La inquisición del pensamiento

Ese, “¿qué tal estás?” de toda la vida ha quedado arcaico y relegado por la pregunta del millón: “¿Te has vacunado?”.¿Qué pregunta es esa? ¿Acaso vamos preguntando a la gente si se han hecho una colonoscopia o la prueba del VIH? No, claro, esto es distinto, dicen… No, no es distinto, las cuestiones sanitarias forman parte de la privacidad de cada uno y de la libertad individual, ahora criminalizada.

Es por el bien común…dicen y yo repito, ¿alguien va preguntando, en los mismos entornos en que se está preguntando por el estatus de vacunación, si se padece alguna enfermedad infecciosa? Es más, ¿alguien le ha pedido antecedentes negativos de tuberculosis? Porque es una enfermedad extremadamente contagiosa de la que siguen muriendo millones de personas. Se propaga a través de los bacilos de una persona enferma cuando tose, respira o estornuda. Hay más riesgo si el contacto es cercano, o cuando pasan mucho tiempo con el enfermo en ambientes cerrados… ¿Les suena?

La sociedad está fragmentada, más de lo habitual, como si no tuviéramos bastante con la división entre hombres y mujeres, omnívoros y veganos, taurinos y neoanimalistas… batallas de la izquierda a la que ahora juegan algunos no necesariamente de izquierdas.  El derecho a réplica, a disentir, a debatir, es considerado una afrenta para algunos. No existe diálogo para refutar las dudas de sus interlocutores, se ensañan con ellos y tardan poco en soltar las palabras tan utilizadas: antivacunas o negacionista, siendo éstas las más suaves. Porque hemos llegado a niveles de desear el encierro, erradicación social y hasta muerte de los que no quieran pasar por este trámite sanitario, que entre otras cosas no es obligatorio… aún.  Luego están los mansos que replican con un “todo el mundo lo hace” o “hay que hacerlo”. Por suerte, aún quedan los civilizados que respetan la decisión de cada uno en este tema tan delicado.

Pero volviendo a los despectivos calificativos… Los negacionistas ya no son los que niegan el Holocausto (los socialistas han conseguido quitarles hasta esto a las víctimas). Ahora, los negacionistas, son los que se hacen preguntas sobre la efectividad y seguridad de las vacunas contra el Covid, es decir, NO todas las vacunas si no ÉSTA vacuna. Así que el término “antivacunas” no se aplica, pero no esperen que ningún “fastchecker” lo explique.

Las dudas no nacen de algo sacado de una web conspiranoica, está sacado de varias fuentes oficiales, como del propio prospecto de los diferentes laboratorios productores de lo que para muchos es “el elixir milagroso”.  Se puede leer, textualmente: “[…] puede no proteger completamente a todas las personas que la reciban y no se sabe cuánto tiempo estará usted protegido”. Sin embargo, desde que se empezaron a poner, todo el mundo hablaba de inmunización. Desde autoridades gubernamentales, sanitarias, así como diversos medios. INMUNIZACIÓN, de manera rotunda sin peros.

El propio Fernando Simón en abril dijo que ya habían “más de 3.400.000 personas inmunizadas”, palabra que no dejaban de repetir todos los medios…INMUNES, INMUNIZADOS, INMUNIZACIÓN…. Hoy en día, la palabra ya no se usa, sería demasiado jocoso después de ver los resultados en Israel, de la suspensión de las clases presenciales en Harvard, por COVID, a pesar de tener una tasa de vacunación del 95% o, incluso más escandaloso, las declaraciones del propio Fauci donde, después de abanderar la necesidad de la vacunación para volver a la normalidad, admitía que los vacunados tenían la misma carga viral que los no vacunados. Así que, como cantaba Julio Iglesias, la vida sigue igual.

Atónita he observado el dantesco espectáculo de, por ejemplo, Estados Unidos donde regalaban hamburguesas, cervezas y hasta marihuana por vacunarse. Mientras se sucedía este “Black Friday” sanitario, con multitudinarias colas y celebraciones volvía a considerar la información que estaba ahí pero que, curiosamente, no salía a la luz o pocos buscaban. De nuevo los prospectos… “Medicamento sujeto a prescripción médica” – “Lea todo el prospecto detenidamente antes de recibir esta vacuna, porque contiene información importante para usted”. ¿Se ha dado el prospecto a la gente? ¿Ha habido un consentimiento informado?  

Este verano pasé un control médico y tuve que firmar un consentimiento de examen de salud, así como un consentimiento de extracción de sangre. Curiosamente, se me informaba de los efectos secundarios, poco comunes pero posibles, de dicha extracción. Es raro que, para sacarme una mínima parte de sangre, tenga que pasar este trámite y para inocularte una sustancia o hacerte una prueba invasiva, como el test con frotis nasofaríngeo, no exista nada de esto.

Llegaron las rondas de edades. Se decía que era debido a las dosis disponibles, la prioridad eran los ancianos. Vuelta a documentación oficial, esta vez la web de la Comisión Europea donde se pueden leer los contratos con los laboratorios, convenientemente censurados en algunas partes. España contaba con aproximadamente 229 millones de dosis, ya firmadas desde junio 2020 con diferentes laboratorios. Hagan números teniendo en cuenta que España contaba con 47.394.223 habitantes a 1 de enero de 2021. A esta cantidad sumar ampliaciones que ha habido de compra de dosis.

Pero, curiosamente, las rondas iban a la par con las edades de los nuevos infectados… Y llegaron los más jóvenes, era urgente vacunar a estos peligros públicos (dado los titulares y el revuelo de los estudiantes de vacaciones en Baleares es lo que parecían). Cómo era posible, si en la web gubernamental de salud pública decían: “Los niños y jóvenes presentan un riesgo muy bajo de enfermedad grave o complicaciones por COVID-19 […] por lo que NO se recomienda de manera general la vacunación de menores de 16 años”. Esto, sumado a las declaraciones en junio de Luis Jodar, director médico mundial de vacunas de Pfizer, donde afirmaba que se estaban estudiando los casos de miocarditis hace imposible no hacerse preguntas.

Preguntas que no son titulares, preguntas prohibidas, preguntas que te llevan a un juicio rápido con veredicto de culpabilidad, preguntas que te ponen la marca de asesino. Preguntas que nacen de leer documentación oficial y compararla con los actos de las autoridades pertinentes, todo el tiempo contradictorias. ¿Cómo no tener dudas razonables si, después de una campaña encarnizada, en Israel a los que no se quieran poner una tercera dosis no se les va a considerar vacunados? ¿Cómo no tener dudas tras ver que no se habla de los múltiples casos de efectos colaterales? Se habla de los enfermos o fallecidos sin vacunar, pero no abren telediarios Eric Clapton, o la medallista olímpica de natación Madison Wilson, o el tenista Jeremy Chardy. Son apenas una pincelada de tantos que declaran efectos colaterales graves.

 Sólo he plasmado la punta del iceberg. No he hablado de que se está inoculando a personas donde los laboratorios dejan claro que no tienen ensayos clínicos para determinar absolutamente nada. De nuevo, repito, es información presente hasta ahora en todos los prospectos de los laboratorios involucrados.

La salud no se puede fiscalizar, hacerse preguntas no debe ser delito. Ver como dentro de los hogares se libran a diario guerras civiles sanitarias, fruto de una propaganda jamás vista desde 1936, es desalentador. Que te llamen asesino por tus dudas razonables, ante la evidencia, en un país donde asesinos de verdad reciben honores y pactan con el gobierno… es duro, muy duro.

La gente tiene derecho a opinar, tiene derecho a pensar, tiene derecho a dudar. Todos los ciudadanos españoles tenemos derecho a no querer pasar ni un solo trámite que no se pida, también, a todas aquellas personas que pasen nuestras fronteras de manera ilegal. Es intolerable que reflexionar sobre una cuestión fundamental te convierta en diana de una brutal lapidación social.

La libertad debe amparar a todos, la libertad de elección para vacunarse y no hacerlo, para opinar a favor o en contra, para dar información sobre si te has vacunado o no. Es inadmisible que se discrimine y se restrinjan libertades, es abominable que se imponga una dictadura sanitaria para cercenar nuestros derechos fundamentales. Esta es una decisión que puede cambiar tu vida, por esto no se puede tomar a la ligera, no se puede castigar al disidente, así como tampoco se puede menospreciar al que sigue las pautas que ahora se marcan, que también está pasando.

En un país gobernado por gente que dilapida el dinero público en sus propios intereses políticos, dejando de lado a tantas familias que ya no tienen qué comer, que a diario aprietan la soga tanto a empleados como autónomos, que priorizan una agenda ideológica por encima de las necesidades reales de sus ciudadanos, debemos estar unidos en la adversidad. No nos podemos permitir más guerras sociales, estamos pagando un precio muy alto luchando entre nosotros cuando el enemigo es otro.

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