es la prisa. Ellos mismos dicen que la paciencia es la llave de la solución. Mientras que en Marruecos la población menor de 15 años es de más del 26 %, en España hay ya más perros que niños porque nuestra aversión al compromiso ha creado metástasis. Eso es una bomba demográfica, la mejor arma de Marruecos contra España. Con ella lanzan a miles de paisanos todas las semanas para ir minando nuestros recursos, fomentando divisiones y creando aquí la quinta columna necesaria para sus fines. Poco a poco, fundan en España asociaciones, lobbies o incluso partidos políticos. Construyen aquí y fomentan allí relaciones económicas que serán utilizadas como chantaje ante cualquier crisis. Así, en seguida, han aparecido voces advirtiendo de las posibles consecuencias que tendría una postura dura por parte de España para las inversiones españolas en Marruecos. Como siempre, los valores y la dignidad, supeditados a la economía. No nos hagamos más daño y tal.

¿Resultado? Pues ahora tenemos a 2000 menores más entre nosotros a gastos pagados hasta sus 23 años. Sus padres, felices en Marruecos, pueden estar tranquilos de que los cuidaremos mejor que a nuestros propios hijos. Y eso nos vendría hasta bien si no fuera porque ya tenemos una tasa de paro juvenil del más del 40 %.

Lo que buscan con nuestro debilitamiento es que nos cansemos, que abandonemos, que nos hundamos tanto que cedamos y entreguemos Ceuta y Melilla por puro hastío. Exactamente lo mismo, por cierto, que buscan los nacionalistas vascos y catalanes, que están deseando oír eso de “pues que se vayan”. Igual que Marruecos. No tiene nada de casual que Puigdemont se haya alineado con la posición de Mohamed.

Y frente a los que denunciamos que esto ha sido una fase más en la Larga Marcha de Marruecos contra España, ¿qué encontramos? Pues a mucha gente que vive en la Luna. Encontramos  a esas personitas débiles criadas entre documentales infantiloides, Historia manipulada, consignas bobas, profesores cómplices, medios anestesiados o comprados y toda una sociedad construida para el bienestar sin esfuerzo.

Y así, cuando se da la ocasión, elevamos a categoría de ejemplo lo que no lo es en absoluto. Porque esa Luna a la que ahora ensalzan los progres es la cristalización de todos esos puntos débiles que citaba antes. Luna condensa ese complejo de culpa que tenemos, ese desconocimiento, esa subestimación del problema que hay delante y esa superioridad moral que nos arrojan a los demás. Como si nosotros deseáramos la muerte para ese hombre al que abraza.

Cientos de ONGs y miles de personas viven en España de atender a menores extranjeros. La Cruz Roja, como otras asociaciones, me recuerda a esos bomberos pirómanos que provocan incendios para tener asegurado el trabajo. Necesitan fomentar que haya más inmigrantes ilegales para luego poder llamarme a casa por teléfono a pedir mi colaboración. Por cierto, espero que la próxima conversación telefónica entre un empleado de Cruz Roja y yo, cuando me llamen para eso, les quede perfectamente grabada.

 Lo que verdaderamente tiene mérito es ir a África, como hacen los misioneros jugándose la vida, e intentar hacerles progresar. Ponerse una chaquetilla roja y llorar es una escena sentimentaloide y falsa, como cualquier serie de Netflix. Sólo los simples creen en las soluciones simples. Y una sociedad acostumbrada a lo fácil no busca más que lo fácil. Abrir la puerta para que pasen todos es un gesto simple pero nunca será la solución sino el problema.

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