Autocensura y educación

Estos siete días que han pasado desde el último artículo que envié a Minuto Crucial han estado llenos de polémicas políticas más o menos orquestadas y bien dirigidas que han llenado de ruido las redes sociales y los medios de comunicación. Pero no ha sido eso lo que más me ha llamado la atención en los días pasados sino dos conversaciones que he mantenido, una de ellas en un grupo de “guasap” y la otra con mi compañero de equipo. Ambas conversaciones tenían como hilo conductor la libertad de expresión, la capacidad creciente que tenemos de autocensurarnos y el impulso incontrolable que se observa en la sociedad de querer censurar a los demás.

Este para mí, es un tema mucho más importante que si se conceden o no determinados indultos pues, aunque ahora querido lector haya usted lanzado un exabrupto, es precisamente de eso de lo que va la democracia, de que yo pueda decir lo que desee y usted me “exhabruptee” con libertad. Prohibir quemar banderas o símbolos, penalizar que se compongan poesías con mensajes incendiarios o simplemente y mucho más grave, el no decir lo que se piensa por miedo a que le tachen a uno de facha, son meros ejemplos de lo que hablo. Se nos llena la boca de prohibir mensajes y obligar a callar silbidos o abucheos, sentimos un temor creciente cuando en determinados foros nuestro pensamiento se escapa de lo políticamente correcto por miedo al qué dirán y es que ya no se libran de la censura ni las declaraciones de amor…

Creemos que imponiendo el silencio generaremos calma y paz, estabilidad y concordia y lo único que finalmente conseguimos con esta actitud es que aumente el silencio y en él, el pensamiento único. Un mensaje ofensivo no se combate con censura sino con educación. Cuando entendamos que “no hay mayor desprecio que el no hacer aprecio” y dejemos de consumir la polémica del insulto, el zasca y los razonamientos del bajo vientre, entonces será cuando el que los usa a diario dejará de hacerlo por falta de efectividad. Lo que viene a ser la ley de la oferta y la demanda aplicada a los mensajes y a la comunicación.

Cuando el que gusta de quemar banderas, pintarrajear estatuas o lanzar insultos vea que se le escucha más y que gana más “likes” si razona sosegado, será cuando deje de quemar, pintar e insultar. Cuando escuchemos a los que no piensan como nosotros con la paciencia y el respeto con el que nos gustaría que nos atendieran, será cuando perdamos el miedo a que nos juzguen por nuestros pensamientos y nos enriquezcamos al compartirlos.

Todo esto anterior sólo se puede lograr si educamos y exigimos que nos eduquen en el amor infinito a la libertad de expresión y al pensamiento crítico. Debemos conseguir entender que sólo cuando dejemos de consumir, cual “yonquis” de las emociones fuertes, noticias falsas que dicen lo que queremos escuchar, vídeos manipulados que demuestran que lo que pensamos es exactamente lo correcto, sólo entonces conseguiremos que todos ellos desaparezcan. Si la verdad ha de hacernos libres, entonces no podemos arriesgarnos a que nadie deje de lanzar su mensaje. Quién sabe si la verdad pueda estar escondida en él.

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